sábado, 28 de noviembre de 2020

La Antorcha

ESTAMPA CAUDETANA.
LA ANTORCHA


La noche iba recogiendo la tienda porque, por levante, iba a comenzar, en nada de tiempo, a surgir el día. Pero, con lo que no contaba el día era con la trifulca que armaron, sobre la vertical de la Real Villa de Caudete, unas nubes que iban de paso para la costa.
Yo creo que, como las sierras de La Oliva y de La Alácera encajonan al vallecico en el que se levanta la Villa haciéndole estrechico y siendo las nubes grandes, muy grandes, tan grandes que, una sola, se las vería y se las deseara para poder entrar por él para bajarse hasta la playa de San Juan donde tenía una cita para hacer equilibrio en lo alto de una manga marina mientras recorría, dándose un paseíco, por la playa de Muchavista. Y, si esa imponente nube no cabía, con facilidad, en el valle, le vinieron a complicar el viaje y la existencia unas cuantas del mismo porte y las nubes aquellas que no son otra cosa que muchísimas goticas de agua, se enfurruñaron y se enfrascaron en una  lucha infernal, armando tanto jaleo y tanto ruído, poniendo tanto calor y tanta furia, que echaron chispas por todos los sitios que, en zigzag, hicieron regueros de brillantísima Luz algunos de los cuales se dejaron caer hasta la Villa caudetana, sobre la que se estaba llevando a cabo el encarnizado combate. Su luminosidad se introducía, por los resquicios de ventanas mal cerradas, metiendo hielo en las venas, seguida por atronadores ruidos cargados con muchísimo miedo que iban sembrándolo, a su paso, en las gentes del lugar.
Cuando dieron en los tejados y en algún pararrayos se apagaron dejando un humo blanquecino y un fuerte olor a azufre. Todos, menos uno.


Uno, al bajar a una velocidad endiablada, cambió de dirección y fue a hundirse en el palmito más alto y esbelto de todos los que pugnan por subir más y más arriba, por encima de todos los tejados de Caudete, buscando perderse en lo alto del cielo. Su singularidad, su esbeltez, su hermosura, le perdió porque, el rayo de marras, fugitivo de la batalla de nubes, se encaprichó de él y bajó derecho a su encuentro para llenarle de su luz y, al hacerlo, le prendió, le hizo  ANTORCHA.
Lo que más me sorprendió de su abrazo de fuego fue que no partiera en dos al palmito, ni  que le resquebrajara de arriba abajo. Si hubiera sido cualquier otro árbol lo habría destrozado y carbonizado, pero al palmito guapo de la Avda. de las Jornetas, no. Y es que, el palmito, es mucho palmito. Puede que se le ponga un penacho de fuego pero, acabar con él, es otra historia.
Ayer por la mañana, en Caudete. El sol no fue el primero en poner luz sobre la Villa porque se le adelantó un rayo que, huyendo de una pelea que, a cara de perro, sostenían un montón de nubes, en todo lo alto, se llegó hasta el lindo palmito y, como si fuera una cerilla, le pegó fuego, convirtiéndolo en ANTORCHA.


Mientras tanto, los nubarrones, entrelazados, siguieron camino hasta la playa de San Juan donde se entretuvieron en hacer juegos malabares sacándose, como si fueran magas, desde la superficie del mar, no un conejo, sino una manga marina que fue, una verdadera atracción, para los ribereños de la mar.


Recibe mi saludo, mis

      ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
28.11.2020. Sábado.  (C. 1095)

(Vídeos tomados desde TORRES BAÑADAS)

P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.

 

2 comentarios:

  1. Muy buenos días , P. Alfonso, muy bien narrado todo lo que ayer nos aconteció vivir , menos mal que todo quedó en un susto, pero como siempre se dice después de la tempestad vuelve la calma , y así ha sido.Que tenga un buen fin de semana.

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  2. Fina Solera Rodriguez28 de noviembre de 2020, 10:06

    Buenos días P. Alfonso. Muy buen relato nos hace hoy sobre la tormenta de ayer que a todos nos despertó asustados. Desde muy temprano nos fueron llegando fotos e información a los móviles. Gracias a Dios que no pasó nada grave y hoy va siendo el sol tímidamente. Que todos pasemos un buen sabado .

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