ESTAMPA CAUDETANA
LA MORERA DEL CORRALÓN.
AYER ENTRÓ UN DEPREDADOR EN EL CORRALÓN DEL CONVENTO DE SAN JOSÉ,
(EL CARMEN).
En la mañana de ayer bajé, después de desayunar, al corralón para retirarle al CAQUILERO los frutos que le quedaban.
Al ir hacia el árbol observé en el suelo, junto a la primera de las dos moreras que han venido creciendo y poniéndose muy guapas desde que las planté en tierra hace ya dos años, una hermosa rama mordisqueada por el perro.
Miré panorámicamente el lugar pero no vi de dónde pudo haber sido desgajada. No lo descubrí.
Seguí mi camino hasta el caquilero y procedí a liberarlo de los frutos que le quedaban.
Lo hice. Llené con ellos toda una caja, no menos de 20 kilos.
Dejé 23 frutas y dos más que estaban mediadas porque el mirlo y otros emplumados estaban dando buena cuenta de ellas. Las dejé a posta en el árbol para que tengan comida los pájaros que visitan el corralón.
Por la tarde, cerca de las 18,00 horas volví a bajar al corralón para ir a por tierra para unos tiestos con el fin de prepararla para trasplantar unos nogales que han salido en el montón de buena tierra que tengo en un rincón.
Allí seguía la rama. Una rama que fue recta, de esas que son guías que tiran del árbol para arriba dotándole de una altura notable desde donde siembran la zona de su influencia con una fresca sombra. La morera, es uno de esos árboles.
Me agaché y recogí del suelo lo que fuera una hermosa rama pero que, ahora, se encontraba toda ella mordisqueada por los afilados molares del perro que corretea de un lado a otro del corralón.
Y fue en ese momento cuando levanté la mirada a lo alto de la joven morera y se me vino el ánimo a los pies. Todavía colgaba de arriba otra rama dejando a la vista un desgarro que me dió escalofrío al verlo.
Una mano negra, siguiendo las órdenes de un cerebro poco engrasado, se había permitido el capricho de hacer semejante fechoría.
No alcanzo a comprender la actitud, ni las razones que hayan movido DEPREDADOR que ha llevado a cabo tal felonía con el hermoso ejemplar en proceso de crecimiento.
Es triste pensar que lo ha hecho por darse el gustazo de hacer daño. Hacer daño ¿a quién?¿por qué?
No, no me explico el motivo, la razón, que le ha llevado a hacer tal fechoría con una de las moreras que yo planté hace dos años.
Me pregunto ¿Qué habrá pensado el árbol? ¿Cómo habrá reaccionado el joven árbol?¿Qué le diría, en su idioma, a la otra morera y a las vecinas arizónicas, al vecino ciprés, al guindo que tenía al lado, a las tres higueras que crecen no muy lejos de ella, al otro guindo, a los laureles, a la chumbera, al galán de noche, a las aloe veras, al nisperero, al rosal, a los Don Diegos, al grateco, al algarrobo, a los otros dos cipreses, a las calas y a otras plantas que lucen sus beldades en el inhóspito corralón.
A lo mejor piensas que estoy "gavia" por decirte que la morera herida gritaba a voz en grito a otros árboles. Pues, mira, no. Creo que ha sido en la Universidad de Tel Avid donde han logrado sintonizar la charla de unas plantas. Y nos certifican que se comunican ante ciertas circunstancias. Y Francisco Medina, el Concejal de Fiestas de esta Real Villa de Caudete, nos contaba a Ramón Gisbert y a mí, ayer tarde, que había tenido una experiencia sensorial que no puede olvidar:
No hace mucho tiempo los castaños de indias que crecían en los alcorques de la acera de la última calle de la Villa que nace en la Avda. del Atleta Antonio Amoros (creo que es la calle del Pintor Pedro Torres Cotarelo) por estar metiendo sus raíces en los bajos de las casas interfiriendo en sus cimientos hubo que arrancarlos. La tarde anterior Francisco se apoyó en ellos, en los que iban a ser arrancados, y de su interior salía como una especie de vibración semejante al ruido de un serrucho. Fue a constatar si ocurría lo mismo en sus congéneres de la Avda. del Atleta y no percibió nada. Al apoyarse otra vez en los anteriores volvió a experimentar la misma vibración. Los árboles le estaban diciendo que los iban a "matar".
Al día siguiente, cuando Francisco iba camino de su trabajo, vió como los estaban arrancando. Los árboles le habían puesto al tanto de su inminente fin.
Y, sí, creo que mi morera del corralón gritó con todas sus fuerzas a la foresta vecina que UN DEPREDADOR LA ESTABA HACIENDO MUCHO DAÑO.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
3.12.2024.Martes. (C. 2.080)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.