lunes, 7 de mayo de 2018

Primeras Comuniones



ESTAMPA CAUDETANA
PRIMERAS COMUNIONES

Ayer amaneció un día radiante. Ya se encargaron las nubes el día anterior de darle un baldeo al pueblo. Esparció generosamente OCHO litros de agua intra ópidum y extramuros,  por todo el predio.
Así que el sol no tuvo ninguna dificultad a la hora de iluminar cada una de las calles y plazas de este pueblo. También puso  a tono el camino que conduce a la parroquia de San Francisco para que los 10 niños que iban a tomar LA PRIMERA COMUNIÓN llegarán, luciendo sus galas, además de sus vestidos impolutos, las otras prendas, la hermosura, el candor de los pocos años, la simpatía, la alegría, el gozo que se les escapaba por cada uno de sus poros, la inocencia, la felicidad, hasta la parroquia de San Francisco.
Sí, la parroquia  de San Francisco se vistió de gala, toda en florada, para recibir a 10 de sus niños que se acercaban por primera vez a tomar a Jesús Sacramentado. Para hoy, por ayer, tenían fijado el encuentro con el AMIGO JESÚS SACRAMENTADO, con AQUEL que a todos trata por igual y a nadie mira de arriba abajo, si no a los ojos, de tú a tú, como compañero de camino. Eso les decía desde el Evangelio: «vosotros sois mis amigos por eso os digo todo lo que me ha dicho el Padre.  Y lo que me ha dicho el Padre es que os quiere que os ama y os lo demuestra con mi cariño, con mi amor qué es hasta el fin.  Por eso YO os pido a vosotros que os améis los unos a los otros como yo os amo, como el Padre os ama y como el Espíritu Santo os ama. Y, así, sigue diciendo Jesús, seréis felices y estaréis contentos.
Sí, ayer la Parroquia de SAN FRANCISCO estuvo de fiesta. Mejor, fue una fiesta, porque 10 niños tomaban su Primera Comunión y ya pueden acercarse a LA MESA DEL SEÑOR como cualquier persona mayor.
Fueron siete niñas primorosas y tres chavalitos.
Sus padres y familiares entraron primero en la iglesia y ellos esperaron fuera, a la puerta. Hecha la introducción al acto litúrgico por Juan, el maestro de ceremonias, dieron comienzo la entrada solemne, pausada, de dos en dos, las caras de los papás y los abuelos eran poemas, no escritos, con la mejor de las rimas, con la del amor.  Algún que otro lagrimón se abría paso carrillo abajo, hasta saltar hecho goticas, al chocar con el mármol del suelo. Otros empapaban pañuelicos de papel que arrastraban, de paso,  oscuridades del rímel humedecido.
Llegados que fueron al presbiterio, cinco se colocaron a mi derecha y los otros cinco lo hicieron a mi izquierda. Ahí los ves por gentileza de la mamá de Álvaro que fijó el cuadro en la imagen que te adjunto.
Acallados que fueron los murmullos del gentío que abarrotaba la pequeña iglesia, di comienzo a la ceremonia EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO cediendo seguidamente la palabra a GLORIA, la catequista que fue presentando uno a uno a todos los niños a la concurrencia.
Fue emotivo el rito de la bendición del agua para, asperjados con ella, los niños y todos los fieles, rememoraran su propio bautismo.
Tras la homilía, ELLOS, ya por sí mismos, hicieron su profesión de fe, aquella que hicieran, en su nombre, sus papás y padrinos, cuando les bautizaron de pequeñicos.
A la hora de presentar las ofrendas, que ellos habían acercado hasta el altar, les pedí que se acercaran al altar y rodeándole les ofrecí al Señor junto con el pan y el vino.
No faltó momento en que tuve que pedir a los fotógrafos que pararan pues me estaban pisando el terreno movidos por el afán de sacar y sacar fotos y más fotos y metros y más metros de vídeo.
Impresionaba ver a cada criatura jalonada por sus padres, recibir al Señor Sacramentado, tras haberse fundido con ellos, momentos antes, en un abrazo, dándoles LA PAZ.
Rezada la última oración y antes de bendecir a todos los asistentes, una niña, puesta al micrófono, leyó una acción de gracias a las madres por ser ayer EL DÍA DE LA MADRE. Al acabar la lectura sonó un estruendoso aplauso. No era para menos. Era, sí, el día de las Primeras Comuniones. Pero, era también, EL DÍA DE LA MADRE.
A ELLAS Y AL FRUTO DE SU AMOR también las felicité yo.
Cuando salía yo del templo porque otros quehaceres me esperaban, la FIESTA CONTINUABA, la parafernalia estaba en su punto álgido. Los telefonillos ponían luz a los niños solos y acompañados por familiares, para fijar el instante.
Yo, por mi parte, coloqué en las manos de una niña, el centrico de flores del que habían hecho ofrenda, e impresioné la imagen que te ofrezco.
 Busca bien porque en él te va mi saludo, mis

          ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
7.5.2018 Lunes. P. Alfonso Herrera. O. C.

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