ESTAMPA CAUDETANA.
EL MONUMENTO.
EL MONUMENTO.
Desde ayer por la mañana, la plaza del Conde del Valle Súchil de la Villa de
Madrid, capital del Reino de España, se encuentra vestida de gala porque, en
ella, se honra a un puñado de héroes españoles, LOS SOLDADOS DE BALER entre los
que estuvo un cabo de esta Real Villa de Caudete, JOSÉ OLIVARES CONEJERO.
Al acto asistieron los miembros entusiastas de LA ASOCIACIÓN LOCAL DE AMIGOS DE LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS que mantuvieron el imperio español hasta su último momento. Bueno, no, su último momento vendría marcado cuando un innombrado militar en ninguna crónica ni acto público celebrado en referencia y para honrar la gesta del destacamento de Baler en la isla de Luzón a «LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS» salió, este oficial del ejército español, de Filipinas, con un subalterno, que, amparados por la oscuridad, en medio de una noche, a bordo de un destructor americano. Este militar, el último, el capitán NARCISO HERRERA CORONADO, con un soldado a sus órdenes, fueron, propiamente, los ÚLTIMOS DE FILIPINAS. Habían pasado dos años desde que los valientes de Baler, sin rendir armas y rindiéndoseles honores por el ejército filipino, salieron del infierno que fue la resistencia de un asedio sin cuartel que se prolongaría durante 11 meses, y fue entonces cuando los últimos soldados patrios dejaron atrás, poniendo fin a un imperio donde, por espacio de cuatro siglos, no se ponía el sol. Y tuvo que ser, así, en medio de la noche, para que el sol no sintiera vergüenza cuando un grupo de indígenas les bajaron, a escondidas, desde la profundidad de la selva, hasta el puerto donde aquel militar, se presentó al comandante del barco de guerra americano, en calidad de oficial del ejército español, solicitando asilo para él y para su subalterno. Lo que les fue concedido.
No debieron ser malas personas ni él, NARCISO HERRERA CORONADO, ni su soldado asistente cuando un poblado de aborígenes les dio cobijo y defensa durante dos años contra las partidas de soldados tagalos que peinaban la selva eliminando a cualquier soldado español que encontraran ocultos en la espesura de la selva. Y es que, como ocurriera en otros destacamentos, como el de Baler, ayer homenajeado en Madrid por las fuerzas armadas, por el Ayuntamiento y por asociaciones de amigos de LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS, la necesidad de aprovisionamiento les obligaba a salir a por provisiones. Una vez no pudieron entrar y se introdujeron en la selva donde no llegaron a conocer lo del armisticio y allí permanecieron hasta que fueron informados de la presencia de la nave americana anclada en un puerto.
En la nave americana fueron trasladados hasta San Francisco. Desde allí, en diligencias, hicieron el viaje de 8.000 klms. hasta Nueva York donde fueron embarcados para España.
Fueron recibidos por el Ministro de la Guerra que, al conocer el grado de formación universitaria del oficial llegado de Filipinas y su valía, le retuvo como su secretario personal con el encargo de que pusiera orden en su despacho, un trabajo árduo porque, aquel despacho, era un pozo sin fondo donde venían cayendo los documentos y noticias llegadas desde las hundidas fronteras del que fuera gran imperio español hasta aquellos los años finales del siglo XIX.
Concluída satisfactoriamente su encomienda, pidió ser licenciado. El ministro de la Guerra accedió y, tras ascenderle a CAPITÁN DEL EJÉRCITO, le licenció, no sin antes nombrarle CAPATAZ DE CAMINEROS DE LAS CARRETERAS DE TOLEDO.
(Fuente: El Cuaderno de Familia escrito por el oficial, que ha venido trasmitiéndose oralmente en familia, en mi familia, porque aquel soldado español con destino en Filipinas HASTA 1901, fue MI ABUELO PATERNO, EL CAPITÁN NARCISO HERRERA CORONADO.
Nota: Desafortunadamente, aquel cuaderno, desapareció, físicamente, en los primeros meses de la guerra civil española de 1936).
