ESTAMPA CAUDETANA.
LA ILUSTRACIÓN DE LA FÁBULA.
En la segunda carta del apóstol San Pablo a los fieles de Tesalónica, en el capítulo 3,10-15, apercibe a aquellos discípulos del norte de Grecia, acerca de la necesidad que tienen de emplear los dones que Dios les ha concedido en bien propio y de los demás y hace una afirmación tajante:
" El que no trabaje que no coma".
Unos siglos antes, el fabulista Esopo, que muere en el 567 a.C., por lo tanto vivió a caballo entre los siglos VII y VI a. de C. Escribió la fábula de "La Hormiga y el Escarabajo" que, luego, Jean de la Fontaine, en Francia, y nuestro Félix María Samaniego, retomaron y se sirvieron de la intención del fabulista griego para ilustrar, pedagógicamente, el deber de comprometerse con un quehacer para beneficio propio y, en su caso, para justificar el hecho que trae consigo el no hacerlo, el no trabajar, que no es otro que el propio fracaso, la muerte.
En todo eso pensé yo cuando, al iniciar mi paseo vespertino, uno de estos días de atrás, observé el cadáver de un grillo, de una chicharra, insecto que pertenece a la gran familia de los ortópteros, según recuerdo de mis estudios de Ciencias Naturales en aquel tercer curso de Bachiller de la Ley de 1947 vigente cuando yo ya contaba 13 añitos en 1958. A pocos centímetros de la puerta de la piscina climatizada con la que cuenta está Real Villa de Caudete. Allí permanecían los restos del pobre bichico, tiesos, inmóviles, eso sí, boca abajo con sus patitas recogidas bajo su cuerpecico.
Presumo que, como nos relata la fábula de "La Hormiga y de la Chicharra" le llegó, a esta última su momento de fenecer porque, a lo largo de los meses del estío caudetano, estuvo muy alegremente entretenida frotando sus élitros, haciendo propaganda de sí misma, ante posibles hembras de su especie, en lo alto de los olmos pumila que dan sombra al aledaño paseo Luis Golf y, al hacerlo, dan refrigerio a los villanos que en ella, en su sombra, encuentran cobijo.
La hormiga no aparecía por allí. Con toda seguridad andaría, de un lado a otro, haciendo acopio y almacenamiento de comida para los meses de invierno. Y, seguro estoy de que de no ser retirado su cadáver por los oficiales de la limpieza, sería el batallón de hormigas necrófilas las encargadas de desmembrarlo y transportarlo a su almacén.
El triste cadáver de una chicharra, como aquel otro del que nos habla la fábula ilustrativa y educadora, me sirve a mí, en el día de hoy, para enviarte mi saludo,mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
2.10.2025. Jueves. (C. 2.358).
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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