domingo, 28 de octubre de 2018

La Tormenta




ESTAMPA FORÁNEA.
LA TORMENTA.
En la tarde-noche de ayer nos habíamos dado cita, un buen puñado de gentes creyentes, en la casa de la Virgen del Carmen que construyeron a escote los marineros del pueblo. La ermita, así la llaman, parecía la Torre de Babel antes de la dispersión de sus constructores a causa de la confusión de lenguas. Yo me acomodé en un banco situado, más o menos, en la mitad de la nave, en el que ya se encontraba un matrimonio, ¡matrimonio!, de bastante más arriba de los Pirineos. Dos metros de alto, o más, y de ancho... tenían levantado el reclinatorio para poder encontrarse relativamente cómodos porque, de lo contrario... ni en sueños. La ermita de los pescadores, a pesar del nombre que nos daría a entender lugar pequeño, posee un aforo bastante superior al de la parroquia del pueblo. El frontis de la misma semeja un mar, el mar de El Campello y, dominando la escena..., Jesús Sacramento le cede el honor a su Madre representada por la preciosa imagen de la Virgen del Carmen de pie en la proa de una barca de pescadores que sale indemne de un mar bravo que ocupa todo el retablo.
El celebrante, un cura espigado, con buena voz, anda agusto por el latín de la Salve aunque, con alguna frecuencia, se permite el lujo de introducir en la cuadratura del viejo idioma, ni más, ni menos, que concordancias vizcaínas.
Al final, cuando estaba invocando la presencia del Señor sobre la asamblea para que nos acompañara al marchar del encuentro Sacramental, se introdujo por las ventanas del lugar un potente fogonazo que ganó en potencia lumínica a la luz que nos alumbraba pasando a ocupar su lugar. Y, mientras nos bendecía, llegó el oscuro y ronco sonido de un trueno que hizo temblar el lugar y  que silenció el "y con tu Espíritu" del pueblo que respondía.
Fuera del templo, las primeras gotas de agua caían sobre el suelo de El Campello mientras, en lo alto, fogonazos incontables precedían a estampidos mucho más potentes y ruidosos que los estallidos de las más potentes tracas que la industria pirotécnica había hecho estallar el día de la Patrona, Santa Teresa de Jesús.
Se había instalado en el cielo de El Campello, una gran tormenta.
"Necesitábamos agua, decía una señora que no pudo acercarse a  Mercadona con su carro y tuvo que guarecerse en el bar a donde yo entré, pero no tanta, ni con esta manera de caer".
Enseguida bajaron las calles como ríos y me tocó esperar al autobús una hora.
"Tendré que quitarme las espardeñas, decía otro cliente del bar que había estado avisando de la que se avecinaba, porque son de cuero y me han costado 74,00 €".

Sin miedo a la tormenta va a encontrarse contigo mi saludo, mis

          ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
28.10.2018. Domingo. P. Alfonso Herrera, O. C.

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