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
14.1.2020. Martes.
Al acto asistieron los miembros entusiastas de LA ASOCIACIÓN LOCAL DE AMIGOS DE LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS que mantuvieron el imperio español hasta su último momento. Bueno, no, su último momento vendría marcado cuando un innombrado militar en ninguna crónica ni acto público celebrado en referencia y para honrar la gesta del destacamento de Baler en la isla de Luzón a «LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS» salió, este oficial del ejército español, de Filipinas, con un subalterno, que, amparados por la oscuridad, en medio de una noche, a bordo de un destructor americano. Este militar, el último, el capitán NARCISO HERRERA CORONADO, con un soldado a sus órdenes, fueron, propiamente, los ÚLTIMOS DE FILIPINAS. Habían pasado dos años desde que los valientes de Baler, sin rendir armas y rindiéndoseles honores por el ejército filipino, salieron del infierno que fue la resistencia de un asedio sin cuartel que se prolongaría durante 11 meses, y fue entonces cuando los últimos soldados patrios dejaron atrás, poniendo fin a un imperio donde, por espacio de cuatro siglos, no se ponía el sol. Y tuvo que ser, así, en medio de la noche, para que el sol no sintiera vergüenza cuando un grupo de indígenas les bajaron, a escondidas, desde la profundidad de la selva, hasta el puerto donde aquel militar, se presentó al comandante del barco de guerra americano, en calidad de oficial del ejército español, solicitando asilo para él y para su subalterno. Lo que les fue concedido.
No debieron ser malas personas ni él, NARCISO HERRERA CORONADO, ni su soldado asistente cuando un poblado de aborígenes les dio cobijo y defensa durante dos años contra las partidas de soldados tagalos que peinaban la selva eliminando a cualquier soldado español que encontraran ocultos en la espesura de la selva. Y es que, como ocurriera en otros destacamentos, como el de Baler, ayer homenajeado en Madrid por las fuerzas armadas, por el Ayuntamiento y por asociaciones de amigos de LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS, la necesidad de aprovisionamiento les obligaba a salir a por provisiones. Una vez no pudieron entrar y se introdujeron en la selva donde no llegaron a conocer lo del armisticio y allí permanecieron hasta que fueron informados de la presencia de la nave americana anclada en un puerto.
En la nave americana fueron trasladados hasta San Francisco. Desde allí, en diligencias, hicieron el viaje de 8.000 klms. hasta Nueva York donde fueron embarcados para España.
Fueron recibidos por el Ministro de la Guerra que, al conocer el grado de formación universitaria del oficial llegado de Filipinas y su valía, le retuvo como su secretario personal con el encargo de que pusiera orden en su despacho, un trabajo árduo porque, aquel despacho, era un pozo sin fondo donde venían cayendo los documentos y noticias llegadas desde las hundidas fronteras del que fuera gran imperio español hasta aquellos los años finales del siglo XIX.
Concluída satisfactoriamente su encomienda, pidió ser licenciado. El ministro de la Guerra accedió y, tras ascenderle a CAPITÁN DEL EJÉRCITO, le licenció, no sin antes nombrarle CAPATAZ DE CAMINEROS DE LAS CARRETERAS DE TOLEDO.
(Fuente: El Cuaderno de Familia escrito por el oficial, que ha venido trasmitiéndose oralmente en familia, en mi familia, porque aquel soldado español con destino en Filipinas HASTA 1901, fue MI ABUELO PATERNO, EL CAPITÁN NARCISO HERRERA CORONADO.
Nota: Desafortunadamente, aquel cuaderno, desapareció, físicamente, en los primeros meses de la guerra civil española de 1936).
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
14.1.2020. Martes.
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.
Enhorabuena por tu honorable abuelo. Reconocido por sus méritos y lealtad.
ResponderEliminarEnhorabuena por un abuelo bueno.
Nuestros antepasados ilustres y menos ilustres que han sido fieles en sus vidas dando lugar a su descendencia.
Por nuestros antepasados estamos hoy aquí,por su trabajo y generosidad.
Con una oración por ellos,un día estupendo,Padre.
Gracias por tu compartir familiar.
ResponderEliminarMuy buenos días, P. Alfonso, enhorabuena por su abuelo por su valentía y lealtad, siempre es bueno que se reconozcan los grandes méritos de las personas y que algún familiar como usted pueda disfrutar del reconocimiento, las casualidades de la vida, que usted haya llegado hasta aquí donde también un caudetano fue compañero de su abuelo. Que tenga un buen día.
ResponderEliminarBuenos días. Muy merecido homenaje a estos héroes y ya era hora de que se les haga este reconocimiento . Los caudetanos nos sentimos orgullosos del Cabo Olivares y usted como no de su abuelo que casualidades de la vida también estuvo pasando penurias por aquellas tierras . Muy bien ese monumento y ese recuerdo a todos ellos .
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