ESTAMPA CAUDETANA.
TESTIGO ELOCUENTE.
En un jardín en la Avenida de las Jornetas se alza el tronco de un altísimo palmito, al lado mismo de un esbelto abeto.
A media altura permanecen, todavía, unas hojas chamuscadas, muertecicas y, en todo lo alto, allí donde estuvo la preciosa copa del árbol, unas ramicas desnudas y ennegrecidas, todavía prendidas, caídas hacia abajo, sin su palmito.
Ciertamente, el palmito, en cuestión, es un TESTIGO ELOCUENTE de lo que aconteciera un día del invierno del año pasado.
Aquel día se formó sobre la vertical de la Real Villa de Caudete una tormenta inmensa cargada de energía, de la que salían, a la limón, chispas, culebrillas eléctricas, en zig zag y ruidos ensordecedores, truenos, que encogían el corazón.
Algunas de aquellas chispas, rayos, cayeron por aquí y por allá y, uno de ellos, acertó a dar, de pleno, en todo lo alto del palmito esbelto que crecía en el jardín de un chalet y que era objeto de la admiración de todo aquel que pasaba por la Avda. y lo digo por experiencia, porque en las muchas ocasiones que pasé delante de semejante ejemplar, me quedaba mirándolo y, más de una vez, di en pensar que cómo era posible que estuviera así de bien, así de alto, así de guapo, y no hubiera dado con él en el suelo cualquiera de los fuertes vientos que, en ocasiones, barren con fuerza inusitada el predio caudetano.
Y, hoy, que ha perdido toda su prestancia y hermosura a causa del impacto tremendo que causó la descarga eléctrica de un rayo sobre él, sigue concitando la misma admiración en quienes pasamos por delante de él, aunque por un motivo diferente: la pena que da contemplarlo en tal estado.
Me admira la decisión que han tomado las gentas que viven en aquel chalé de la Avda. de Las Jornetas porque no creo que esperen a que reverdezca después de la incineración a que le sometió el rayo desde el penacho de su copa hasta sus mismísimas raíces.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
2.3.2024. Sábado. (C. 1.822)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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