ESTAMPA CAUDETANA.
LA BAÑERA.
En los cipreses que crecen y crecen, emulando a su hermano de silos, en el
claustro del convento de San José han encontrado acomodo varias parejas de
mirlos que alegran con su canto y revoloteo el silencio y la soledad del mismo,
máxime, en los tiempos que corren con pasos agigantados para implantar la
primavera recién llegada, tiempo en que la vida comienza a manifestarse de modo
notorio en la foresta, pues, todos los árboles del corralón están moviendo y,
algunos, como el melocotonero, todo florido, y los albaricoqueros, que ya se
están poniendo en sus ramas algunas florecillas que espero no echen abajo estos
fríos invernales que han llegado, con cierto retraso, y, como en la foresta,
también se manifiesta en el jolgorio que se traen los mirlos y de los
volátiles, en general.
Nos lo había dicho el P. Ángel: ayer: "han caído 12 litros de agua, muy
lejos de un hilo de agua (40 litros que es, según el decir del Padre Ángel, la
capacidad total de la tacita de la fuente y que equivalen, según el decir de
los regantes de la Real Villa de Caudete, a un hilo de riego"
Acabábamos de comer ayer. El reloj andaba buscando las 15 horas para permitir a
las distintas televisiones que nos informaran acerca de las noticias más
relevantes acaecidas durante la mañana, además de la prolija y exhaustiva
información sobre el tema recurrente de todo este año pasado, la pandemia
implantada por el Covid 19. Y, entonces, los vi. Tres mirlos revoloteaban
peleándose, encima de la tacita de la fuente existente en mitad del claustro
barroco toscano del convento de San José (El Carmen). Se peleaban por el agua
caída en la lluvia pasada. Se peleaban para bañarse. Tuve tiempo de sacar el
telefonillo y grabar la escena del baño de los tres emplumados.
El mediodía de ayer era frío pero los mirlos no tienen miedo al frío, ni al
agua fría, cuando están decididos a zambullirse para, entre otras cosas,
eliminar los piojillos que se hubieran instalado en su plumón. Daba gloria
verlos y, al mismo tiempo, también grima, porque el azogue del termómetro,
situado en el alféizar de mi ventana, hacía equilibrio por debajo de los 10
grados pero con una sensación de frío muy alta porque un airecillo que iba de
un lado a otro del claustro y más que airecillo, parecía filo de navaja trapera.
Y lo digo por experiencia propia porque había estado, poco antes, atendiendo a
una visita que había solicitado entrevistarse conmigo para un asunto personal.
La persona en cuestión, que llegó al convento, venía perfectamente pertrechada
con ropa de abrigo y gorro además de una hermosa mascarilla que solo dejaba a
la vista unos ojitos muy vivarachos. Pero eso, a los mirlos, como te he dicho
antes, ni les iba ni les venía. Ahí los tienes peleándose por meterse los
primeros en el agua limpia caída de los cielos y que tenía que estar gélida por
que cayó mezclada con granicillo y algunos copos grandes de nieve a los
que coloquialmente se les suele llamar "trapos, trapos de nieve".
Cuando el último de los mirlos termino de darse su excelente y prolongado baño en
la tacita de la fuente del claustro, yo me marché a la sala de televisión y, al
llegar, las noticias de las 15 horas ya estaban saliendo en cascada desde el
cristal de la televisión.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
21.3.2021 Domingo. (C. 1.208)
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.
Muy buenos días, P. Alfonso, sí que da frío ver a los mirlos darse ese baño en el agua tan fría que estaría, pero la naturaleza es así de sabía. Que tenga un buen domingo último de Cuaresma.
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