domingo, 21 de marzo de 2021

La Bañera

ESTAMPA CAUDETANA.
LA BAÑERA.


En los cipreses que crecen y crecen, emulando a su hermano de silos, en el claustro del convento de San José han encontrado acomodo varias parejas de mirlos que alegran con su canto y revoloteo el silencio y la soledad del mismo, máxime, en los tiempos que corren con pasos agigantados para implantar la primavera recién llegada, tiempo en que la vida comienza a manifestarse de modo notorio en la foresta, pues, todos los árboles del corralón están moviendo y, algunos, como el melocotonero, todo florido, y los albaricoqueros, que ya se están poniendo en sus ramas algunas florecillas que espero no echen abajo estos fríos invernales que han llegado, con cierto retraso, y, como en la foresta, también se manifiesta  en el jolgorio que se traen los mirlos y de los volátiles, en general.
Nos lo había dicho el P. Ángel: ayer: "han caído 12 litros de agua, muy lejos de un hilo de agua (40 litros que es, según el decir del Padre Ángel, la capacidad total de la tacita de la fuente y que equivalen, según el decir de los regantes de la Real Villa de Caudete, a un hilo de riego" 
Acabábamos de comer ayer. El reloj andaba buscando las 15 horas para permitir a las distintas televisiones que nos informaran acerca de las noticias más relevantes acaecidas durante la mañana, además de la prolija y exhaustiva información sobre el tema recurrente de todo este año pasado, la pandemia implantada por el Covid 19.  Y, entonces, los vi. Tres mirlos revoloteaban peleándose, encima de la tacita de la fuente existente en mitad del claustro barroco toscano del convento de San José (El Carmen). Se peleaban por el agua caída en la lluvia pasada. Se peleaban para bañarse. Tuve tiempo de sacar el telefonillo y grabar la escena del baño de los tres emplumados.
El mediodía de ayer era frío pero los mirlos no tienen miedo al frío, ni al agua fría, cuando están decididos a zambullirse para, entre otras cosas, eliminar los piojillos que se hubieran instalado en su plumón. Daba gloria verlos y, al mismo tiempo, también grima, porque el azogue del termómetro, situado en el alféizar de mi ventana, hacía equilibrio por debajo de los 10 grados pero con una sensación de frío muy alta porque un airecillo que iba de un lado a otro del claustro y más que airecillo, parecía filo de navaja trapera. Y lo digo por experiencia propia porque había estado, poco antes, atendiendo a una visita que había solicitado entrevistarse conmigo para un asunto personal. La persona en cuestión, que llegó al convento, venía perfectamente pertrechada con ropa de abrigo y gorro además de una hermosa mascarilla que solo dejaba a la vista unos ojitos muy vivarachos. Pero eso, a los mirlos, como te he dicho antes, ni les iba ni les venía. Ahí los tienes peleándose por meterse los primeros en el agua limpia caída de los cielos y que tenía que estar gélida por que cayó mezclada con granicillo  y algunos copos grandes de nieve a los que coloquialmente se les suele llamar "trapos, trapos de nieve".
Cuando el último de los mirlos termino de darse su excelente y prolongado baño en la tacita de la fuente del claustro, yo me marché a la sala de televisión y, al llegar, las noticias de las 15 horas ya estaban saliendo en cascada desde el cristal de la televisión.

Recibe mi saludo, mis

      ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
21.3.2021 Domingo. (C. 1.208)

P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.

1 comentario:

  1. Muy buenos días, P. Alfonso, sí que da frío ver a los mirlos darse ese baño en el agua tan fría que estaría, pero la naturaleza es así de sabía. Que tenga un buen domingo último de Cuaresma.

    ResponderEliminar