Egipto

ESTAMPA CAUDETANA.
EGIPTO

Ya se habían ido los infantes a casita. Habrían salido disparados de la escuela «Gloria Fuertes», lugar donde empiezan a andar, sin «muletitas», donde hacen ya pinitos de personicas, los ñacos de infantil.
Sí, salieron como chispas de un madero que lucha contra las llamas que avanzan sobre él tratando de ponerle el corazón al rojo vivo. Sí, habían descubierto a su mamá o a su papá o a... y salieron volando hasta que se fundieron con ellos en un fuerte abrazo y se dejaron besar. ¡Qué momento más bonito es el del reencuentro del niño con sus padres, tras la jornada escolar.
La fotografía te lo dice todo. Veía yo a una señora que iba de un lado a otro de la entrada al colegio con sus bolsas llenas de restos de cosas sobrantes de la práctica de algunas actividades llevadas a cabo en el desarrollo de la jornada escolar.
Yo, que pasaba frente a la escuela, allí donde la calle de la Nieve encuentra su fin al desembocar en la carretera de Valencia, fui testigo del hecho y me llamó poderosamente la atención. Muchos recuerdos de mis tiempos de docente se agolparon queriendo salir, desde el hondón dónde permanecen, hasta la pantalla brillante de la memoria. Y es que el vestíbulo fue, todo él, un aldabonazo porque en la pared frente a la puerta de la entrada, una gran pancarta a todo color y, en ella un montón de letras en un color, que es igual que el color de las arenas del desierto del Sahara, estaba escrito: EGIPTO y debajo, en el suelo, se levantaba una pequeña pirámide construida, no con los grandes bloques de granito de la Sierra de la Oliva o de la Alácera sino con sencillos ladrillos de barro cocido, una monada de trabajo pero una maravilla, que suscita, en aquel que lo ve, otras realidades que existieron en el tiempo y que sus vestigios nos han llegado hasta ahora mismo. Nos hablan de las pirámides de Egipto, de Keops, Kefrén y Micerinos construidas en el tiempo de los famosos faraones.
Aquellas pirámides fueron concebidas y  construídas para que guardaran en sus entrañas, las cámaras donde habrían de reposar los restos mortales de aquellos emperadores egipcios, su lugar de reposo mientras su alma emprendía el viaje que la llevaría con su dios Horus o Ra o AmonRa, viaje que tenían que realizar en una barca para poder salvar el trecho ignoto que separaba nuestra realidad, sometida el tiempo, de aquella otra, el más allá, la de sin tiempo, que es el ámbito donde mora la divinidad y, para el viaje, dejarían junto al túmulo algunas viandas y en la boca una moneda para pagar al barquero y, en algunos casos, eran enterrados, con el faraón, en cámara aparte, un número no determinado de sirvientes. Todo eso van aprendiendo ya subliminalmente al entrar en la escuela  para que, luego, asienten bien los conceptos de la Gran Pirámide de sus conocimientos, conocimientos que les situarán, el día de mañana, en un ámbito dónde podrán aportar todo lo que en ellos se ha ido despertando con la actuación docente de unos profesores consagrados en cuerpo y alma a ellos aportándoles los elementos culturales necesarios para que se puedan mover, solos o en compañía, por la vida.
En el espacioso vestíbulo de la escuela «Gloria Fuertes»,  estaba escrito el destino del viaje que iban a emprender de la mano de sus maestros hasta aquel lugar que se encargó el tiempo de sepultar entre sus pliegues y que, como ves, se están encargando de desvelar los profesionales de la enseñanza, los maestros, con un viaje virtual y cultural a las pirámides de Egipto.
Yo lo vi ayer y como lo vi, te lo cuento.

Recibe mi saludo, mis

      ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
1.2.2020. Sábado.

P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.