ESTAMPA CAUDETANA.
SE LES CAMBIÓ LA CARA.
SE LES CAMBIÓ LA CARA.
Foto (Manuel y Adrián).
Nunca les había visto así a mis vecinos de enfrente.
Resulta que tras mucha llamada de atención de psicólogos y sociólogos, los que se encuentran instalados en el bunker a prueba de ruidos se les ocurrió salir a tomar el aire y las llamadas de atención, como si fueran violentos sopapos (yo no empleo palabras religiosas para darle énfasis a mi comunicación) les dieron en plena cara, tan fuerte, tan fuerte, que les dejaron "grogis" y, en ese estado, dictaron una norma (y es que paren normas como conejas. Claro, tienen el poder absoluto en este estado de Alarma Nacional, y hacen lo que... les da la gana) Dice la norma: "los peques podrán salir. de casa para hacer una corta maratón de mil metros nada más. Y quieres creer que, por estar en ese estado "grogi" han tenido que enmendar hasta cuatro veces la decisión tomada.
Pero mira, llegaron a tiempo para trasladar el permiso del lunes 27.4 al domingo anterior, ayer, por razones más que obvias.
Pues bien, algunos de los padres de la gente menudica, de la beneficiada, trazaron el itinerario y metro en mano le hicieron pasar por la calle El Molino. Razón por la cual, mediada la mañana, empezaron a colarse por la ventana las vocecicas de dos ñacos, Adrián y Manuel, que sin levantar cuarta y media del suelo iban bien pertrechados, por si ocurría algún percance, subiditos en sus bicicletas con las que subían y bajaban por la calle o se paraban delante de un portal dando vueltas. Lo hacían delante de la ventana desde donde yo les contemplaba e, incluso, les saqué unas fotos. Su madre iba por la acera de enfrente llevando un bebé en el cochecito y el papá lo hacía por la acera pegada al convento de San José (El Carmen) con otro bebé en bazos. Eran una pareja todavía jovencitos y ya tenían en casa a cuatro hijitos, cuatro bendiciones divinas, los futuros reyes de las vueltas ciclistas que recorren este mundo, los que siendo nenes, ya dominaban todos los secretitos de los artilugios de dos ruedas sobre los que iban montados. En sus movimientos iban y volvían, como las olas de la mar, hasta el pretil de la acera frente a una puerta, pero no subían a ella para llegarse al portal donde, a dos abueletes, los suyos, SE LES HABÍA CAMBIADO LA CARA. A gritos no audibles, llamaban a los niños, miraban al bebé de la cuna que parecía ser una meoncica y al padre de los niños, distante, muy distante, en la otra acera.
Si hubiera llovido en aquel momento, como lo hizo a las 19,00 horas, no se hubiera formado en la calle una rambla tan grande como la que provocaban aquellos abuelos en el dintel de su puerta viendo a sus nietos, a los cuatro, y no poderlos achuchar en sus brazos. ¡Pobre hombre y pobre mujer!
Viéndoles de aquella guisa me salió del alma:
"¡Fulanitoooo! Prohíjame a mí y ya podréis salir a dar un paseo como estos papás con sus cuatro niños".
Percibí en sus caras lo que no pudieron articular con fonemas y morfemas. ¡Pobres!
Todavía no sabía yo que eran los abuelos de los dos figuras ciclistas y de los bebés a cargo de cada uno de los papás. Cuando lo supe se me aclararon los por qués. Fue entonces cuando vi clara la razón por la cual la calle de El Molino bajaba como una Rambla desatada, rambla de lagrimillas y de secreciones bucales.
¡Pobres abuelos! Los brazos con ganas de abrazar a la gente menudita, sus nietos, y una fuerza sobre humana los tenía clavados en el peldaño de la puerta. Y es que se promulgan normas que, de humanas, no tienen nada como esa de impedir que la sangre fluya de unos a otros como un líquido lo hace en los vasos comunicantes en un laboratorio.
No se puede prohibir que unos abuelos abracen y se coman a besos a sus nietos sin antes cerciorarse de si son o no son enfermos o portadores del bichito, el Covid 19, que, en mala hora entró en el país y en peor hora, los gerifaltes, por no cerrarse en banda, como debieron hacer, se inhibieron, cuando no alentaron situaciones que vinieron a constituirse en un campo donde encontró el bichejo acomodo y facilísima propagación.
¡Siempre mirando el interés propio y haciendo de los demás un corralico particular! Claro que, en esta ocasión jugaron con fuego y el fuego los abrasó. Habían tomado la decisión equivocada y les fue y nos fue y nos está yendo, a todos, rematadamente mal.
