ESTAMPA CAUDETANA.
En esta Real Villa de Caudete no tenemos mar. El mar, allí
donde éste rinde su tributo acariciando las arenas de oro de sus playas se
encuentra, como diría Don Quijote de la Mancha, a 25 leguas.
En el convento de San José (El Carmen) tampoco disponemos de
una piscina, sin embargo, hubo un tiempo que sí que disponía de una gran
alberca donde los ñacos de la Villa venían a pasárselo en grande
zambulléndose en sus aguas, según me cuentan aquellos niños, hoy abuelos, del
lugar. Hoy día, aquel lugar que ocupara, a todos los efectos, una excelente y
gran alberca, gran sucedáneo de una gran piscina, desviadas las
aguas del arroyo que, bajando desde lo alto del pueblo, siempre mantenía las aguas
limpias, ha venido a convertirse en el garaje del convento y lugar donde se ha
situado la salica para el quemador que calienta el agua sanitaria y, en los
tiempos invernales, el de la calefacción.
Pero lo que sí que tenemos en el convento es una fuente de
hierro fundido que vino, según mis noticias, de otro convento que tuvo vida
pujante en siglos pasados pero que, llegado un momento determinado, fue
abandonado por sus moradores debido a razones que yo no alcanzo a conocer. Fue
un convento que habitaron los Hermanos Menores de San Francisco, conocidos
como “Capuchinos”. Por cierto, hoy día, se andan haciendo excavaciones en
el lugar donde otrora se levantara su cenobio extramuros de la Villa. Pues
bien, de aquel convento de los frailes Capuchinos, venido a menos hasta tal
punto que desapareció de la faz de la tierra, vino hasta este convento de San
José, del Carmen una fuente. Esa fuente ocupa hoy el centro neurálgico del
claustro bajo, edificado, como ya te he relatado en otras ocasiones, según los
órdenes arquitectónicos del Barroco y del Toscano, monumento que nos traslada a
los primeros años del siglo XVII, ya que fue concluida su construcción en el
año sexto de aquel siglo. Esa fuente, desde hace algunos años no mana agua y,
por consiguiente, no deja oír el ruidico constante y agradable producido por el
chorrear de hilicos de agua que vertía la concha alta hasta la pileta donde se
movían unos pececillos de colores. Hoy ya no se oye el ruidico, ni se
contemplan los pececillos de colores porque nos vimos en la necesidad de cortar
el suministro de agua para unirnos a la campaña llevada a cabo por el Ilmo.
Ayuntamiento de erradicación de palomas salvajes que, en gran número, tenían la
fuente del claustro como lugar tranquilo para saciar su sed y, así, evitar el
ingente daño que estaban causando en tejados y bajantes los excrementos, las
plumas, en sus mudas, de los animales volátiles e incluso el taponamiento que
producían en las bajantes los cadáveres de los mismos que venían a rendir
viaje en la techumbre, bien porque les había llegado la hora de dejar
"caer sus alas", bien porque algún plomo de los tiros de los
cazadores se hubiera incrustado malamente en sus cuerpecitos. Aquella
campaña fue un éxito y en la actualidad solo bajan un par de parejas junto
a tórtolas, mirlos y tejaínos (gorriones).
En la actualidad, en tiempos favorables, lleno la
pileta vacía de la fuente con cactus de diversas especies que hacen las veces
del agua pues, es bien sabido, que estas plantas no son otra cosa que depósitos
de agua.
Suelo yo, cuando riego las plantas que ponen la alegría con
su punto verde entre las viejas columnas del severo claustro, llenar de agua la
concha de la fuente, la de arriba, con el fin de que los tejaínos, las
tórtolas, los mirlos y alguna paloma llegada de nuevas al lugar, puedan tener
un lugar donde beber y, también, para favorecer su limpieza cada mañana.
Esta mañana, cuando el sol consiguió espantar unas nubes que
se quedaron por estos entornos el día de ayer, como si se encontraran a gusto
por esta zona, por otra parte, cosa muy rara, y comenzó a dar de lleno con sus
rayos en la fuente, bajaron hasta ella, desde los cipreses donde han pasado la
noche, los tejaínos rezagados, otros ya habían emprendido vuelo a los campos
del entorno para desayunar. Lo hicieron uno tras otro y, después de beber un
poquito de agua, como si estuvieran tomando la temperatura al agua, sin
duda alguna muy fresca, y, sin reparo alguno, se fueron introduciendo en el
agua de la concha hasta allí donde ésta no los cubría para proceder a un baño
para acicalar el plumaje y librarse de “ocupas” indeseados, como el piojillo
que suele encontrar confortable acomodo entre su plumón.
Tal y como lo acabo de ver esta mañana, te lo cuento. Cuando
los primeros rayos del sol se posaron esta mañana en la fuente aparecieron
sobre ella los tejaínos que se lanzaron sin miedo ni reparo alguno a lavarse en
las aguas recogidas en la Conchita de la fuente que alguna vez alegró
alguno de los patios del convento de los Capuchinos, extramuros de esta Real Villa
de Caudete, y que, hoy, sirve de ornamento al vetusto claustro barroco Toscano
de otro convento, el de San José, de los Padres Carmelitas.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS
DÍAS!!!!!!
5.5.2022. Jueves. (C. 1.504)
P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita.
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