lunes, 21 de septiembre de 2020

Blancanieves

ESTAMPA CAUDETANA.
BLANCANIEVES

 
Ayer volví a las andadas. Tras la bendición con el Santísimo tras el manifiesto en la iglesia del monasterio de las Madres Carmelitas de clausura, me bajé, despacito, hasta la glorieta de la Cruz, como otras veces, y como en otras ocasiones tomé asiento en uno de los bancos que, a esas horas, estaban sombreados porque una gran nube cúmulo nimbus, que dicen los chicos de la tele que nos hablan del tiempo, se interponía entre el sol y la glorieta de la Cruz y, como otras veces, no tardé mucho en marcharme porque un mosquito, defensor del medio, me estaba acribillando. Era listo de verdad el insecto, muy listo, porque, por mucho que lo intente, no conseguí aplastarle contra mis pantalones.

Decidí encaminar mis pasos en busca de la avenida de las Jornetas por la Avenida de la Libertad, para llegarme hasta la parroquia de Santa Catalina dónde habría de celebrar la última Eucaristía del domingo.  Y allí me los encontré, allí vi a la buena de Blancanieves y a un par de enanitos al pie de un molino.

Muchas veces he pasado por la puerta de la vivienda del número 34 de la Avenida de las Jornetas, muchas, y, mira por donde, siempre me llamaron la atención una escultura en bronce y sobre todo unos esbeltos cactus, además de una foresta perfectamente diseñada que crece, a manera de bosquecillo, en la zona derecha  del jardín de la casa.
Nunca me había fijado yo en las estatuillas de Blancanieves y los dos enanitos junto al molino, nunca, pero ayer sí, ayer los descubrí debajo de una cubierta verde que los protege de la intemperie.
La estampa era cautivadora y así me quedé yo, cautivado por la recreación del cuento de Blancanieves y los siete enanitos que escribieran los Hermanos Grimm.
- La campana Catalina, a la que obligaba a sacar su timbrada y potente voz  el Sacristán Juan Doménech, tiró de mí y me vi obligado a dejar allí a Blancanieves y a sus muchachos, junto al molino de viento, en el fondo del bosquecillo donde se había ocultado de la tirana madrastra que la traía por la calle de la amargura, solo y exclusivamente, porque era guapa, guapa, hasta dejarlo de sobra y eso, claro, dejaba en muy mal lugar a las dos hijas de su propia sangre y, eso,  no lo podía sufrir aquella malvada mujer y menos pudo sufrir, la indina, que la horma del zapato de cristal no fuera la adecuada a ninguna de ellas y sí al piececico de Blancanieves. Esta vez no fue ella, Blancanieves, la que tuvo que salir pitando, sino yo, porque el reloj de la torre tocaba para mí. Ella, Blancanieves, se quedó, con los enanitos, en el bosquecillo de la vivienda del número 34 de la Avda. de las Jornetas.


Recibe mi saludo, mis

      ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
21.9.2020. Lunes. (C.1026).

P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.

 

1 comentario:

  1. Muy buenos días, P. Alfonso, ! Que bonito el cuento de Blancanieves! Hoy nos saluda y nos recuerda éste cuento sirviéndose de las imágenes de se jardín tan bonito y bien cuidado.Que tenga un buen día , principio de semana.

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