Para que no se les caiga la baba a mis vecinos cuando vuelvan a ver a sus nietecicos en cantidades ingentes hasta formar una rambla, como les ocurrió ayer después de 44 días sin poder hacerlo a mis vecinos, es menester que se preocupen, más que de promulgar normas inhumanas, promuevan actuaciones que ayuden a descubrir dónde se oculta el mal y atacarlo allí mismo dejando a los que están libres de las zarpas malignas que puedan llevar su vida y quehaceres con normalidad, de modo y manera que la nación siga andando. Pues, como pide una y otra vez el Edil de la Real Villa de Caudete en sus comunicaciones al vecindario acerca de la situación sanitaria del pueblo a su cargo:
"que se hagan pruebas masivas para descubrir y pararle los pies al Covid 19 y no asistir impávidos al triste fin del ser humano en el que se ha instalado el mal". Y, ahí, pienso yo, es donde los rectores de la sociedad deben hacer afluir todo lo necesario, sin escatimar un céntimo y, si no lo tuvieran, que lo pidan prestado, para que la alegría de los abuelos A LOS QUE SE LES CAMBIÓ LA CARA no se vea empañada por la inhumana prohibición de abrazarles y de comérselos a besos, como les ocurrió ayer a mis vecinos de enfrente.
Ilumina mi dicho aquella palabra de Jesús cuando defendía al hombre contra normas y costumbres humanas:
"El hombre no está hecho para el sábado, sino el sábado para el hombre". (Mc. 2, 27)
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
27.4.2020. Lunes. Día 45 de confinamiento.
Nunca les había visto así a mis vecinos de enfrente.
Resulta que tras mucha llamada de atención de psicólogos y sociólogos, los que se encuentran instalados en el bunker a prueba de ruidos se les ocurrió salir a tomar el aire y las llamadas de atención, como si fueran violentos sopapos (yo no empleo palabras religiosas para darle énfasis a mi comunicación) les dieron en plena cara, tan fuerte, tan fuerte, que les dejaron "grogis" y, en ese estado, dictaron una norma (y es que paren normas como conejas. Claro, tienen el poder absoluto en este estado de Alarma Nacional, y hacen lo que... les da la gana) Dice la norma: "los peques podrán salir. de casa para hacer una corta maratón de mil metros nada más. Y quieres creer que, por estar en ese estado "grogi" han tenido que enmendar hasta cuatro veces la decisión tomada.
Pero mira, llegaron a tiempo para trasladar el permiso del lunes 27.4 al domingo anterior, ayer, por razones más que obvias.
Pues bien, algunos de los padres de la gente menudica, de la beneficiada, trazaron el itinerario y metro en mano le hicieron pasar por la calle El Molino. Razón por la cual, mediada la mañana, empezaron a colarse por la ventana las vocecicas de dos ñacos, Adrián y Manuel, que sin levantar cuarta y media del suelo iban bien pertrechados, por si ocurría algún percance, subiditos en sus bicicletas con las que subían y bajaban por la calle o se paraban delante de un portal dando vueltas. Lo hacían delante de la ventana desde donde yo les contemplaba e, incluso, les saqué unas fotos. Su madre iba por la acera de enfrente llevando un bebé en el cochecito y el papá lo hacía por la acera pegada al convento de San José (El Carmen) con otro bebé en bazos. Eran una pareja todavía jovencitos y ya tenían en casa a cuatro hijitos, cuatro bendiciones divinas, los futuros reyes de las vueltas ciclistas que recorren este mundo, los que siendo nenes, ya dominaban todos los secretitos de los artilugios de dos ruedas sobre los que iban montados. En sus movimientos iban y volvían, como las olas de la mar, hasta el pretil de la acera frente a una puerta, pero no subían a ella para llegarse al portal donde, a dos abueletes, los suyos, SE LES HABÍA CAMBIADO LA CARA. A gritos no audibles, llamaban a los niños, miraban al bebé de la cuna que parecía ser una meoncica y al padre de los niños, distante, muy distante, en la otra acera.
Si hubiera llovido en aquel momento, como lo hizo a las 19,00 horas, no se hubiera formado en la calle una rambla tan grande como la que provocaban aquellos abuelos en el dintel de su puerta viendo a sus nietos, a los cuatro, y no poderlos achuchar en sus brazos. ¡Pobre hombre y pobre mujer!
Viéndoles de aquella guisa me salió del alma:
"¡Fulanitoooo! Prohíjame a mí y ya podréis salir a dar un paseo como estos papás con sus cuatro niños".
