martes, 3 de noviembre de 2020

En la Ciudad del Silencio

ESTAMPA CAUDETANA.
EN LA CIUDAD DEL SILENCIO.

(La Avda. de La Paz que da acceso a la CIUDAD DEL SILENCIO, solitaria, en paz. Nada ni nadie interrumpía a tranquilidad del momento)

 (La capilla del lugar. En ella, 99 velones, iluminan el camino que emprendieron, en el último año, otros tantos caudetanos)

Cuando llegué, las campanas doblaban a difuntos. Coincidí en la puerta del recinto con una mujer y su hijo, que es militar. Iban, como yo, a rezar. Es lo que nos queda tras la marcha de nuestros seres queridos. Sabemos que los brazos de Dios son acogedores, mucho más que lo son los nuestros. Sabemos que la fuerza del AMOR, con mayúsculas de Dios es tan grande, tan grande que el nuestro más parece una sombrica de la de ÉL, pero, a pesar de ello, tratamos de disputárselo porque nos ha dejado un huequecico por el que se nos cuela el frío de la ausencia y es que somos unos egoístas y, por nada del mundo, quisiéramos que se nos fueran. Pero ellos tienen que hacerlo. En el  taleguico de días, que un día estuvo repleto, ya no le quedaba ni uno más. Y, nosotros, en nuestra cerrazón, tratamos de que no se vayan, de que se queden. Pero no puede ser y, silenciosamente, se van, suelen hacerlo con los ojos abiertos para vernos mientras salen del encierro en que estuvieron presos aquí, a este lado de la vida, a la inmensidad donde ya no tendrán cortapisa alguna para ser felices porque van a LA FELICIDAD PLENA, TOTAL, aquella que, sin tomar forma, se hacía presente, constantemente, mientras callejeaban por la ciudad bulliciosa, aquella que se levanta al otro lado de la torrentera, de la rambla que salva un puente que nos habla de que, en sus cercanías, apareció, hará medio siglo, una dama, LA DAMA DE CAUDETE que luce su primor en el vecino pueblo alicantino de Villena porque, un listo, engatusó al Muñequero que fue quien la encontró. Sí, la ciudad que dicen de los vivos aunque hay ocasiones en que no parece que lo sean tanto, cuando, la verdad, la ciudad, que yo llamo del SILENCIO, es mucho más viva y despierta, en su silencio, que ésta.
- Aquella madre y su hijo militar se perdieron por las calles de LA CIUDAD DEL SILENCIO. Una vez que pasaron cerca de donde yo me encontraba, la oí decir a ella, el ámbito guardaba un silencio sepulcral, nunca mejor dicho, pues, en el lugar, sólo estábamos, además de ellos, otras dos personas más junto a los lugares sagrados para ellas porque allí reposaban los restos de sus deudos queridos y yo mismo, "vamos a visitar la tumba de los abuelos". Y se llevó al hijo militar detrás de ella, como si, ella, fuera el general al mando y es que una madre tiene usía, siempre con los galones pulidos y relucientes.
- Sí, a aquella hora, las trece horas de ahora, el sol pegaba de lo lindo, tanto, tanto, que yo, aún necesitando vitamina D que la regala el sol, me vi obligado a ponerme a la sombra de un bloque de nichos porque no le aguantaba las ínfulas que ponía en el lanzamiento de sus rayos.
- Ni que decir tiene que, yo, había subido toda la varga, que es la Avenida de LA CIUDAD DEL SILENCIO, para visitar a los hermanos, frailes carmelitas, que compartieron azares con las gentes de la Real Villa de Caudete y, concluía su égida, se establecieron, juntos a tanto caudetano, en ese lugar exento de luchas, de desencuentros, de prisas..., en ese lugar donde el tiempo no es tiempo y se llama esperanza porque se está a la espera de gozar en cuerpo y alma, y esa esperanza, amigo, no defrauda porque es Palabra Revelada. "Cuando Dios haga salir a los difuntos de sus sepulcros para la vida en plenitud" (1 Tes 3,14).
- Allí estaba yo, de cara a la preciosa imagen de la Virgen del Carmen, que esculpiera el caudetano M. BAÑÓN antes del conflicto guerrero entre hermanos de 1936-1939  y que, por estar donde estaba, no fue objeto de aquella ley de la República sobre "Instituciones y símbolos religiosos".

(Grupo escultórico que preside el monumento funerario de los Frailes Carmelitas. Por delante, ELLA, la Virgen del Carmen con SU HIJO. Y por detrás, no se ve, la figura del profeta Elías, inspirador del Carmelo)

 (Detalle, busto, de la Virgen del Carmen con su Hijo Jesús al lado de su corazón. Impresiona lo bien que lleva el artista, a la piedra, a la Madre que vela por sus hijos)
- Y entre ella y yo la tierra santa donde descansan aquellos frailes carmelitas que, una vez, poblaron el convento de San José (El Carmen) y del que, en este momento, ostento el oficio de servidor de mis hermanos. Allí recé con ELLA por mis hermanos, por sus hijos ante el HIJO que sostenía junto a su corazón y que no perdía detalle de lo que hacíamos NUESTRA MADRE y yo.
- ¡Descansen en Paz!

Cuando salíamos de LA CIUDAD DEL SILENCIO  Jaime, el encargado y yo, ya no quedaba nadie en todo su ámbito. Sólo el silencio quedaba detrás de nosotros y el sol seguía poniendo su calor en todo el recinto y lugares aledaños.

"¡¡¡Dios mío, Qué solos
se quedan los muertos!!!"  
(Rima LXXIII. G. A. Bécquer)

Recibe mi saludo, mis

      ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
3.11.2020. Martes.  (C. 1070)

P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.

 

1 comentario:

  1. Muy buenos días, P. Alfonso, ¡ Guapa , Guapa!! Esa imagen de Nuestra Señora del Carmen , que usted nos presenta sobre la tumba de los Carmelitas. El día de ayer aunque no visitamos el Campo Santo estuvieron presente todos nuestros seres queridos y por medio de las oraciones.Que tenga un buen día.

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