miércoles, 2 de mayo de 2018

Santa Bárbara





ESTAMPACAUDETANA
SANTA BÁRBARA.


En lo alto de la sierra de La Oliva hay una capilla dedicada a Santa Bárbara. Una cofradía presidida por Joaquín se encarga de la custodia y de cuidarla con atención esmerada.
En dependencias aledañas  al pequeño templo encuentran acomodo quiénes van a visitarla o a pasar un fin de semana lejos del mundanal ruido contemplando el mundo, representado en el pueblo de Caudete, allá abajo, en el fondo del valle. También hay gente deportista que les gusta hacer senderismo por el monte entre los molinos de viento generadores de energía limpia y que se levantan sobre el monte como crestas de gallináceas. Éstos piden la llave de los aposentos al presidente de la Cofradía para encontrar acomodo en los momentos de descanso.
 La fiesta en honor de esta virgen mártir del siglo III° está fijada en el calendario el día 4 de diciembre pero, al ser una fecha enclavada en puro invierno y estar la capilla situada a 1000 metros de altura no es infrecuente verla cubierta de nieve e incluso batida por fuertes vientos que hacen inviable el peregrinaje para la honra y culto de la Santa de las gentes del pueblo de Caudete que la profesa una tierna devoción y, al mismo tiempo firme,  por esta mujer que supo y quiso entregar su vida a Cristo Jesús a manos de su propio padre. Por eso, la cofradía, ya desde muy antiguo y presionada por la instauración de nuevas leyes laborales, busco una fecha en que pudiera llevarse a efecto con plenas garantías la ascensión y culto, el peregrinaje, para honrar a la Santa. Tras varios intentos se decidió fijarla en el primero de mayo aprovechando el día festivo.

Los más ancianos del lugar cuentan que por la vereda que, dando una gran vuelta a la sierra, asciende hasta casi la cumbre subían carros tirados por caballerías y engalanados con profusión, con gentes de toda clase y condición para pasar el día a la vera de la Santa. También lo hacían subiendo a pinrel por un camino zigzagueante por la zona central mucho más corto, pero, también, más empinado y costoso.
En los tiempos en que me hablaban los ancianos del lugar, todo el pueblo iba de romería para celebrar activamente en todo lo alto y por todo lo alto la fiesta en honor de Santa Bárbara. Hoy en día, me dicen, dista mucho de igualar el número de peregrinos al de aquellos tiempos pero al subir yo hoy por primera vez hasta lo alto he podido ver mucha gente por el camino me llamó singularmente una peregrina en especial, una niñita en su carrito de ruedas empujado por una mujer joven que, con toda seguridad, sería su mamá.

La sombra del reloj de sol, situado en la fachada de la ermita, pasaba ligeramente, como un dedo, del número 10 (el reloj en la muñeca indicaba las 12,20 horas) cuando el Rvdo. Párroco P. Luis Torres Pérez, ayudado en su quehacer litúrgico por Charito y por José Antonio, como monaguillos, daba comienzo a la Eucaristía en honor de San José Obrero y de Santa Bárbara. El altar se había dispuesto por los cofrades delante de la puerta de la ermita frente al cual y, en corona stancium, se encontraba un centenar de peregrinos de todas las edades. Al frente, sierras que dejaban ver, por entre sus picos, la curvatura del mar en el horizonte y, abajo, en el fondo del valle, el pueblo de CAUDETE. En aquel instante
vino a mi memoria aquella vez en que Jesús multiplicó cinco panes de cebada y dos peces que tenía en su zurrón un zagalico que cuidaba su rebaño por aquellos lugares. El Evangelista Juan nos dice que era primavera, como ahora, con mucha hierba en el campo, como ahora, que daba gusto verla toda florecida y con un aroma que lo llenaba todo debido a la mezcla de los perfumes que exhalaban los millones de flores que tapizaban las laderas de La Sierra de la Oliva.
Finalizada la Eucaristía, el sacerdote, flanqueado por los monaguillos, Rosario portaba el acetre con el agua bendita, procedió a bendecir los campos del valle, muchos de ellos ya vestidos de primavera, donde se levanta el pueblo de Caudete. Al terminar los cofrades de recoger todo, el reloj de sol de la fachada de la ermita nos decía la hora: su sombra estaba situada entre las 11 y las 12 y justo en el reloj de mi muñeca leía yo las 13 y 20 horas.
Nos hizo un día expléndido. El sol no nos falló a pesar de que por la tele se nos venía diciendo que habría tiempo inestable con ruido de truenos y todo (no tuvimos que «acordarnos de SANTA BÁRBARA» porque no tronaba. No podía ser de otra manera en el día de su fiesta). Pero no, el sol se portó como lo que es, un caballero y, allí arriba, hasta nos estorbaba un tanto, porque venía con mucho ardor.
Temíamos, también, que en las alturas soplara un viento fuerte y molesto. Pues nada de nada, se mantuvo quieto, encerrado en sus cuarteles, con decirte que la vela solo dejó su pábilo humeante muy al final de la Eucaristía, te digo bastante.
Allá arriba quedaron los miembros de la cofradía y familias cociendo una paella, cuyo calducho, dejaba escapar un olor a cosa rica...
Mientras bajábamos nos cruzamos con peregrinos que seguían llegando.

Terminamos la fiesta en honor de SANTA BÁRBARA con una paellita con buenas piezas de monte y corral, con que nos obsequiaron los hermanos del P. Luis Torres, Miguel e Isabel, en su casa del campo, justo a la base de la Sierra de la Oliva, desde donde veíamos, muy pequeñita, la ermita de Santa Bárbara.

Ya descansado parte a buscarte mi saludo, mis

          ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
2.5.2018 Miércoles. P. Alfonso Herrera. O. C.






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