ESTAMPA CAUDETANA.
QUINTO DÍA DE LA NOVENA EN HONOR DE LA PATRONA, LA VIRGEN DE GRACIA.
El sonido de una traca atravesó velozmente la Glorieta de la Cruz yéndose por encima de los edificios de Lasala, en el complejo deportivo Antonio Amorós, para ir a chocar contra la sierra de La Alázera.
Miré el reloj y eran las 18,30 horas en punto.
Con el último de los estampidos comenzó a moverse por el aire la música que lanzaba una banda. Fueron las señales inequívocas de que la comparsa de LA ANTIGUA se había puesto en movimiento desde el lugar donde tiene su asiento la capitanía de esta comparsa y que no es otro que la Avenida del Rey emérito, Juan Carlos I y que, al no encontrar obstáculo alguno por el descampado que se extiende desde esa calle, los estampidos de la traca y los sones de la banda llegaron nítidos hasta la glorieta donde esperábamos algunos, los incondicionales, el paso alegre de la comparsa y sus afiliados, precedidos, todos ellos, por unas volanticos que se movían como los propios ángeles, no haciendo la rueda que suelen hacer delante de la Virgen de Gracia, sino bailando y dando vueltas sobre sí mismas.
Era contagiosa la alegría que despedían aquellas preciosidades enfundadas en sus vistosos hatos.
La noticia gráfica te da información, como vengo haciendo todos los domingos, del paso de la comitiva formada por las gentes de la comparsa de LA ANTIGUA, por la glorieta de la Cruz, camino del Santuario de la Patrona donde iba a tener lugar, poco después de su llegada al templo, la liturgia del QUINTO DÍA DE LA NOVENA EN HONOR DE ELLA, DE LA VIRGEN DE GRACIA, DE LA PATRONA seguida de la celebración de la Sagrada Eucaristía.
Ya te he dicho que a esas horas de la tarde nos fustigaba un bochorno muy molesto. Pero no fue solo el bochorno lo que nos molestó durante el tiempo de espera a que llegara la comparsa camino del santuario.
Hubo otro elemento que nos mortificó grandemente. Era una legión de mosquitos que, emulando a los enfermeros que proceden, de cuando en cuando, a extraer la sangre de los donantes para uso y beneficio de los enfermos en nuestros hospitales y que, en esta villa, se lleva a efecto enfrente de donde nos encontrábamos, en Lasala, llevaban con eficacia la misma labor extrayendo sangre de aquellos que nos encontrábamos a esa hora en el corralico de los monumentos. Digo que nos encontrábamos porque, ayer, no estaba yo solo. En el lugar había una pareja que, sin ser mayor, sí tenían sus añitos y que al igual que un servidor éramos objeto de los ataques de los trompeteros.
Y, sí, eran como una legión de soldados romanos, aquella cuenta con 6.000 soldados de los que 5.000 se dedicaban a guerrear y, los otros, a servicios en beneficio de la tropa. Estos, los mosquitos, eran también una legión con su "legatus"(*) al frente. Éste, que parecía un portaviones de los USA, animando a que sus huestes siguieran sus vuelos, se posó suavemente sobre el interior de mi antebrazo y clavó, inmisericorde, su aguijón extrayendo, en muy poco tiempo, un chorreón de sangre que vino a inflar su abdomen. No sé si cegado por el atracón de rica sangre, no sé si por dar ejemplo a sus soldados alados, el caso es que no se dio cuenta de que, a velocidad de vértigo, caía sobre él la amplia palma de mi mano quedando sobre la blanca piel un manchón de sangre y restos de su ser de mosquito.
La Legión al verse sin su jefe atacó sin orden y concierto en la espalda, en las orejas, en las piernas a través del pantalón y en los tobillos.
Unos cuantos más murieron en la refriega yéndose a dar guardia al legatus difunto. Pero, sí, lograron que levantara mis reales del banco y me pusiera en movimiento a la espera de la llegada de la comparsa de LA ANTIGUA.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
26.8.2024. Lunes. (C. 1993)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
(*) LEGATUS era el nombre con el que se conocía al jefe supremo de una legión de los ejércitos de la antigua Roma.
Buenos días.
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