jueves, 20 de marzo de 2025

El Ángel.

ESTAMPA CAUDETANA.

EL ÁNGEL.

Dios es muy quien y cuando pergeñó su proyecto creacional  estableció que unos seres estarían dotados de corporeidad y otros no. Aquellos son todos los que caen bajo nuestra observación. Están, estamos, ahí y los percibimos directamente. Pero también tomó la iniciativa de crear otros seres inmateriales, todo espíritu, todo energía, a los que nosotros hemos dado el llamar Ángeles. Pienso yo que también entró en su proyecto esa figura que vestida de ropaje humano puede catalogarse entre los espirituales.  porque, si no, cómo es posible que la Iglesia nos propusiera ayer la figura de San José para nuestra veneración. Porque San José, con toda certeza, fue y es un ángel, un ángel extraordinario dotado de grandes cualidades o gracias, que dirá Santa Teresa de Jesús en el capítulo 6 del libro de "La Vida". Y que acompaña, constantemente, a aquel otro que nos es dado por Dios cuando nos llena de vida, el de La Guarda. 

A ver, ¿no fue San José El Ángel que acompañó en todo momento al Hijo de Dios que vino a hacerse hombre en su casa? ¿No fue San José El que se desmelenó procurando el bien a su esposa y Madre del Hijo de Dios? ¿No fue él quien tiró del ronzal del burro donde viajaron, Madre e Hijo, a Egipto porque un tirano, el tal Herodes, buscaba al Niño para matarlo, y desde allí los trajo de vuelta a Israel por el camino que siguió su pueblo en el Éxodo? ¿No fue, acaso, San José El que enseñó a hablar a Jesús, el que le enseñó a manejar las herramientas de carpintero? No fue él quien potenció en el Ñaco Divino, a él encomendado, el conocimiento del avatar histórico de su pueblo, de los personajes y del mensaje divino a lo largo de la historia? 

Pues, claro que sí, San José fue un Ángel bien visible, de carne y hueso, visible a los ojos humanos.

Pero no me estoy refiriendo a  San José. A él lo celebramos y festejamos durante todo el día de ayer.  Me estoy refiriendo a otro ÁNGEL que se nos hizo patente a un grupo de personas en la tarde de ayer frente a la puerta de entrada al colegio de Alcázar y Serrano. 

El día se había comportado tal y como venían anunciandonos los chicos del tiempo desde las ventanas de la televisión. 

Las nubes se habían tomado un descanso y aunque correteaban por lo alto del cielo caudetano yo diría que se entretenían jugando con el sol al escondite porque, de cuando en cuando, aparecía el sol por entre algunos de los huecos que dejaban ellas entre sí. 

La tarde no obstante era fría. Y, como cada día, siguiendo una costumbre, ya hecha norma en mí, salí de casa para dar mi acostumbrado paseo hasta la Glorieta de la Cruz donde me detenía un ratico  para saludar a la Virgen María, dignamente representada en una escultura de piedra, la que ves en la fotografía al inicio de estas letricas, para reemprender el camino de vuelta por la avenida de el atleta Antonio Amorós. 

Pero ayer no fue igual que otros días.  Porque, después de detenerme un ratico frente a la puerta de la iglesia del monasterio de las Madres Carmelitas de clausura para saludar a Cristo Sacramentado y a la Virgen María del Monte Carmelo, que se encuentran al  otro lado de la puerta, cosa que hago siempre que paso por allí, y echar a andar, descubrí lo que según mi parecer era la desesperación de un abuelo ante una rabieta de un nieto que se hubiera tirado al suelo frente por frente de la puerta del colegio Alcázar de Serrano. Estaba totalmente equivocado. 

Un par de jóvenes, hermanos ellos, me adelantaron. Iban más ligeros que yo y llegaron al lugar, por supuesto, antes que yo.  

Cuando yo lo hice, él, el muchacho, tiraba de telefonillo y llamaba al 111, a urgencias, porque quien estaba en el suelo no era un niño con una rabieta era un hombre joven, presa de movimientos espasmódicos provocados por unos nervios descontrolados que tan pronto estiraban como encogían los miembros, movimientos que hacían expulsar flemas a través de su boca. El anciano nos dijo:

"al cruzarnos me ha preguntado ¿cómo me llamaba?".

 Le he dicho mi nombre y él, mientras se quitaba la chaqueta me dijo:

"Me va a dar el ataque" 

Y se tiró al suelo y puso la chaqueta debajo de la cabeza previendo los golpes contra el duro pavimento. En esa situación permaneció hasta que llegamos, EL ÁNGEL y yo.

