jueves, 20 de febrero de 2020

Un Estupendo Regalo


ESTAMPA CAUDETANA.
UN ESTUPENDO REGALO.
Pues, sí. Un estupendo y precioso regalo de una persona que le acercó,  estas Navidades pasadas a la parroquia de San Francisco. Venía dentro de un fardel que ya nos advertía de su antigüedad. Cuando lo abrimos, y la tela se vino abajo, los ojos se nos abrieron de par en par, había dejado al descubierto un vaso sagrado, un cáliz. El tiempo había dejado, en todo él, una pátina oscura que ocultaba la preciosidad que guardaba. La capa con que el devenir del tiempo le había cubierto, como si quisiera preservarle de daño alguno no nos permitía verle.
La persona que le había llevado a la parroquia se encargaba, nos dijo, de correr con los gastos que acarreara el sacarle a la luz para que luciera como Lucía cuando su padre, allá por 1938, dotó con él y otros elementos litúrgicos a una iglesica de una aldea perdida en esta extensa provincia albaceteña.
Pasados los tiempos crudos de la contienda nacional del primer tercio del siglo pasado, aquella aldeica fue viniendo a menos, como ha venido ocurriendo en muchos otros núcleos de población, la España profunda vaciada, como han dado en acuñar últimamente, a esa gran cantidad de pueblos que han quedado abandonados salpicando la extensa geografía patria. Eso es lo que le aconteció a la aldeica donde el padre de la persona que nos obsequió el VASO SAGRADO, había dotado al templo.
Los servicios sociales fueron desapareciendo y hasta la asistencia litúrgico-religiosa dejó de celebrarse porque el sacerdote de un pueblo vecino, o de varios, dejó de atenderles, la iglesia vino a convertirse en un local que servía para todo, hasta para jugar al futbol. Ante esa situación a la que había venido a parar el lugar sagrado, esta persona tomó la decisión de retirar el cáliz que regalara su padre y así custodiarle. Quien esto hizo ha ido sumando años y al reflexionar acerca de lo que debía hacer para que perdurara no se le ocurrió otra opción mejor que la de llevarlo a la Parroquia de San Francisco para que volviera a ser utilizado.
Tal como le ves le han dejado los nietos de El Rojo, que siguen la estela de su abuelo, y, entre  trabuco y trabuco, han encontrado un rato para devolverle el  lustre que tuviera aquel lejano año de 1938.
Ahí le ves.
El donante aportó el costo facturado por los hermanos, nietos del ROJO, y así se cumplió su deseo de hacer el obsequio completo.
Cuando el párroco lo volvió a utilizar para consagrar la Sangüis Cristi, me dice Domingo, el sacristán, se le iluminó la cara al donante. Un montón de recuerdos familiares y religiosos se le agolparon al volver a ver cómo se utiliza de nuevo el cáliz que donara su padre a aquella iglesia de una aldea que vino a menos en esta Mancha de Dios.
Este hecho ha removido el taleguico de mis recuerdos y de entre todos ellos ha aflorado uno que guarda mucha relación. Ya te he dicho que he servido como pastor en valles de los Picos de Europa. Pues bien, en el valle de Lamasón hay un "puebluco" que tiene por nombre BURIÓ. Este pueblo, con muy poca gente, se encontraba, todavía lo está, tendido en la falda de la sierra de Arria que le guarda de las galernas del Cantábrico, treinta kilómetros más al norte. En aquel pueblo existió una vez una capillica de la que solo quedaba el solar propiedad del Obispado, todo lo demás desapareció, desapareció del lugar sagrado porque las piedras se emplearon para incluirlas en casas.
Cuando llegué al lugar ya hacía mucho, mucho tiempo que no pisaba por allí cura alguno. Así que me propuse hacerme presente y reunirme con ellos en la celebración de la Eucaristía. Pero, claro, no teníamos iglesia y no teníamos elemento alguno para el culto.
Manolo Medina y señora, jubilados, me permitieron celebrar en su zaguán, junto a un carro que ya no correteaba por los caminos "pindios" tirado por vacas Tudancas. Mucha de la buena gente del lugar se daba cita los sábados por la tarde tras haber celebrado en Cires, el pueblo más alto del valle.  Los elementos del culto tenía que subirlos conmigo como hacían los vecinos con lo necesario para desenvolverse en aquellas alturas. Una señora de Madrid, que llegó a enterarse de las circunstancias, tuvo a bien regalar a aquel puebluco de la montaña, un cáliz, una patena, corporales y purificadores. Aquel regalo me favoreció un tanto. Ya no tenía yo que cargar cuesta bastante muy "pindia"  con los elementos para el culto. Ya solo cargaba conmigo mismo y con caramelos para tres preciosas niñas que crecían, como las más bonitas Edelweis que florecían en lo alto de la sierra.
Cuando fui trasladado a Torrelavega (1980) allí, en casa de Manolo Medina se quedaron los vasos sagrados para que los usara el sacerdote que llegó a ocupar mi lugar. No sé si aquel joven recién salido del seminario tomaría mi testigo o no. De no haberlo hecho puede que alguno de los hijos de Manolo Medina haga, alguna vez, si no lo hizo ya, lo que la persona que nos llevó el cáliz que comprara su padre, a la parroquia de San Francisco.

Recibe mi saludo, mis

      ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
20.2.2020. Jueves.
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.

3 comentarios:

  1. Gracias por traer ésta mañana tan hermosos y sagrados objetos arropados con la historia entrañable testigo de la fe de una familia.
    Enhorabuena por ese bello regalo.
    Un jueves excelente, Padre.

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  2. Fina Solera Rodriguez20 de febrero de 2020, 8:55

    Buenos días . Que bonito relato el de hoy . Ese cáliz tiene historia y que buena acción la de esa persona que para que no se pierda a tenido a bien donarlo a la Iglesia y con su restauración a quedado precioso. Y usted lo relata divinamente así como sus recuerdo de su paso por por el valle de Lamasón . Que tenga un buen día

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  3. Muy buenos días, P. Alfonso, siempre es de agradecer cuando se recibe un regalo, pero hay algunos que llegan al alma, contada la historia que nos ha contado de donde procede enhorabuena para la parroquia de San Francisco y también a la familia que ha hecho tan grande donación. Que tenga un buen día.

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