ESTAMPA CAUDETANA.
EL MEJOR PROTECTOR.
Ayer se me adjudicó, nuevamente, la suplencia al capellán de la Residencia de Mayores de esta Real Villa por encontrarse, éste, ausente.
Durante la celebración de la Eucaristía me fijé en el paño de la pared lateral de la izquierda de la capilla donde, en una peana, se encuentra situada la sagrada imagen del GRAN PROTECTOR y digo GRAN por que no podía ser de otra manera aquel que fue seleccionado para llevar a cabo la labor tan grandiosa de proteger, de vigilar y de alentar el desarrollo humano del Hijo de Dios, Jesús, pues se vistió de capa humana para llevar a efecto una comunicación cercana, cálida, directa, con el ser humano por el camino más acertado y adecuado para establecer la comunicación de Dios con el hombre, la encarnación de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, su Palabra. Y ésta se llevó a efecto en la casa de ÉL, del Buenazo de José.
Poco se dice de él fuera de que "era un varón justo" (Mt. 1,19-20) y, justo, en sentido bíblico es decir: perfectísimo, estupendísimo, todos los ísimos que califican positivamente a un ser humano le son propios a él. Pero sus hechos hablan elocuentemente de su compromiso y de su buen hacer no hay más que mirar y escuchar a Aquel que creció en su casa bajo sus auspicios para darse cuenta de la labor tan impresionante se llevó a efecto al ser capaz de transmitir en el corto espacio de tres años todo un mensaje divino para el ser humano.
El apóstol San Pablo nos dice que el Hijo de Dios que tomó la naturaleza humana en una sencilla casa de un carpintero en Nazaret: "aprendió a ser obediente hasta la muerte y ésta de cruz" ( Film 2,8)
Y, ¿quién la enseño el camino? ¿quién le educó? ¿quién le formó? El evangelio de Lucas nos dice que, después del episodio del templo, bajó con ellos a Nazaret donde fue "creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia para Dios y los hombres" (Lc 2,51-52). Y ¿quién le fue enseñando a sacar de la hondura de sí mismo ese potencial tan inmenso que existía en la personica de Jesús? No fue otro que él, José, el carpintero de Nazaret, el marido de María, la Madre del Señor, que junto con Ella esculpieron la más grandiosa de las figuras humanas con la que vistieron de hombre a la realidad divina que se nos había acercado encerrada en la persona de Jesús. "El Hijo del carpintero" (Mt 13,55), que así lo llamaban las gentes de Nazaret.
Se da por supuesto, pues nada se nos indica en los evangelios, que José, cumplida su misión de GRAN PROTECTOR del Hijo de Dios hecho hombre, pasaría al Seno de Abraham sin ser testigo del atroz fin humano de Aquel que le fue encomendado. Razón por la cual, se tiene por seguro que entregó su alma a Dios Uno y Trino en la Segunda de las Personas, en presencia de Aquella, María, su esposa con la que había compartido el avatar humano del Hijo de Dios. Y es por ello porque el buenazo de San José es el PATRONO DE LA BUENA MUERTE y el mejor acompañante de todo ser humano siempre, pero de modo particular en la etapa final de su vida.
Esos pensamientos corrían de un lado a otro de mi mente al tiempo que le pedía que acompañara a todos los ancianicos que viven su madurez humana en la Residencia de Mayores de la Villa.
Doy por seguro que no serán pocos los habitantes de la Residencia los que se detendrán un ratito en su caminar, a veces, inseguro o montadicos en sus sillas con ruedas o ayudados de su tacata, delante de la Sagrada Imagen del Patriarca José, el humilde carpintero de Nazaret, que experimentó el gozo de dejar su alma en las manos de Dios mientras se fundía con Él y con María, su esposa, en un abrazo inenarrable, "charrando" de sus cosas y pidiéndole que les eche una mano para solucionar éste o aquel achaque.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
6.5.2025. Viernes. (C. 2.254).
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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