viernes, 14 de febrero de 2020

Aplique del Farol de la Calle Nueva


ESTAMPA CAUDETANA
APLIQUE DEL FAROL DE LA CALLE NUEVA
Hace mucho tiempo, mucho, en lugares estratégicos de las calles de pueblos y ciudades pendían faroles, faroles desde los que se expandía la luz  que no eran otras cosas que quistes luminosos incrustados en la noche impenetrable. No prendían luz en una bombilla, no. Lo hacían prendiendo aceite o, en su caso, gas. Dieron el nombre a los oficiales del Ayuntamiento encargados de ejercer esa función pública y así teníamos a los FAROLEROS
(Imagen tomada de internet)
que cada atardecida «hacían» la luz por las calles del pueblo o ciudad y , en la amanecida, apagaban la mecha o cerraban la espita.
No hace mucho nos dijeron en las noticias que en un pueblo de esa parte de España, que es Cataluña, no recuerdo cuál, habían decidido reimplantar el oficio de sereno, oficio que tuvo mucha relación con el de FAROLERO pues era práctica común que el FAROLERO echara la última copita de anís del día y a la amanecida la primera con el SERENO para el que aquella era la primera y, ésta, la postrera de su quehacer. Pero no siempre coincidieron los dos oficios. Hubo tiempos en que solo correteaba las calles durante la noche el FAROLERO con su escalera al hombro y su chuzo cuidando los faroles que le habían sido asignados. Trabajaban los FAROLEROS, como harán los serenos, en perfecta comunicación a grito limpio. Al tiempo que vigilaban para prevenir las artes de los amigos de lo ajeno, estaban al servicio del vecindario a los que atendían en sus necesidades perentorias como avisar al cirujano o a la partera. Y si éste trabajo de FAROLERO, perdió fuelle cuando aparecieron las bombillas eléctricas, fagotizados por los serenos a éstos les ocurrió otro tanto con la implantación de porteros que llaman eléctricos y para la vigilancia de las calles se  aumentó el número de efectivos policiales. Yo llegué a conocer a los serenos cuando en mi infancia pasaba por Madrid y, todavía, cuando fui destinado a Madrid en los primeros años de la década de los setenta del siglo pasado. No mucho tiempo después desaparecerían, paulatinamente, de las calles de la gran ciudad. La mayoría de ellos eran originarios de Galicia.
Pues, bien, desde que llegué a la Real Villa de Caudete me llamó la atención el saliente de hierros en la fachada de una casa de la antigua calle Nueva, hoy Deán Martínez,  que perteneció a la familia del conocido como el «Cojo Amorós» emparentados con el mártir Don Miguel por matrimonio de uno de los hijos con la hermana del mártir y con la familia de Don Antonio Pascual de Teresa. Además, una de las hijas del Cojo Amorós fue, a su vez, mártir junto a los otro 13 mártires (siete hombres y siete mujeres) del 29 de septiembre de 1936. Tras aquellos luctuosos acontecimientos, los que se salvaron, se trasladaron a Valencia. En la que, en la actualidad, tiene por número el 18 pero que en otros tiempos fue el 10, ahora y entonces, protegida por la efigie del Sagrado Corazón de Jesús, como ves en la foto, por encima del número que señala la casa,   y he dado en pensar que esos hierros serían los apliques que sustentarían, en los tiempos de la casa, porque la casa es de aquellos tiempos en que la electricidad estaba por llegar, pues no hay más que verla, si es que no era de mucho antes (200 años?), un farol que encendería el FAROLERO del Ayuntamiento para iluminar un buen trecho de la calle Nueva.

Y porque lo pienso así, te lo cuento haciéndote notar ese VESTIGIO que nos queda en la vieja pared de una vieja casa que, en sus tiempos, que no serían malos, bullía la vida y que, hoy, permanece cerrada, con síntomas de abandono por lo menos desde hace 70 años(*) ¡Pobrecita! Pero, así y todo, ¡mírala! mostrando orgullosa un VESTIGIO de algo que fue muy importante durante una larga etapa  del discurrir del tiempo en esta Real Villa caudetana.

Recibe mi saludo, mis

          ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
14.2.2020. Viernes.
(*) Las noticias histórico-familiares de (El Cojo Amorós) y su casa me las suministró Paco el Molinero
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.

4 comentarios:

  1. La historia nos muestra el discurrir lento pero seguro del progreso de la ciencia...desapareciendo unos elementos que nos evocan nuestra infancia... a seres queridos...
    Esos recuerdos que están para siempre en nuestra mente.
    Un día estupendo,Padre.

    ResponderEliminar
  2. Muy buenos días, P. Alfonso, es usted todo un gran observador una vez más nos descubre fachadas de nuestro pueblo con su historia del interior muy interesante lo que hoy nos trae en su saludo mañanero. Que tenga un buen día y a seguir investigando.

    ResponderEliminar
  3. Es un "pozo de sabiduría"el tal Paquito,por cierto primo de mi marido.Y usted recibe la información y le pone su especial gracia y nos hace un ameno relato-recordatorio de lo más interesante.Siempre que veo casas en ruinas,me digo para mis adentros,con que ilusión las pondrían en pie sus dueños y lo tristes que están ahora.Sin morriña ninguna,ahí van mis buenos días de viernes para usted,P.Alfonso.

    ResponderEliminar
  4. Fina Solera Rodriguez14 de febrero de 2020, 9:40

    Buenos días. Cada vez que paso por la calle Deán Martinez miro esa fachada y pienso en que esos hierros eran de los faroles de aquellos tiempos y también me fijo en ese corazón de Jesús tan antiguo . Y mira por donde usted también lo a visto y nos lo muestra hoy . Que gran observador es . Esa casa con tantísimos años que está abandonada y todavía se mantiene en pie .

    ResponderEliminar