ESTAMPA CAUDETANA.
AYER LE TOCÓ AL CONVENTO DE SAN JOSÉ (EL CARMEN).
Al llegar el tiempo de verano, tiempo en que las escuelas y colegios cierran sus aulas, camparían los niños sin norte fijo, como veletas, a su aire, porque nadie en casa se cuidaría de ellos ya que, padre y madre, por exigencias de la vida que dicen desde las altas instancias políticas es de ¡Bienestar! maravillosa, se ven obligados a salir de casa pronto, cada uno a su trabajo pues los dos sueldos son necesarios para afrontar el viaje que partiendo del primero de los días de cada mes, concluye con el último, en el que se cierra la página del calendario.
Debido a ello se han inventado campamentos donde los chavales lo pasan estupendamente y los padres quedan libres de cualquier preocupación o, en su caso, por decisión política, ¡menos mal!, se abren las puertas de las escuelas con el fin de que la gente menuda de cada casa pueda ir a ellas con el fin de pasar el tiempo que coincide con el horario laboral de los papás para estar recogidos y entretenidos al tiempo que lo pasan bien, divertidos y al mismo tiempo vigilados.
En estos días de verano calentito, la Villa de Caudete hace esto en algunos centros donde los profesores que, en el tiempo de curso, son señores que dan clases, transmiten y explican temas, conceptos, enseñan cultura y buenos comportamientos, ahora se convierten en "cuidadores", aunque esa no es la palabra, de los chavales pero, al mismo tiempo, inductores de alegres actividades en las que los niños se lo pasan en grande.
Es sabido que estos profesionales mueven al personal que les ha sido encomendado para este tiempo de canícula y, así, un día los llevan, allí. otro día, allá se les dio a la llave. Aquel otro día se acercan a este lugar o a aquel otro.
Ayer le tocó al convento de San José (El Camen) abrir de par en par sus puertas para dejar la entrada libre a un montón de chiquillería que vino a alegrar, a llenar de alegría las arcadas barroco toscanas del claustro bajo con la alegre algarabía que traían consigo a este emblemático lugar, al convento de San José (El Carmen).
Entrando en casa al volver de celebrar la Eucaristía en el en la iglesia del monasterio de las monjas Carmelitas de clausura, me llamó la atención el murmullo proveniente del claustro bajo. Y al asomarme a una ventana del claustro alto, todo quedó explicado. Un grupo de niños distribuidos por todo el claustro bajo, teniendo por mesa o pupitre el duro suelo sobre el que habían tendido sus mentores, papeles para protegerlo de posibles marchas de pintura, estaban emulando al pequeño Pablo Picaso del que conservamos algunos de los cuadros de aquel tiempo maravilloso que fue su niñez, como el colorido y conocido cuadro del Picador Amarillo de Toros que pintó cuando solo tenía 9 añitos, en 1890 y que podrás contemplar pidiendo a Google que te lo muestre.
Sí, ayer le tocó al Convento de San José (el Carmen) ser el lugar pintiparado para que los niños de la Real Villa Caudetana, lo más lindo y hermoso que posee, al tiempo que entraba en ellos, subliminalmente, la joya arquitectónica del claustro conventual, se proyectaran al medio sirviéndose de pinceles y pinturas.
A lo mejor, ¿por qué no? Alguna o varias de las obras pictóricas de estos niños, realizadas en el claustro del convento de San José de Caudete (El Carmen) en el día de ayer, cuelguen en las nobles paredes de algún famoso museo, como cuelga el Picador Amarillo de Toros del niño de nueve años que fuera Pablo Picaso.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
30.7.2025. Miércoles. (C. 2.301).
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario