viernes, 23 de febrero de 2018

ESTAMPA CAUDETANA. El Pimpollo de Almendro



ESTAMPA CAUDETANA
EL PIMPOLLO DE ALMENDRO.


Como cada tercer miércoles nos hemos dado cita  en los ámbitos de la ciudad del silencio. Sí, hemos salvado el largo trecho físico que separa la ciudad de los vivos de la ciudad del silencio. No nos reunimos para copiar su silencio en un corto lapso de tiempo de 2 o 3 minutos, como se suele hacer a la puerta de lugares oficiales o en grandes concentraciones de gentes en eventos deportivos o de manifestaciones de toda índole, para expresar un sentimiento de repulsa ante un hecho deplorable, para luego dejarles allí quietos, mudos porque ya no nos aportan nada para este lado de la existencia, de la que se retiraron tras haberse vaciado, dejando a este lado sus trabajos, sus logros, sus compromisos cumplidos, su parte en la construcción de la ciudad, de la vida. Y, ahora, permanecen en silencio, apartados, a un lado, para no molestar a los que seguimos en la brecha, a las nuevas generaciones. Nos hemos reunido, como cada tercer miércoles de mes para presentárselos a Dios  para pedirle a Dios que aquellos que una vez anudó a nuestro querer y que con nosotros llenaron la página de su vida y que ahora, agotados, sin fuerzas rindieron viaje, duermen, a la espera de despertar, en este cementerio (dormitorio).

La esquila, movida con firmeza por Domingo, el sacristán de San Francisco, envía su sonoro tintineo por las calles entre torres de nichos y  sale a las parcelas sembradas de tumbas tras revotar en los mausoleos familiares. Se deja oír  su agudo sonido en todo en cementerio. Llama a misa. Son las diez horas. Comienza la Eucaristía: En el nombre del Padre... todos, vivos y difuntos, sus hijos, celebramos, a impulso del Espíritu Santo, el triunfo de la vida sobre la muerte en Cristo RESUCITADO. Celebramos la EUCARISTÍA QUE ES EL PASO DE LA MUERTE A LA VIDA EN PLENITUD.

Concluido el encuentro de los hijos de Dios, de los que caminamos y de los que ya se fueron en el SACRIFICIO DE LA EUCARISTÍA, desandamos el trecho que separa ambos lados de la vida. Volvemos al pueblo, a los quehaceres.

Frente a la puerta de entrada, al otro lado del camino que lleva a los cuatro puntos cardinales, se encuentra él, UN RETOÑO DE ALMENDRO. Sus ancestros, un buen tronco hundido en la dura tierra, muerto con la muerte que le dio con sus armas el fluir del tiempo. Desnudo de aquellas ramas que se cubrían, en otros tiempos, de flores con el primer sol despejado por fríos aires invernales. De ramas verdes con el color verde de las hojas que las vistieron en primavera y ahítas de fruto, almendras hechas en la canícula veraniega. Desnudo, sí, pero no muerto. Mírale. Te he traído su renuevo. Te le he traído FLORIDO. Le he sorprendido en una mañana despejada, soleada, pero desapacible, por fría, que es cuando florecen los almendros. Aprendió el retoño la lección de su progenitor que se hunde y desaparece en la tierra y que REVIVE EN ÉL animado por un sol que da el pego porque no calienta, como sería de desear, y batido por un aire frío que nos trae noticia de los hielos y de las nieves a los que acaricia antes de venir por aquí.
Cuando le vi al salir del cementerio, lo desapacible del momento no hizo mella en mi, desapareció como por ensalmo. Sólo un pensamiento me ocupaba por entero: ¡RENACE LA VIDA! Aquella canción de esperanza me envolvió todo:
¿«Dónde está, muerte, tu victoria»?
¿«Dónde está, muerte, tu aguijón»?
«La muerte no es el final del camino,»
La muerte, no manda!

El renuevo de almendro iluminó toda la ciudad del silencio. Los que allí descansan no han llegado al final del camino, como tampoco llegó al final el viejo almendro. Los que allí permanecen ahora, están llamados a resurgir, como el pimpollo de almendro que luce sus galas de vida, al florecer, frente a las puertas de la ciudad, mal denominada, de los muertos.

¡Todo un símbolo!
Sí señor,
¡¡TODO UN SÍMBOLO!!
Sí señor,
¡¡¡TODO UN SÍMBOLO DE VIDA!!!

Compañero de camino, ¡escúchame! Te saludo,

         ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
23.2.2018 P. Alfonso Herrera. O. Carmelita

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