miércoles, 3 de abril de 2019

La Bodega


ESTAMPA FORÁNEA.
LA BODEGA.
 «Se la dieron con queso». Hace muchos años. Seguro que el Quijote tuvo conocimiento de ello, aconteció que el dueño de una venta, por estar postrado en cama, se vio en la necesidad de mandar a la bodega distante bastantes leguas, a su hijo a por vino para el año. Le apercibió acerca del vino que quería y de que tuviera cuidado porque el bodeguero era un tunante. Cuando, a los pocos días, volvió el chaval con el carro cargado con los pellejos llenos de vino a la venta, el padre se interesó por la compra y, sin catarlo, nada más percibir el olor que de él se desprendía le dijo al muchacho:
«Hijo te la ha dado con queso» a lo que el imberbe muchacho contestó:
.-¿Cómo lo sabe ud. padre?
Al pobre le habían tomado el pelo y el dinero, «le habían dado gato por liebre»
Esto no aconteció el viernes pasado...
El viernes pasado, se presentó en casa Paco, conocido como EL MOLINERO. Paco es un hombre que tiene por patria el campo y por compañeros del alma a los árboles, árboles de cualquier especie, todos los que crecen en estos barrios y en sus entornos. Los cuida como si fueran los hijos que no tuvo, hasta el momento, los mima, eso sí cuando hay que «corregirlos», lo hace con un conocimiento y un esmero que da gloria verle, les quita de cualquier «vicio» con su arsenal de medios como tijeras, sierras mecánicas o de esas de toda la vida, lancetas o  abriéndoles futuros cargaditos de frutos escogiendo las varetas de los mejores especímenes para mejorar las especies y sus frutos a base de injertarles. Ese es Paco, poda e injerta con la seguridad del saber recibido de sus mayores a los que observaba y, bajo su cuidado, practicando, porque no nació sabiendo. Su madre se le fue pronto y no tuvo oportunidad de sacarle el calor a sálvase la parte con la suela de su zapatilla, pero Bienvenido, su abuelo, hizo de todo. ¡Cuánto le gusta que se le conozca como «el nieto de Bienvenido»!.
El viernes vino con su herramienta de trabajo o, como quieras, con su taller rodante.
- ¿Es tu coche?, le pregunté,
- Claro, me dijo.
Quedé de una pieza. Me pareció nuevo y, además, pude entrar sin oposición alguna porque el celoso defensor, aunque ya me conoce, no venía dentro. Lolo, su can, su fiel compañero, había quedado en casa.
Enfiló el camino que nos llevó hasta los aledaños de La Encina, justo a la vera de la estación. Quién me iba a decir a mí en 1964 que 55 años adelante me iba a encontrar al pie de donde el tren que me llevaba de Valencia a Madrid siempre paraba en esta estación a la espera de que dieran las tres de la madrugada para reemprender el viaje,  porque allí nos pescaba el cambio de hora o, si era de Madrid a Valencia aquella parada larguísima mientras se procedía a separar del convoy los vagones que iban a Murcia o a Alicante. Pues allí estaba, sí señor.
Paco me había llevado junto a unos amigos para comer una paella, «un arroz con pava», porque al ser viernes de cuaresma no la iban a hacer con conejo y pollo o con costillas, que tanto da.
Cuando unos troncos secos de cepas habían echado a arder y en una paellera de diez raciones se templaba el aceite del lugar, supe fehacientemente a qué se llamaba «pava» por estos lares.
José María, el anfitrión, depositaba en el aceite ya caliente, unos cuantos pimientos cortados en cuartos a lo largo y con ellos la «pava» que no era otra cosa que flores de coliflor y tomates Sherry, luego irían cayendo  las alcachofas en cuartos y, tras reservar lo rehogado, hermosos trozos de bacalao para, al tiempo que se doraban, dejaran su sabor en el aceite. Reservados, a su vez, pasa al «albero» de la paellera un kilo de arroz que, después de dar unas vueltas a la «plaza», reciben un chaparrón de agua y un buen montón de ajetes tiernos troceados.
El fuego ha venido a menos, las brasas se han dispersado y le ofrecen un calor suave a la paellera donde se va cociendo lentamente el arroz.
Cuando éste ya se está «ahogando» se le añaden las pavas y el resto de verduras. 
