ESTAMPA CAUDETANA.
DESPEDIMOS A MARÍA GRACIA.
DESPEDIMOS A MARÍA GRACIA.
Ayer acompañamos a Pedro Ortuño, también a su familia.
Pedro es un sacerdote caudetano y antes de que el Obispo le nombrara Rector del Seminario de Albacete, había ido a servir a sus hermanos en el país más pobre de África y tras forjar su alma en el compartir poco o nada material pero sí su tiempo y una esperanza sin fronteras, le traen para que la siembre en puestos pastorales de vanguardia hasta que el Obispo pone en sus manos la esperanza sacerdotal de la diócesis, los jóvenes que se forman en el seminario.
La noche de antes de ayer fue como tantas y tantas de los últimos tiempos en que su madre andaba ya muy caidita, a punto de cumplir los 100 añitos. La levantaron, la asearon y ella pidió que le sirvieran el desayuno. En esas estaba cuando el bueno de Pedro se montó en su coche y puso rumbo a sus quehaceres pastorales y seminarísticos en Albacete. No llegó a bajarse del coche en la capital porque su hermano le puso al corriente:
«la madre se nos ha ido».
48 sacerdotes, dos diáconos y tres seminaristas mayores, con el Obispo Don Ciriaco al frente, le acompañamos a él y familia en el funeral de cuerpo presente.
«Y es que, decía el Sr. Obispo, cuando se muere la madre de un sacerdote, se muere, también un poco, la madre de los demás sacerdotes.
Jamás se vio en Santa Catalina tanto clero presidido por su Obispo, junto al clero local, hubo uno que vino desde Madrid. Varios lo hicieron de las diócesis cercanas de Alicante y Valencia y, el resto, del presbiterio albaceteño. Gran cantidad de gentes procedentes de las parroquias por donde ha ido pasando también se dieron cita hoy en CAUDETE para orar con él porque se le había marchado la madre.
La música que nos hablaba, desde el pentagrama, de Pascua triunfal, de esperanza, de vida... corría a cargo de tres miembros del Camino Catecumenal (Kikos).
El Sr. Obispo en su homilía nos habló del amor de una madre por sus hijos y nos dijo que Dios se movía también por esos parámetros, pero, claro, a su medida. Nos vino a decir que el amor de una madre refleja a las mil maravillas EL AMOR DE DIOS y así nos recordó aquello del profeta:
«Aunque una madre se olvidare de su hijo, (cosa impensable, nos decía el Obispo) Yo no me olvidaré jamás» (Is. 49-15).
- Sí, fue un encuentro de fe y oración compartidos con Pedro Ortuño y familia, un encuentro en el que, de acuerdo con la fe, lo que celebramos no es un acontecimiento luctuoso, sino gozoso porque, como nos dice la Palabra revelada:
Ap. 22,4-5 «...Ya no habrá más noche, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará luz sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos»
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Desde un dolor compartido pero abierto a una esperanza luminosa y sin recovecos, te hago llegar, hoy mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
17.5.2018 Jueves, P. Alfonso Herrera. O. C.
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