ESTAMPA CAUDETANA.
EL GATO.
EL GATO.
Un par de veces, por lo menos, te he hablado del gato en mis «Buenos Días» y no
me arrepiento de volver a hacerlo una vez más.
Nosotros tenemos en el corralón del convento de San José (El Carmen) un reyezuelo, no es otro que un gato. Alguien lo echó por encima de la tapia. Era pequeño, no había sido destetado mucho tiempo antes. Venía en los mismísimos huesecillos, cubierto con una piel peluda que, al no encontrar tejido adiposo donde sustentarse, se le caía desde sí mismo hacia abajo, en busca del suelo. Sabía maullar, pero siempre en la misma clave, y no de sol. Era una clave de dolor, de angustia, de tristeza suma. Era una clave descendente en la escala del pentagrama del dolor hasta allá abajo, mucho más abajo del do bajo. ¡Era la clave del hambre!
Nadie le reclamó. ¡Cómo lo iban a reclamar si lo habían lanzado por los aires, pesaba tan poco, por encima de la tapia al corralón del convento! Quien lo hiciera sabía bien a dónde enviaba a aquella especie de radiografía de un silbido.
Fue oírle llorar como plañidera judía y, enseguida, el P. Ángel le preparó un cacharro con sopas de leche que había templado en el microondas y que, pásmate, había azucarado para que le supiera bien al gato volador que había aterrizado en el corralón. Renqueando, como pidiendo permiso una patita a otra, sin miedo al pequeño gran hombre, que es el P. Ángel, se acercó al cacharro y con su lengüecica fue subcionando aquella leche templadica con la que fue entonándose y cogiendo fuerzas para, luego, seguir con el pan mojado. Le llevó tiempo el proceso de comer. Sí, tardó lo suyo y cuando hubo terminado aquel cacharro de sopas de leche, con su barriguita, ahora sí, arrastrándola por el suelo (hubiera habido comida suficiente para él y sus hermanos de lechigada porque el P. Ángel no es parco en dar), nos dijo el P. Ángel, que le soltó un maullidico que en nada se parecía a aquellos que lanzara cuando aterrizó en el corralón, y con unos ojicos que, en nada, daban a entender que eran de felino, felino fino, como ninguno, sino de gatito faldero que, muy agradecido, le estaba manifestando su contento y placer por haber satisfecho el hambre que tiraba de él para ese lugar donde nada es nada. Desde aquel primer día, es digno de ver, como el fiero animal, dueño y señor del corralón, se acerca al P. Ángel maullando canciones de afecto. Acto seguido el P. Torres, el administrador del convento de San José, se preocupó de que fuera forrando sus huesecillos con rica grasa a base de comida preparada que conseguía en las tiendas del ramo.
Hoy no es que tenga puesta corona sobre su cabeza. Pero sí obra con autoridad sobre el ámbito conventual. Le tenemos prohibido entrar en las dependencias conventuales pero se las arregla, el tío, para buscarnos las vueltas y, claro, como le tienen bien alimentado los frailes... va dejando sus «medallas» aquí y allí.
Es listo de veras. Algunas veces le hemos dejado abierta la puerta de la calle para que se fuera a conquistar otros ámbitos y, a pesar de que hemos hecho lo posible espantándole..., ni por esas lo hemos conseguido.
Se encuentra muy bien aquí con nosotros. No es tonto, no, el gato que, alguien, una vez, echó por encima de la tapia del corralón del convento.
El caso es que yo no pretendía hablarte del gato que comparte espacio y comida con las gallinas en el corralón del convento, sino del GATO del belén de la parroquia de San Francisco.
Yo he dado en pensar que el pollete encaramado encima del tejado de una de las casitas del belén es otro gato con suerte que, en su deambular por lugares inhóspitos, llegó hasta allí donde nació el HIJO DE DIOS y, mírale, oteando desde todo lo alto, sin resquemor alguno, los horizontes, aplicando su fino oído para que ningún ratón entre a «roerle los calzones al bueno de San José» porque, y que ha oído cantar en un villancico, que sí, que los ratones le «roían los calzones a San José». Y es que los gatos «saben latín» y nadie les da «gato por liebre».
Nosotros tenemos en el corralón del convento de San José (El Carmen) un reyezuelo, no es otro que un gato. Alguien lo echó por encima de la tapia. Era pequeño, no había sido destetado mucho tiempo antes. Venía en los mismísimos huesecillos, cubierto con una piel peluda que, al no encontrar tejido adiposo donde sustentarse, se le caía desde sí mismo hacia abajo, en busca del suelo. Sabía maullar, pero siempre en la misma clave, y no de sol. Era una clave de dolor, de angustia, de tristeza suma. Era una clave descendente en la escala del pentagrama del dolor hasta allá abajo, mucho más abajo del do bajo. ¡Era la clave del hambre!
Nadie le reclamó. ¡Cómo lo iban a reclamar si lo habían lanzado por los aires, pesaba tan poco, por encima de la tapia al corralón del convento! Quien lo hiciera sabía bien a dónde enviaba a aquella especie de radiografía de un silbido.
