ESTAMPA CAUDETANA.
EL VIEJO CARRO.
EL VIEJO CARRO.
No sé por qué pero el caso es que cuando llego a la altura del n. 93 del Paseo
de la Virgen, a la puerta por donde entran los carruajes, no paso adelante, me
paro y miro. Seguramente alguien desde detrás de las cortinillas de las
ventanas se preguntará:
¿Por qué se para siempre?
¿Qué mira?
La verdad es que es como una especie de rito que llevo a efecto sin que se me pase nunca. Y si voy en compañía, ralentizo el paso y, aunque no paro, sí que miro.
La razón no es otra que ésta: allí, a donde ya no llega el cemento, allí donde empieza el labrantío, hay UN CARRO, un VIEJO CARRO.
Se diría que he tenido mucha relación con él. Pues, mira, no. Tan es así, que ni siquiera me he llegado a su vera porque nunca me he encontrado con nunguno de los habitantes de la casa para solicitarles permiso y poder acercarme hasta él, para tocarle, para tener una experiencia viva. Siempre me he conformado con mirarle desde el paseo y desde la misma puerta, le he sacado de su postración y olvido y me le he traído al calorcico de la cámara oscura de mi telefonillo.
Anda, el pobre, es decir, ya no anda, está hundido, cada vez más, por el empuje fortachón del tiempo que a todo lo sume en un pasado glorioso, eso sí, pero pasado herrumbroso y destructivo donde lo que fue se funde con la naturaleza de la que fue sacado, dejando de ser singular para volver al total del que, una vez, se desgajó para existir individualmente.
En esas está EL VIEJO CARRO.
Los barales, que otrora, flanqueando al animal de tiro y le sujetaban el carro para que, el animal, fuerza motriz, tirara de él, yacen, humillados, mostrándonos, a los que pasamos por la calle, una caja venida a menos con el hueco que van dejando las tablas desprendidas que ya no cargarán aperos, ni transportarán haces de cereales segados a los campos de oro en sazón, para confeccionar las parvas en la era, ni personas, ni nada de nada, porque las ruedas ya no ruedan, sólo se hunden más y más quitándole altura, prestancia al VIEJO CARRO. ¡Cuántas veces! carros como ese llegaban a la era de la finca de mi padre, que llevaba un mediero, para la faena de la trilla y cuántas veces fui encima del trillo con pedernales afilados tirado por dos noblotes animales. Cuántas veces monté en carros como ese para ir, incluso, hasta Lagartera. Cuántas veces... todavía está llena mi retina con imágenes de carros como ese que duerme su sueño del que no ha de despertar, el VIEJO CARRO del n. 93 de la Avda. de la Virgen, que pululaban por los caminos entre fincas allá en mi pueblo de Oropesa y por la carretera general de Madrid a Portugal, donde, una vez, murió Agustín, un muchacho de 14 años, un amigo que, yendo encima de una carga de haces de trigo, cayó a la carretera en un maladado accidente y murió aplastado bajo las ruedas del camión que lo provocó.
Será por eso por lo que cada vez que paso por allí me paro y contemplo el VIEJO CARRO, «para viajar con él a mi niñez, a mi infancia y verme viajando en él. Qué lugar más bonito aquel de nuestra infancia que, al igual que el VIEJO CARRO, no volverá a aparecer».
¿Por qué se para siempre?
¿Qué mira?
La verdad es que es como una especie de rito que llevo a efecto sin que se me pase nunca. Y si voy en compañía, ralentizo el paso y, aunque no paro, sí que miro.
La razón no es otra que ésta: allí, a donde ya no llega el cemento, allí donde empieza el labrantío, hay UN CARRO, un VIEJO CARRO.
Se diría que he tenido mucha relación con él. Pues, mira, no. Tan es así, que ni siquiera me he llegado a su vera porque nunca me he encontrado con nunguno de los habitantes de la casa para solicitarles permiso y poder acercarme hasta él, para tocarle, para tener una experiencia viva. Siempre me he conformado con mirarle desde el paseo y desde la misma puerta, le he sacado de su postración y olvido y me le he traído al calorcico de la cámara oscura de mi telefonillo.
