sábado, 8 de junio de 2019

El Mirlo Desnortado


ESTAMPA CAUDETANA.
EL MIRLO DESNORTADO.
    Llevan un par de días fuera del nido andorreando, de teja en teja, por el tejado de la iglesia del CONVENTO DE SAN JOSÉ (EL CARMEN). Son dos estorninos que se conocen con el nombre de tordos.
- Parece ser que el calor de estos días ha metido muchos grados en el pequeño hueco bajo teja donde vinieron a vivir y, la inmediata, no era otra que la de salir fuera. Y allí están de un lado a otro del tejado, a este lado del caballete para evitar que el aire que viene de poniente no les juegue una mala pasada.
-  Y, claro, la inconsciencia de la «niñez», les está poniendo las plumas de punta a los padres que se desmelenan yendo y viniendo al extrarradio a por langostos e insectos de toda especie para satisfacer el ánsia que sienten por llenar sus buches.
- Los padres se dan un arte en eso del volar que da gusto verlos. Para no caer exhaustos por el esfuerzo, pegan un brinco desde el tejado y luego se dejan llevar por la corriente de aire que sopla por encima del  tejado.
- Los pollos, viéndoles subir y, sobre todo, viéndoles bajar con el pico repleto de bichos arman un concierto de trinos específicos para decirle al padre o madre que llega que a él el primero, el primero y al otro «que le parta un rayo». Pero, no, la madre o padre que llega con las provisiones no consienten la glotonería de los peques y van de uno a otro dejando en su «golguero» una porción del suministro.
- Están lejos pero aún así, creo que los agraciados progenitores estarían con el plumaje totalmente empapado por la paliza que les supone el ir, cazar y volver para satisfacer la ingente apetencia de condumio que reclama su prole. Menos mal que son dos que si hubieran empollado a cinco, como es natural...  
- Pero yo no pretendía contarte nada acerca de un par de churumbeles emplumados de la familia de los estorninos, sino de un inocentón pariente lejano, de una cría de MIRLO, miruello lo llaman en los Picos de Europa.
- Pues mira, me encontraba yo anoche sentado a la mesa. El ordenador ya había callado pues había dejado de autoventilarse hacía un buen rato y me encontraba recogiendo los flecos del día que ya se fue 75 minutos antes  y, a punto de rezar las completas para «cerrar el sobre»- «ir pa Yanes», que dicen en Cantabria, es decir, para meterme en la cama... cuando un golpe seco y mudo en el cristal de la ventana de mi cuarto. Algo se había estrellado contra la ventana. Algún pájaro, pensé. No lo di mayor importancia y seguí a lo mío. Durante un buen rato todo permaneció en un silencio claustral profundo. Pero los ruidos volvieron, esta vez producidos por un intento constante de un aletear queriendo entrar en mi cuarto. Pero no podía.
- La luz proyectada desde mi cuarto a la oscuridad silenciosa del claustro del CONVENTO DE SAN JOSÉ (EL CARMEN), le descubrí. Abrí la ventana y enseguida se coló dentro.
- El miedo a lo desconocido, su instinto de defensa y la solicitud de ayuda a sus progenitores produjo un guirigay que, con toda seguridad, sacaría del plácido sueño al fraile de la habitación contígua. Más que piar, chillaba, el emplumado con su trajecito nuevecico. No paró hasta que le puse en mi pecho, aledaño al corazón, y con las caricias que le prodigaba en cabeza y pechuga. Se portó bien pues ni me ensució la camisa. Llegó un momento, perdido el miedo y la prevención en que, de espaldas sobre la palma abierta de mi mano, permaneció un largo rato sin hacer el más mínimo movimiento por escaparse. Me miraba sin miedo, quiero pensar, que con agradecimiento.
- ¡Qué cosas tiene la naturaleza! ¡Ya éramos amigos!
- Tranquilico, le coloqué en un cubito y en él pasó el resto de la noche. Cuando el despertador nos puso en pie y en patas, respectivamente, le cogí con mi mano y le solté. Voló hasta el cercano  ciprés, que le quita el sol crudo del verano a mi cuarto, y posado en él, me dió la impresión de que me agradecía la hospitalidad. Luego se puso a piar con un trino, totálmente distinto al nocturno, llamando a los padres para que dispusieran la mesa para su desayuno.
El aprendiz de pájaro mirlo no tenía claro la distinción entre la luz que pone a beneficio de todo ser viviente, cada mañana, el astro sol cuando, vestido de luz,  sale a lucirse por la pasarela del cielo, que no la de Cibeles, y aquella luz que se ha sacado el hombre de su magín para ayudarse cuando el modelo celeste se mete en su camerino, cada tarde, para pasar la noche.

Alegre por haberle dado la libertad al joven mirlo y triste por la marcha de un amiguito vuela a buscarte mi saludo, mis

          ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
8.6.2019. Sábado. P. Alfonso Herrera, O. Carm.
Hoy llega hasta la Villa de Caudete, y la inunda, LA MAREA. Sí, LA MAREA ROSA QUE GENERA CADA AÑO ACALUCA (Asociación caudetana de lucha contra el cáncer) en perfecta sintonía con todo ese movimiento profundo de la corriente «del mar humano español».

4 comentarios:

  1. Explícita ternura.... acogida... generosidad con el pajarico.....muestra evidente de esa ternura.... extendida a lo que te rodea.
    Más significativo no puede ser....un excelente sábado para ti,Padre.

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  2. Explícita ternura.... acogida... generosidad con el pajarico.....muestra evidente de esa ternura.... extendida a lo que te rodea.
    Más significativo no puede ser....un excelente sábado para ti,Padre.

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  3. Muy buenos días P .Alfonso, muy bonita y tierna la historia que hoy nos ha contado, el mirlo supongo que no tiene memoria sino siempre estaría agradecido a usted , en éste momento estoy disfrutando de repicar de las campanas de Santa Catalina, por la víspera de Pentecostés. Que tenga un feliz sábado.

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  4. Que listo el pajarito savia donde acudir para pasar la noche bien cuidado y calentito . Llego a su ventana y no podía haber elegido mejor lugar que ese. Buen sábado y esta tarde Marea Rosa solidaria yo apuntada para ayudar .

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