Fue oírle llorar como plañidera judía y, enseguida, el P. Ángel le preparó un cacharro con sopas de leche que había templado en el microondas y que, pásmate, había azucarado para que le supiera bien al gato volador que había aterrizado en el corralón. Renqueando, como pidiendo permiso una patita a otra, sin miedo al pequeño gran hombre, que es el P. Ángel, se acercó al cacharro y con su lengüecica fue subcionando aquella leche templadica con la que fue entonándose y cogiendo fuerzas para, luego, seguir con el pan mojado. Le llevó tiempo el proceso de comer. Sí, tardó lo suyo y cuando hubo terminado aquel cacharro de sopas de leche, con su barriguita, ahora sí, arrastrándola por el suelo (hubiera habido comida suficiente para él y sus hermanos de lechigada porque el P. Ángel no es parco en dar), nos dijo el P. Ángel, que le soltó un maullidico que en nada se parecía a aquellos que lanzara cuando aterrizó en el corralón, y con unos ojicos que, en nada, daban a entender que eran de felino, felino fino, como ninguno, sino de gatito faldero que, muy agradecido, le estaba manifestando su contento y placer por haber satisfecho el hambre que tiraba de él para ese lugar donde nada es nada. Desde aquel primer día, es digno de ver, como el fiero animal, dueño y señor del corralón, se acerca al P. Ángel maullando canciones de afecto. Acto seguido el P. Torres, el administrador del convento de San José, se preocupó de que fuera forrando sus huesecillos con rica grasa a base de comida preparada que conseguía en las tiendas del ramo.
Hoy no es que tenga puesta corona sobre su cabeza. Pero sí obra con autoridad sobre el ámbito conventual. Le tenemos prohibido entrar en las dependencias conventuales pero se las arregla, el tío, para buscarnos las vueltas y, claro, como le tienen bien alimentado los frailes... va dejando sus «medallas» aquí y allí.
Es listo de veras. Algunas veces le hemos dejado abierta la puerta de la calle para que se fuera a conquistar otros ámbitos y, a pesar de que hemos hecho lo posible espantándole..., ni por esas lo hemos conseguido.
Se encuentra muy bien aquí con nosotros. No es tonto, no, el gato que, alguien, una vez, echó por encima de la tapia del corralón del convento.
El caso es que yo no pretendía hablarte del gato que comparte espacio y comida con las gallinas en el corralón del convento, sino del GATO del belén de la parroquia de San Francisco.
Yo he dado en pensar que el pollete encaramado encima del tejado de una de las casitas del belén es otro gato con suerte que, en su deambular por lugares inhóspitos, llegó hasta allí donde nació el HIJO DE DIOS y, mírale, oteando desde todo lo alto, sin resquemor alguno, los horizontes, aplicando su fino oído para que ningún ratón entre a «roerle los calzones al bueno de San José» porque, y que ha oído cantar en un villancico, que sí, que los ratones le «roían los calzones a San José». Y es que los gatos «saben latín» y nadie les da «gato por liebre».
Y así se ha ganado la confianza y el afecto de todos los
beleennitas del belén de la parroquia de San Francisco y, muy especialmente, de
la Sagrada Familia, nueva en el lugar, compuesta por José, María y Jesús o,
como quieras, por Jesús, María y José.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
12.1.2020. Domingo HOY, SOLEMNIDAD DEL BAUTISMO DEL SEÑOR, FINALIZA EL TIEMPO LITÚRGICO DE LA NAVIDAD Y POR ELLO DESAPARECERÁN LOS MOTIVOS NAVIDEÑOS DE LOS LUGARES DE CULTO.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
12.1.2020. Domingo HOY, SOLEMNIDAD DEL BAUTISMO DEL SEÑOR, FINALIZA EL TIEMPO LITÚRGICO DE LA NAVIDAD Y POR ELLO DESAPARECERÁN LOS MOTIVOS NAVIDEÑOS DE LOS LUGARES DE CULTO.
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.
Hay que ver el ingenio simpático usado en el saludo de hoy.
ResponderEliminarUn estupendo domingo del Bautismo de Jesús. ....
Padre.
El Padre Angel un buen amigo de los animalicos.....
ResponderEliminarMe gusta el don de observación que tiene usted, hasta me da un poco de envidia.Nunca había visto yo al gato del Belén de San Francisco,me lo acaba de presentar usted hoy,a modo de saludo mañanero,cosa que agradezco,cada mañana.Antes que "quiten" el Belén haber si lo veo"un situ" o como se diga.Que tenga un buen día de domingo p.Alfonso!!
ResponderEliminarMuy buenas tardes, P. Alfonso, hoy su saludo mañanero además de simpático y gracioso nos lleva a poder contemplar nuevamente el Belén de San Francisco, pues yo no me había percibido del gato, gracias a su observación, y sobre el gato del convento tenga en cuenta que el próximo domingo tendrá que llevarlo para su bendición, que termine bien el domingo.
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