No vayas a creer que el ángel bajó del cielo volando, extendiendo sus alas de gran envergadura, hasta el lugar en que se encontraba ese pobre hijo de Dios sufriendo. 

¡No! 

Aquel ÁNGEL se bajó de un coche que dejó en marcha con su hijito dentro tras poner los intermitentes. 

CON LA RAPIDEZ QUE ACTÚAN LOS ÁNGELES, ÉSTE SE ARRODILLÓ DELANTE DE MÍ, JUNTO AL CAÍDO. LE LLAMÓ POR SU NOMBRE:

 "J.M. SOY YO (...). ¡ÁNIMO! ¡TRANQUILÍZATE! ¡NO PASA NADA!". 

Este ÁNGEL ya lo había sacado de otro episodio semejante una semana antes cuando le dio, justo, cuando pasaba por su puerta. Y así siguió hablándole con palabras que me parecía envolviera en terciopelo.

El hombre joven seguía convulsionando aún, en esa posición y arrojando flemas por la boca y el ÁNGEL, para que no se atragantara con ellas ni se asfixiara tragándose la lengua lo inclinó de lado y rápidamente se quitó su chaqueta cosa que hizo otra chica que pasaba por el lugar y cubrieron al caído mientras decía a su hijo que ya había salido del coche:

"Vete a casa y dile a papá que traiga una manta"

Esa manta solicitada por el ÁNGEL, ya venía de camino,  una mujer la traía de su casa.

La mujer que trajo la manta viéndome a mí me dijo ¿habrás hecho algo tú, no? y yo le contesté:

"EL ÁNGEL NO ME LO HA CONSENTIDO, tampoco ha hecho falta porque estaba perfectamente atendido. yo simplemente he invocado a la Santísima Trinidad bendiciendo al enfermo y al  ÁNGEL  que lo cuidaba y he invocado, también, el auxilio de un niño, de quien he tenido noticias, que falleció, precisamente, en un ataque como el que estábamos presenciando, cuando solo tenía tres mesecitos diciéndole: 

"Paquito, atiende a este hombre, ocúpate de él porque tú puedes hacerlo. Lo creo firmemente"

Y, sí, creo firmemente que los tirones a la manga a Dios que estaba haciendo Paquito hizo que la actuación angelical de aquel ÁNGEL de carne hueso dieran su resultado porque el hombre abrió los ojos, en expresión total de gratitud, hacia el ÁNGEL, dejó de arrojar flemas y la tranquilidad llegó a sus miembros y cabeza que dejaron de convulsionar 

Entre los asistentes reinaba la preocupación por la tardanza en llegar los auxilios médicos, el joven que había llamado por teléfono a urgencias constataba:

"Ya  han pasado ocho minutos desde que he llamado a urgencias".

Y fue en ese momento cuando se empezaron a oír las sirenas que anunciaban la llegada de una ambulancia. Los sanitarios ocuparon el puesto de EL ÁNGEL y éste se retiró. Poco después llegó una médico con su enfermera y se ocuparon del enfermo al que encontraron recuperado de lo peor del trance por la actuación bendita de un ÁNGEL DE CARNE Y HUESO que lo había sacado del mal trago  con  palabras como no se oyen en la garganta que no sea la de una madre, de  un ÁNGEL de carne y hueso.

En un momento del acontecimiento apareció el marido del ÁNGEL, y me dirijí a él con estas palabras:

"Mi más cordial felicitación para ti y para tus hijos porque en tu casa contais con una esposa y una madre que es un ÁNGEL".

Aquel hombre me miró y, con una sonrisa de felicidad en su cara, me dijo:

"Gracias".

Cuando todo estuvo terminado con  el joven epiléptico dentro de la ambulancia atendido por los sanitarios y el grupo se estaba disolviendo el ÁNGEL, que caminaba ya hacia su casa con el marido y sus hijos pequeñitos, se volvió hacia mí y me dijo: 

"Gracias"

Y yo la contesté:

A tí porque, de ellas, tú estás llena. Felicidades a tu marido y a tus hijos.

Reemprendí mi paseo hacia la Glorieta de la Cruz  y volví a ver al ÁNGEL Y A SU FAMILIA subir por las escaleras hacia su casa. ¡Dios los bendice! 

Luego, delante de la imagen, de la Virgen de Gracia esculpida en piedra levantando los ojos hacia lo alto donde un cielo encapotado amenazaba lluvia y lo envolvía todo, le dije a Ella:

" No pierdas de vista a ese hijo tuyo que está padeciendo ese percance".

Recibe mi saludo, mis


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

20.3.2025. Jueves. (2.179).

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

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