ESTAMPA CAUDETANA.
LA MANZANILLA DEL CORRALÓN.
Hasta el día de hoy no la había visto yo en el corralón del convento de San José (El Carmen), en los ocho años que llevo viviendo en esta Real Villa de Caudete. Supongo que los vientos que, encajonados entre las sierras de la Oliva y de la Alácera se enseñorean, a veces, por esta zona, traerían, por encima de los tejados, la simiente de esta planta arrancada de los rivazos o de lugares secos que bordean los sembrados.
Por eso me ha llamado la atención contemplarla en el secarral del corralón conventual. Y ni corto ni perezoso, eché mano del telefonillo e impresioné su flor llamada a convertirse en infusión.
También se la llama CAMOMILA, según el decir de los griegos. Una vez me tocó ir, hasta allá, acompañando a los chicos del colegio San Pablo CEU de Montepríncipe, donde ejercí la docencia por espacio de tres décadas de las cinco que se están celebrando, precisamente, este año puesto que, el colegio perteneciente a la Fundación ACdP ("Asociación Católica de Propagandistas), San Pablo CEU, en cuestión, echó a andar el año 1975 en Boadilla del Monte de Madrid. Yo ingresé en él en septiembre de 1982 hasta que, el correr de los calendarios, me puso en el verde prado del jubileo, de la jubilación. Pues, bien, en Atenas, después de un día muy ajetreado, ya en el hotel, quisimos tomar una manzanilla para tranquilizar el estómago tras haberle "castigado" con comidas muy ricas en especias y al camarero, eso de la MANZANILLA le sonaba, cuando menos, a chino o a algo parecido. Fue el profesor de dibujo, Valentín de la Rubia Marrero, el que tirando de su carpetita de lápices de colores y pintó una taza humeante en la que caían florecillas de manzanilla y... !Zas! ¡CAMOMILA!, soltó el camarero. Y así supe que, a la MANZANILLA, se llama, también, CAMOMILA, al otro extremo del mar Mediterráneo.
Mi abuela, Amalia, no la llamaba CAMOMILA, la llamaba MANZANILLA. Tenía casi todo su amplio corral tapizado por ella y, llegado este tiempo, nos mandaba a mi hermano Ricardo y a mí, que la echáramos una mano para recoger las florecillas porque sus muchos años, murió con 80 cumplidos, que, para entonces (+1953), eran muchísimos, se lo ponían a ella bastante difícil. Y, sí, se hacía sus buenos cacillos de MANZANILLA que llenaban de fragancia toda su casa de planta baja. Recuerdo que daba gusto entrar en ella.
Confío en que la MANZANILLA que afincó sus reales en el corralón conventual se propague para hacer cosecha, como hacía mi abuela.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
13.6.2025. Viernes. (C. 2.260).
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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