José María era el chef director de la obra culinaria, recordaba sus tiempos de arquitecto en ejercicio,  pues todos hacíamos algo, terminada la faena, colocó Paco la paellera con el arroz, la pava y el bacalao, en el centro de la mesa, como en un trono, y los cinco comensales, (José María, el anfitrión, Salvador, químico de Agres, también fabricante de muy buenos vinos naturales y ecológicos,  Eugenio, el bodeguero, muy aficionado a la fotografía con varios premios otorgados por la Junta de Cofradías de Caudete, Paco, el Molinero y un servidor), en corona stantium, cuchara en ristre, dimos buena cuenta de aquel manjar ¡Qué pitanza tan rica! y, además fue acompañada por unos CALDOS «SIN SULFITOS»  naturales, ecológicos, producidos en la propiedad,  en la bodega «LA ENCINA», que ya habían oficiado de introductores para mojar las paredes del estómago y acompañando, después, a unos aperitivos entre los que había unas almendras fritas del lugar espolvoreadas con albahaca, que abrían boca.
No, aquí no nos «la dio con queso, José María» porque la paella no quitó, en modo alguno, el cooprotagonismo a los caldos de su bodega, unos caldos que alegran, los hay con 14,5°, pero que no marean, pues son de todo punto NATURALES, ECOLÓGICOS Y SIN LA AYUDA DE LOS SULFITOS, porque no los necesitan para mantener su excelente calidad. Los CALDOS que José María Espí, arquitecto de profesión, que fue, y emprendedor de hacedor de vinos, que ejerce de tal, no necesitan de propaganda alguna, pues se publicitan por sí solos incluso muy allá de nuestras fronteras. Cuando nos acercábamos a la BODEGA «LA ENCINA», nos cruzamos con unos americanos que habían venido de lo profundo de los USA persiguiendo una «quimera» y se encontraron con una realidad rotunda, contundente. Espero que, ¡ya!, establezcan relaciones comerciales para que puedan degustar allá, donde ya no quedan indios, porque no los conquistamos los aerrojados españoles, y puedan degustar, como el dios Baco hacía, el elixir que se confecciona en LA ENCINA, para dioses, como harán los nórdicos para quienes saldrá mañana un gran palet y otro que tomará la dirección de Islandia.
Cuando la mona y la toña de la panadería de Tere, acompañadas por el café, puso el broche de oro a aquel encuentro en torno a una paellera llena de arroz con pava,  visité los «dormitorios» donde duermen, arropaditos por roble francés, los distintos CALDOS de las añadas anteriores que produce, con cariño sin cuento, el amigo José María Espí un ontenientino afincado en lo que, otrora fueran las viviendas de los empleados de Renfe, donde cuecen, también, sus mostos y luego duermen en paz, cogiendo cuerpo, plácidamente los blancos, los tintos y los claretes.
Si vas por la autovía de Alicante,
al llegar a La Encina,
no pases de largo,
¡Desvíate! y visita la bodega
«LA ENCINA»
donde el «joven» jubilado José María Espí, cría,
con la ilusión de un joven emprendedor,
SUS CALDOS.

Alegre te va mi saludo, mis

          ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
3.4.2019. Miércoles. P. Alfonso Herrera, O. C.
                                                                 José María en el tajo.
                                                               Paco, el probador.
                                                               Uno de los «dormitorios
                                                                Varias de «LAS FIGURAS»
                                                                            de los caldos.

4 comentarios:

  1. Ilustrativos,magistrales y simpáticos buenos días.Muchas gracias. Un estupendo miércoles para ti,Padre.

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  2. Muy buenos días P. Alfonso, muy buena pinta la de esa paella y también regada con esos buenos vinos y también en buena compañía todo un festín, en esos momentos siempre se dice esto hay que repetirlo, pues que no decaiga, que pase un buen día.

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  3. Buena pinta tiene esa paella y de buen probecho ,feliz dia

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