Percibí en sus caras lo que no pudieron articular con fonemas y morfemas. ¡Pobres!
Todavía no sabía yo que eran los abuelos de los dos figuras ciclistas y de los bebés a cargo de cada uno de los papás. Cuando lo supe se me aclararon los por qués. Fue entonces cuando vi clara la razón por la cual la calle de El Molino bajaba como una Rambla desatada, rambla de lagrimillas y de secreciones bucales.
¡Pobres abuelos! Los brazos con ganas de abrazar a la gente menudita, sus nietos, y una fuerza sobre humana los tenía clavados en el peldaño de la puerta. Y es que se promulgan normas que, de humanas, no tienen nada como esa de impedir que la sangre fluya de unos a otros como un líquido lo hace en los vasos comunicantes en un laboratorio.
No se puede prohibir que unos abuelos abracen y se coman a besos a sus nietos sin antes cerciorarse de si son o no son enfermos o portadores del bichito, el Covid 19, que, en mala hora entró en el país y en peor hora, los gerifaltes, por no cerrarse en banda, como debieron hacer, se inhibieron, cuando no alentaron situaciones que vinieron a constituirse en un campo donde encontró el bichejo acomodo y facilísima propagación.
¡Siempre mirando el interés propio y haciendo de los demás un corralico particular! Claro que, en esta ocasión jugaron con fuego y el fuego los abrasó. Habían tomado la decisión equivocada y les fue y nos fue y nos está yendo, a todos, rematadamente mal.
Para que no se les caiga la baba a mis vecinos cuando vuelvan a ver a sus nietecicos en cantidades ingentes hasta formar una rambla, como les ocurrió ayer después de 44 días sin poder hacerlo a mis vecinos, es menester que se preocupen, más que de promulgar normas inhumanas, promuevan actuaciones que ayuden a descubrir dónde se oculta el mal y atacarlo allí mismo dejando a los que están libres de las zarpas malignas que puedan llevar su vida y quehaceres con normalidad, de modo y manera que la nación siga andando. Pues, como pide una y otra vez el Edil de la Real Villa de Caudete en sus comunicaciones al vecindario acerca de la situación sanitaria del pueblo a su cargo:
"que se hagan pruebas masivas para descubrir y pararle los pies al Covid 19 y no asistir impávidos al triste fin del ser humano en el que se ha instalado el mal". Y, ahí, pienso yo, es donde los rectores de la sociedad deben hacer afluir todo lo necesario, sin escatimar un céntimo y, si no lo tuvieran, que lo pidan prestado, para que la alegría de los abuelos A LOS QUE SE LES CAMBIÓ LA CARA no se vea empañada por la inhumana prohibición de abrazarles y de comérselos a besos, como les ocurrió ayer a mis vecinos de enfrente.
Ilumina mi dicho aquella palabra de Jesús cuando defendía al hombre contra normas y costumbres humanas:
"El hombre no está hecho para el sábado, sino el sábado para el hombre". (Mc. 2, 27)
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
27.4.2020. Lunes. Día 45 de confinamiento.
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.
Buenos días, P. Alfonso, si que fue ayer un dia alegre para los niños pero triste para los abuelos,verlos y no poderles abrazar,,,esperemos que esta salida aya ido bien y pronto se pase el virus,,feliz dia,
ResponderEliminarClaro que se les cambió la expresión a los abuelos al ver a sus nietos. ...
ResponderEliminarTierno y humano saludo,gracias Padre Alfonso.
La calle del Molino seguro que está contenta por ver de nuevo a los ñacos.
ResponderEliminarMuy buenos días, P. Alfonso, con todo de talle lo ha explicado usted todo, porque yo los míos los vi por vidio conferencia como disfrutaban con sus bicis y patines , esperemos que después de tal disfrute sea para bien, y podas pronto poder abrazarlos.Haber si toman medidas más inteligentes porque el bien de todos y de España .Que tenga un buen día ,
ResponderEliminar( Perdón vidio _ llamada)
ResponderEliminarSi ,ayer fue un domingo especial,un día de lágrimas de balcón,diría yo.Mis nietas desde la calle me dijeron ,abuela lo que yo quiero es abrazaros!!!Dentro de poco,les dije,aguantando las ganas de correr escaleras abajo.Esperemos que así sea y este confinamiento acabe pronto y los "listos de la corte" nos lleven a buen puerto.Buenos días para usted O.Alfonso y cuídese mucho.
ResponderEliminar( Perdón una vidio_llamada)
ResponderEliminar