El Silencio se Vistió de Blanco

ESTAMPA CAUDETANA.
EL SILENCIO SE VISTIÓ DE BLANCO

Se levantó pronto Gloria, la sastre, me ha dicho quien la vio enhebrar la aguja para dar las puntadas en el vestido blanco que iba a preparar lenta y pausadamente a la Real Villa de Caudete  para que apareciera, cuando se abriera el día, toda vestida como una novia y, la verdad, Gloria, se portó. Sin una queja por lo pronto que se puso a trabajar y en el silencio más absoluto, fue dando puntada tras puntada al precioso vestido de un blanco impoluto.
Cuchicheaban por lo bajo, por lo muy bajo, las tórtolas, los mirlos y los muchos tejaínos que encuentran acomodo en los cipreses del claustro del convento de San José (El Carmen). Posiblemente se percataron de que lo que llevaba entre manos Gloria, la sastre, era de suma importancia y no querían, en modo alguno, distraerla con su canturreo previo a que se instalara el sol en todo lo alto o puede que estuvieran confusos porque el sol, que siempre suele aparecer temprano para abrirles los espacios por donde ellos podrían moverse a placer en busca de un desayuno reconfortante a base del buen cereal que el P. Ángel deposita en los comederos de las gallinas cuando sale del convento, sin ser de día, para reunirse con las Madres Carmelitas de Clausura en la celebración festiva de la Eucaristía o quizá porque, tal como se presentaba el día, no querían dar a los frailes, que tan amablemente les hospedan, la matraca. Claro que si vale mi opinión yo creo que si no armaban ayer mañana el jolgorio que arman todos los días cuando el día empieza a correr las cortinas, se debió a que se encontraron con unas cosas que parecían sabanitas de color blanco de la que no tenían noticia y, claro, sorprendidicos, callaron y no se movieron de la ramita donde estaban bien sujetos, eso sí, sacudiéndose de poco en poco porque al abrirse las ramas de los cipreses por el peso que soportaban, dejaban espacio libre a esas cosas que llegaban a posarse encima de ellos. Y como el espacio por donde tenían que volar estaba llenito de esas cosas, no podían echarse alégremente a volar.
Y guardaban silencio y su SILENCIO SE VISTIÓ DE BLANCO. Una tórtola que, por lo que fuere se vio obligada a dejarse caer fue a aterrizar mojadita y ateridita de frío  en uno de los pretiles del claustro. Estaba asustadica. Quise hacerle una foto pero el animalito se echó a volar de un lado a otro del claustro y lo pasó mal porque los tejados ya se estaban probando el vestido que llevaba muy adelantado Gloria, la sastre, y por miedo a mancharle o por miedo a no saber dónde iba a poner sus patitas, levantó más el vuelo y se perdió entre la cortinica de cosas ignotas, para ella,  que, cayendo del cielo, salpicaban todo el espacio por donde aquella tortolica, aterida de frío, y, además, asustadica, la pobre, estaba más que acostumbrada a volar.  Sí, la tortolica estaba descompuestita. ¡Qué sería de ella!

- No, ayer por la mañana no nos despertaron los pararitos que duermen en los cipreses que crecen, buscando el cielo, en el claustro del convento. Y no lo hicieron porque la copiosa nevada que estaba dejando caer la fresca borrasca Gloria sobre Cadete, vistiéndolo de blanco, les tenía confundidos y, además, porque no veían el modo de ir a buscarse el desayuno y, al no poder hacerlo aguantaban, los pobres, y se daban cuenta unos a otros de lo enfadados que estaban, eso sí, muy bajito, sin levantar el tono.

- Mediada la mañana la borrasca Gloria se cansó de esparcir copos, algunas veces verdaderas sábanas, y se puso a dejar caer lagrimones sobre la blanca capa con la que había cubierto a toda la Real Villa y a toda esta zona, sumiéndola en un impás roto, solamente, por los jovenzuelos que, disfrutando de un día de vacación, se entretenían a lo grande, armando una guerra de guerrillas a base de lanzarse, unos a otros, proyectiles de nieve prensada con sus manos.

Recibe mi saludo, mis

      ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
21'1.2020. Martes.

P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.