Anda, el pobre, es decir, ya no anda, está hundido, cada vez más, por el empuje fortachón del tiempo que a todo lo sume en un pasado glorioso, eso sí, pero pasado herrumbroso y destructivo donde lo que fue se funde con la naturaleza de la que fue sacado, dejando de ser singular para volver al total del que, una vez, se desgajó para existir individualmente.
En esas está EL VIEJO CARRO.
Los barales, que otrora, flanqueando al animal de tiro y le sujetaban el carro para que, el animal, fuerza motriz, tirara de él, yacen, humillados, mostrándonos, a los que pasamos por la calle, una caja venida a menos con el hueco que van dejando las tablas desprendidas que ya no cargarán aperos, ni transportarán haces de cereales segados a los campos de oro en sazón, para confeccionar las parvas en la era, ni personas, ni nada de nada, porque las ruedas ya no ruedan, sólo se hunden más y más quitándole altura, prestancia al VIEJO CARRO. ¡Cuántas veces! carros como ese llegaban a la era de la finca de mi padre, que llevaba un mediero, para la faena de la trilla y cuántas veces fui encima del trillo con pedernales afilados tirado por dos noblotes animales. Cuántas veces monté en carros como ese para ir, incluso, hasta Lagartera. Cuántas veces... todavía está llena mi retina con imágenes de carros como ese que duerme su sueño del que no ha de despertar, el VIEJO CARRO del n. 93 de la Avda. de la Virgen, que pululaban por los caminos entre fincas allá en mi pueblo de Oropesa y por la carretera general de Madrid a Portugal, donde, una vez, murió Agustín, un muchacho de 14 años, un amigo que, yendo encima de una carga de haces de trigo, cayó a la carretera en un maladado accidente y murió aplastado bajo las ruedas del camión que lo provocó.
Será por eso por lo que cada vez que paso por allí me paro y contemplo el VIEJO CARRO, «para viajar con él a mi niñez, a mi infancia y verme viajando en él. Qué lugar más bonito aquel de nuestra infancia que, al igual que el VIEJO CARRO, no volverá a aparecer».
- Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
11.2.2020. Martes. HOY ES LA FIESTA DE LA VIRGEN, NUESTRA MADRE, QUE SE APARECIÓ EN LOURDES A BERNARDETTE. Y, TAMBIÉN, LA JORNADA DEL ENFERMO.
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.
Evocadores buenos días...con esa bella imagen del vehículo usado por nuestros abuelos.
ResponderEliminarPreciosa reflexión sobre el pasar del tiempo....dejándo testigos mudos de la lucha y el trabajo de los que hicieron posible que hoy estemos aquí.
Benditas las personas que lo dieron todo generosamente.
Buenos días,Padre.
Buenos días, P. Alfonso,siempre fijandose en todos los detalles,me gusta como se fija en todos los rincones por donde pasa,en mi casa tambien teniamos carro con el cual mi padre se iba a trabajar al campo,feliz dia,,,
ResponderEliminarMucha nostalgia hoy en su saludo mañanero,se nota la "morriña" de la infancia Oropesana ,que muchas veces nos invade.Tiempos mejores vivió el carro,esos en los que las calles estaban llenas de ellos,haciendo de transporte para las labores del campo,sobre todo.Que tenga un buen día de nuestra Virgen de Lourdes ,P.Alfonso.
ResponderEliminarMuy buenos días, P. Alfonso ese carro que hoy nos Presenta nos trae todos recuerdos de nuestra niñez la calle Pintada, (mi calle) siempre estaba muy animada con el ir y venir de esos vehículos ya que iban a la plaza Nueva para dar de beber a las mulas. Que tenga un feliz día de Nuestra Señora de Lourdes.
ResponderEliminarBuenos días. Otro día mas demuestra que en sus paseos diarios no se le escapa nada y lo plasma con su móvil . Hoy nos muestra el carro que ya cansado de trabajar e ir al campo descansa en un rincón de ese chalet . Todos tenemos recuerdos de ellos cuando en el pueblo no existían coches solo pasaban carros con sus mulas cargados de lo que recogían en el campo . Que alegría nos daba cuando subíamos a uno de ellos . Ahora los recordamos con nostalgia . Hay que ver como a cambiado todo
ResponderEliminar