viernes, 12 de abril de 2019

La Reina de un Chalé de Concha Espina


ESTAMPA CAUDETANA.
LA REINA DE UN CHALÉ DE CONCHA ESPINA.
  Es guapa ¿A que sí? Y lustrosa. Ese felino no sabe lo que es pasarse dos o tres días sin hincar las afiladas garras de sus zarpas en roedores o emplumados. Siendo felino, no da la sensación de serlo.
Su luk no se debe a los lengüetazos, que también, sino a un esmerado cuidado y dedicación de aquellos con los que convive porque dueños, dueños, no lo serán nunca de un animal en el que duermen, agazapados, esos instintos de libertad  de todo depredador nato. Lo que pasa, con eso de la «domesticación» es que son tan pillines que se han adaptado al medio, de tal forma, que ni siquiera tienen necesidad de mantener aguzadas sus uñas para un ataque imprevisto, no lo necesitan porque en el cacharro donde encuentran una comida abundante y rica en proteínas nunca contempla el fondo por más que engullan. Así está de guapa la gata. Porque es gata y, a pesar de estar criando, las ubres las arrastra, tiene un lustre que para sí lo quisiera multitud de otros animales, incluido el hombre, de los que pululan por ahí.
Cuando la vi estaba en un descansillo de la escalera que salva lo quebrado del terreno para llegar al portal de la vivienda, una de tantas casas preciosas con las que se ha venido a urbanizar el pueblo que saliéndose de la Puerta de la Villa, van conquistando terreno a levante. Allí estaba, como una REINA, en un espacio donde muy bien podían instalarse en torno a una gran mesa  un montón de chicos para echar unas partidas al parchís.
No se inmutó. Era consciente de que quien estaba en casa era ella y, yo, un advenedizo que pasaba por la puerta. Me detuve. Me miró de arriba a abajo, como si me estuviera evaluando. Y yo creo que lo hizo porque mientras yo sacaba el telefonillo del bolsillo para echarle una foto, bajó pausadamente las escaleras con un porte de REINA que causaba admiración.
Lentamente se acercó a la puerta y se puso junto a ella ofreciéndome su lomo como diciéndome:
-«Oye, súbdito, ¡acaríciame! 
Y allí me tenías a mí pasándole la mano, como un vulgar sirviente, por el suavísimo pelo cargado de electricidad estática que salía, al contacto de mi mano, soltando chispas de «Fuego de San Telmo»
Conseguido su propósito volvió sobre sus pasos con la misma parsimonia y elegancia, casi rozando los pezones de sus teticas, llenas de rica leche, en los bordes de los escalones.
Al llegar al descansillo de la escalera, se paró, giró la cabeza y pareciome que me decía:
-«¿qué haces ahí so pasmarote?
¡Anda y vete a hacer algo!».
Eso hice. Y mientras continuaba mi camino vi cómo se perdía de vista detrás de un abeto, seguramente, en busca de su prole, para darles una opípara merienda a base de riquísimos
calostros.

Nimbado por las chispitas de luz de San Telmo va a buscarte mi saludo, mis

          ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
12.4.2019. Viernes. P. Alfonso Herrera, O. C.

4 comentarios:

  1. Buenos, días, P. Alfonso,buen despertar con ese lindo felino,y cómo gran observador que es usted nos informa de todo lo que ve mientras se pasea por los alrededores del pueblo,feliz dia,

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  2. Simpáticos y graciosos buenos días.Como desmenuzas y sacas de la realidad todo su jugo.
    Muchas gracias por compartir tus reflexiones generosamente.
    Un estupendo viernes para ti,Padre.

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  3. Simpático y gracioso relato para iniciar el día.
    Gracias por extraer de la realidad su significado y riqueza silenciosa y compartirlo generosamente.
    Un estupendo viernes para ti, Padre.

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  4. Muy buenos días P. Alfonso, ¡ si que es guapa! Esa garita, lo que es de extrañar que teniendo su cría se dejara acariciar, por aun se ponen más a la defensiva, pero descubrió que eran buenas manos y no le harían daño.Que pase buen día , viernes de Dolores.

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