ESTAMPA CAUDETANA.
MANTO TISÚ DE ORO.
LA EMBAJADA INFANTIL.
MANTO TISÚ DE ORO.
LA EMBAJADA INFANTIL.
- Andaba yo dando buena cuenta de un tomate y una buena loncha arrancada al
jamón que nos regalara Josefina, cuando por puertas, ventanas y resquicios se
introducían en el convento de San JOSÉ las músicas que iban dejando flotando,
por la calle y por la Plaza del Carmen, los chicos de la BANDA. Pregunté a mi
compañero el P. Luis Torres que es caudetano, que ¿a qué obedecía tanto ruido?
- Me contestó que la Banda oficial anda recogiendo a los niños intervinientes en LA EMBAJADA INFANTIL que dará comienzo a las 22,00 horas.
- Hasta allí, hasta la Plaza de la Iglesia que se había convertido en un mar de sillas blancas, nos fuimos. Como no disponíamos de entradas, nos acercamos hasta la casa de Don Antonio donde, la señora que les atiende, nos sacó un par de sillas.
- Acompañó el acto un buen tiempo. Ayer noche no se asomó Marte a la Plaza de la Iglesia para contemplar la obra puesta en escena por lo más lindo del pueblo, un montón de niños, dando vida al primer acto de la EMBAJADA INFANTIL. Nos contaban los niñicos, muy metidos en su papel, los prolegómenos de la invasión árabe al mando del moro Tarik (el mismo que rindiera mi pueblo de Oropesa (Toledo) al invasor africano).
- Nos decían que las imágenes de la Virgen de Gracia y de San Blas iban a permanecer enterradas en estas tierras porque los monjes del monasterio que emigraron por pies a Asturias o, vete a saber, a Cantabria que, seguramente todo era uno (te lo digo por los vestigios del monje Cipriano en el valle cántabro de Yermo), habían decidido no llevarlas consigo. Nos decían que uno de los monjes solicitó permiso del abad para quedarse en el pueblo, pues, al ser de aquí, quería defender el pueblo y su contorno incluso con su vida. Y así aconteció. Nos contaban de forma angelical, tan bonita, cómo los Mirenos que eras vulgares salteadores de caminos, (los Curros Jiménez del siglo VIII) rindieron sus armas ante el gobernador y pidieron perdón porque querían ponerlas al servicio del señor del castillo y así ocurrió, obtenido el perdón lucharon a las órdenes del Gobernador de la plaza de Caudete.
- Con una plasticidad, que le movía a uno las magras, nos ilustraron acerca del tira, que no del afloja entre el señor del castillo y el enviado, moro, del jefe Tarik.
- Vimos cómo el pasillo central por donde habían entrado los caballos llevando en sus sillas al jefe Mireno, al Abad y al enviado del jefe moro, se convertía en campo de batalla donde blandían las espadas y alfanjes las huestes castellanas y las moras.
- Al contemplar a Tarik, el jefe moro, en lo alto del castillo dedujimos que nos habían hecho la cosca los ejércitos moros.
- El tal Tarik viendo el arrojo y denuedo de los soldados caudetanos dejó en el fondo de su faltriquera la daga de degollar personas y les concedió libertad de movimientos recomendando a sus mesnadas que no se dedicaran a liquidar a los vencidos, ni tuvieran reparo en mezclarse con ellos porque eran gentes buenas y muy nobles.
- Muy listo el moro, necesitaba mano de obra barata y la encontró en gentes de Caudete, como la encontraría, no mucho más tarde, en mi pueblo. No era tonto el moro. No señor, no era tonto.
- Me contestó que la Banda oficial anda recogiendo a los niños intervinientes en LA EMBAJADA INFANTIL que dará comienzo a las 22,00 horas.
- Hasta allí, hasta la Plaza de la Iglesia que se había convertido en un mar de sillas blancas, nos fuimos. Como no disponíamos de entradas, nos acercamos hasta la casa de Don Antonio donde, la señora que les atiende, nos sacó un par de sillas.
- Acompañó el acto un buen tiempo. Ayer noche no se asomó Marte a la Plaza de la Iglesia para contemplar la obra puesta en escena por lo más lindo del pueblo, un montón de niños, dando vida al primer acto de la EMBAJADA INFANTIL. Nos contaban los niñicos, muy metidos en su papel, los prolegómenos de la invasión árabe al mando del moro Tarik (el mismo que rindiera mi pueblo de Oropesa (Toledo) al invasor africano).
- Nos decían que las imágenes de la Virgen de Gracia y de San Blas iban a permanecer enterradas en estas tierras porque los monjes del monasterio que emigraron por pies a Asturias o, vete a saber, a Cantabria que, seguramente todo era uno (te lo digo por los vestigios del monje Cipriano en el valle cántabro de Yermo), habían decidido no llevarlas consigo. Nos decían que uno de los monjes solicitó permiso del abad para quedarse en el pueblo, pues, al ser de aquí, quería defender el pueblo y su contorno incluso con su vida. Y así aconteció. Nos contaban de forma angelical, tan bonita, cómo los Mirenos que eras vulgares salteadores de caminos, (los Curros Jiménez del siglo VIII) rindieron sus armas ante el gobernador y pidieron perdón porque querían ponerlas al servicio del señor del castillo y así ocurrió, obtenido el perdón lucharon a las órdenes del Gobernador de la plaza de Caudete.
- Con una plasticidad, que le movía a uno las magras, nos ilustraron acerca del tira, que no del afloja entre el señor del castillo y el enviado, moro, del jefe Tarik.
- Vimos cómo el pasillo central por donde habían entrado los caballos llevando en sus sillas al jefe Mireno, al Abad y al enviado del jefe moro, se convertía en campo de batalla donde blandían las espadas y alfanjes las huestes castellanas y las moras.
- Al contemplar a Tarik, el jefe moro, en lo alto del castillo dedujimos que nos habían hecho la cosca los ejércitos moros.
- El tal Tarik viendo el arrojo y denuedo de los soldados caudetanos dejó en el fondo de su faltriquera la daga de degollar personas y les concedió libertad de movimientos recomendando a sus mesnadas que no se dedicaran a liquidar a los vencidos, ni tuvieran reparo en mezclarse con ellos porque eran gentes buenas y muy nobles.
- Muy listo el moro, necesitaba mano de obra barata y la encontró en gentes de Caudete, como la encontraría, no mucho más tarde, en mi pueblo. No era tonto el moro. No señor, no era tonto.
- Contento, como cualquiera de los niños intervinientes en la obra, va en tu busca mi saludo, mis
IIIIIIIII BUENOS DÍAS!!!!!!!!!
5.9.2018. Miércoles. P. Alfonso Herrera, O. C.
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