ESTAMPA CAUDETANA.
QUISO IGUALAR AL SOL.
Pero se quedó en eso, en el querer, pero no en el conseguir.
Hacía una hora justa que había terminado yo de cerrar el manifiesto en el que se adora al Señor Sacramentado desde las 16 a las 18 horas en la iglesia del monasterio de las Madres Carmelitas de clausura.
Al salir de la iglesia, tras haber "charrado", (que se dice por aquí, al hablar), un poquito con la Madre Superiora, cogí "el tole tole" que diría mi madre, y me llegué pausadamente hasta el Santuario de la Virgen de Gracia patrona del lugar que, a aquellas horas ya habían cerrado la entrada, a cal y canto, los responsables de ese ministerio.
Y volviendo ya para casa cuando, a punto de entrar en el núcleo de la Real Villa de Caudete, comenzó a salpicarse, con luces de colores, la cubierta celeste de la Villa. La cohetería de un árbol de artificio que, al estallar, salpicaban el espacio por encima de la parroquia de Santa Catalina, con multitud de colores.
Presumo que era el colofón, el punto final, el broche de oro que ponían las gentes de la Cofradía del Copatrón San Blas a la semana festiva dedicada a honrarle y que en la tarde de ayer se circunscribió, sola y exclusivamente, a los juegos populares durante los cuales se lo pasaron en grande las gentes del lugar. Algunos lo hacían participando en las distintas actividades programadas y otros, con más pericia, consiguieron el Gran Premio del jamón al finalizar con éxito la ascensión por una cucaña embadurnada de grasa.
Sí, por encima de la parroquia de Santa Catalina, coincidiendo con los primeros toques de las campanas que llamaban a la feligresía para la celebración festiva de la Eucaristía del quinto domingo del tiempo ordinario, toda la cúpula celeste se llenó de colores variopintos. Y yo que volvía por la avenida del Atleta Antonio Amorós para introducirme de hocicos por entre las calles de la villa parea contemplar el espectáculo luminoso de un árbol de fuegos y saqué de mi bolsillo el telefonillo para meter en su cámara oscura toda la explosión de luz y color. Pero solo llegué a conseguir la imagen del último de los estampidos, el que, al parecer, quería EMULAR AL SOL y poner luz, hacer de día, lo que la noche ya estaba implantando. Pura quimera, no pudo ser. Únicamente resultó ser un fogonazo que se esfumó rápidamente empujado por las manecillas del reloj volviendo, a sí, a cubrir de oscuridad todo el ámbito de la villa.
Eso sí, sobre un cielo crepuscular quedaban residuos de otras explosiones, manchas que rompían la tersura de un azul llamado a oscurecerse.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
10.2.2025. C. 2.145).
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
Da gusto leerte amigo. Un abrazo
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