ESTAMPA CAUDETANA.
BODAS DE ORO SACERDOTALES.
Ayer fue el día. Ayer Pedro Ortuño, un natural de esta Real
Villa de Caudete, conocido familiarmente como "el Misionero" apodado
de esta manera porque, en su juventud, fue uno de los elegidos por el señor
obispo de la diócesis para llevar a efecto el compromiso diocesano con una de
las diócesis del Alto Volta, país situado en el centro de África.
Resulta que hace muchos años, más de 70, el Espíritu Santo
tuvo a bien cruzar la línea de separación entre el ámbito divino y el humano,
lo hace siempre que lo cree oportuno porque nadie le pone puertas ni le plantea
cortapisas y es que el Espíritu Santo hace lo que le viene en gana y eso que
siempre es buenísimo, natural, surge de la fuente y venero que es Dios y de
Dios no puede salir nada malo. Pues bien, en aquella ocasión fijada en nuestro
tiempo que no era el suyo porque Él no tiene tiempo que medir con relojes,
paseó por las calles de esta Real Villa y, en llegando a la Puerta de la Villa,
se encontró con Pedrico Ortuño y le "sopló" y lo hizo de tal manera
que en el muchacho solo prevaleció una apetencia: la de ser sacerdote. El
Espíritu Santo le había investido con la gracia de la llamada a formar parte
del profetismo porque profeta, entendido en lenguaje normal, no es otra cosa
que ser testigo de las bondades de Dios y dispensador de sus gracias y,
nosotros, lo hemos dado el nombre de sacerdote ministerial distinguiéndolo así
de todos aquellos bautizados que, llamados por el Espíritu Santo, forman parte
de la colectividad de los sacerdotes reales porque participan del
sacerdocio real de Cristo. Pues bien, aquel chaval así se lo planteó a su madre
y su madre le preparó el capazo, y con él a la espalda, encaminó sus pasos al
seminario donde se formó humana y espiritualmente para poder dar, en
toda ocasión, servicio a sus hermanos, los seres humanos, desde la sencillez y
la cercanía, allí donde el Ordinario del lugar (el Obispo), tuvo a bien
mandarle.
Muchos habrán sido los lugares en su diócesis de
pertenencia, también en el África, y, hoy, lo hace en una parroquia del
extrarradio de la capital Albaceteña que tiene por nombre Resurrección. Qué
nombre más llamativo, qué símbolo más elocuente del quehacer de este hombre
llamado, precisamente, a eso, a potenciar, mediante el otorgamiento de los
sacramentos, el resurgir de las almas desde la oscuridad de la equivocación y
del pecado a la luz de la vida, llevando a la práctica aquel mandato de Jesús
de "perdonar los pecados, de bautizar a las gentes en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo", de hacerle presente y otorgarle como
comida en la fracción del pan, que es la Eucaristía, de bendecir los proyectos
y compromisos asumidos por el hombre y la mujer, por la mujer y el hombre, que
tanto da, unidos en Santo Matrimonio, de acompañar a sus hermanos hasta el
momento de iniciar el último viaje, ese viaje que es el broche de oro de todo
el acontecer de cada uno a este lado de la vida.
Sí, ayer Pedro, "el Misionero, se rodeó de 10 hermanos
en el sacerdocio y, asistido por el diácono permanente del lugar, José
Lozano, dio gracias a Dios en una solemne Eucaristía animada por el grupo local
"Fiadora" que, bajo la dirección de Conchita Cremades, llenó la
amplia iglesia parroquial de Santa Catalina con sus envolventes canciones.
Digna de reseñar es la sorpresa que se llevó al ver que
había llegado para acompañarle en día tan señalado un sacerdote de la diócesis
de Castellón de la Plana, Salvador Prades, que fue compañero suyo en las
labores de la misión en el país africano del Alto Volta.
El gentío que le acompañó en la fiesta litúrgica de acción
de gracias, se desplazó al finalizar la misma hasta el claustro del convento de
San José
donde los hermanos y familiares del homenajeado, habían
dispuesto, emulando a un tal Camacho del que nos habla Don Miguel de Cervantes,
en su inmortal libro del Ingenioso Caballero de la Triste Figura, Don Quijote
de La Mancha, con ocasión de las bodas de su hija que, al parecer, no escatimó
nada, el feliz hombre, y constituyó "una verdadera pasada" por la
cantidad de comida dispuesta, y fue tan grande y notoria que se
"salió" del libro y ha quedado como ejemplo de abundancia. Pues de
esa guisa fueron los preparativos que, aunque siendo tantos, por ser tan
buenos, fueron desapareciendo regados con cerveza, zumos, agua y producto
americano de color negro bebible.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
24.4.2023. Lunes. (C. 1.664)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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