domingo, 22 de abril de 2018

La Fiesta de Oro


ESTAMPA CAUDETANA.
LA FIESTA DE ORO.



Terminé yo el día barriendo.
Las luces de la calle alumbraban mi actividad postrera. Acababa de llegar a casa tras la celebración de la última Eucaristía de víspera del domingo cuando, al pasar por delante de la puerta de nuestra iglesia del convento de San José, patiné y casi doy con mi humanidad por los suelos. Había pisado una especie de alfombra confeccionada por multitud de granos de arroz, y yo, que llevaba unas pantuflas Indias... casi doy contra suelo. Entré en casa, dejé la carpeta de los elementos litúrgicos dentro del claustro, sobre el brocal de lo que parece un pozo  pero que no lo es.  Es simplemente la salida de las humedades de la cueva que está excavada debajo del claustro ( alguna vez te hablaré de ella).
Me proveí de una escoba y de un recogedor y, barre que te barre,  dejé la puerta de la iglesia de nuestro convento de San José, la acera y un trozo de calle limpios de esos granos de arroz para que otros que pasaran detrás de mí no tuvieran un percance desagradable. Y es que en este pueblo hoy, por ayer, había sido la fiesta del oro entendiendo por oro la acción de gracias que tres matrimonios con 50 años de amor, de trabajo, dedicación, esfuerzo, de sufrimiento, a veces de alegrías y de gozos, de logros, de escalar la cumbre de haber madurado como personas, alcanzada por el compromiso y la entrega del otro, juntos daban gracias a Dios por su 50 aniversario, en sus bodas de oro.
Una tuvo lugar en la parroquia de Santa Catalina, la catedralita del pueblo. Otra renovó sus votos en la sencilla y humilde ermita de Santa Ana, que se encuentra situada en lo más alto de la villa y la tercera y última en llevar a efecto la renovación de su compromiso matrimonial, tuvo a bien celebrarla a los pies de la Virgen Nuestra Madre del Carmen en la iglesia de nuestro convento de San José.
Cada pareja con la misma ilusión pero con gran diferencia por las circunstancias que concurrían entre aquel día y este, entre la boda celebrada aquel entonces y la renovación de los esponsales en el de hoy.

Entonces dos jóvenes hacían « holocausto»  de su individualidad de su singularidad de su soltería» y las parejas de hoy provectas, con una figura un tanto redondeada y con unas cabezas blancas como el armiño,  y acompañados por un nutrido grupo de hijos nietos y algún bisnieto .
Sí, ciertamente se da una gran diferencia entre los jóvenes que se comprometieron hace  50 años y los que hoy los renuevan, 50 años después, celebrando sus bodas de oro de aquel primer compromiso.
La pareja que celebró sus efemérides gozosas en nuestra iglesia conventual se acercaron ayer por la tarde para que les pusiera yo de blanco en el sacramento de la Penitencia, es decir, vinieron a dejar a los pies del altar la pátina que se les fue adhiriendo, a su ilusionado proyecto, a lo largo de estos 50 años: deficiencias, fallos, olvidos, que, por debilidad humana habían salpicado su compromiso inicial.
El Espíritu Santo que les había unido en santo matrimonio, en el día de ayer, les limpio  la pátina acumulada a lo largo del tiempo. A éstos, a esta alegre pareja, es a la que, a su salida del templo arrojaron puñados y más puñados de arroz. Sí, ese que es el que estuvo a punto de llevarme al suelo y que, a mí vez, barrí dejando expedita la puerta de la iglesia un buen trozo de la cera y de parte de la calzada de la calle.

Con el adorno floral de la Iglesia de Santa Catalina te adjunto mi saludo, mis

          ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
22.4.2018 Domingo. P. Alfonso Herrera. O. C.

No hay comentarios:

Publicar un comentario