ESTAMPA CAUDETANA.
LA DESPENSA
Cuenta la historia que en aquellos tiempos en que el hombre se puso de pie y
pudo trasladarse de un lado a otro fue colonizando el planeta tierra según la
necesidad que tenía de proveerse de lo necesario para poder alimentarse, para
vivir. Es decir, se convirtió en cazador. Sigue contando la historia que muchos
grupos sociales cuando se establecían en un cazadero con buena provisión de
alimentos que le aseguraban la pervivencia por un tiempo, se asentaban en el
lugar y lo defendían con uñas y dientes, con flechas y puntas de sílex o con lo
que tenían a mano, contra otros grupos que pasaban por allí o intentaban
dejarles la despensa vacía e incluso, cómo aventuran estudiosos del tema,
practicar el canibalismo con ellos.
Esa es una práctica que se lleva a rajatabla en el mundo animal dentro del
ámbito de la naturaleza. Los programas de televisión sobre el tema nos
muestran la crudeza con que se emplean los miembros de una familia de
depredadores cuando otro, deambulando por la sabana, se mete en su cazadero y
es descubierto, la lucha es feroz, a muerte.
Ayer, mediado el día, un hecho que ocurrió delante de mis ojos me hizo volver a
aquellos tiempos en qué estudiaba bachillerato en el Castillo de San Servando
de Toledo en los últimos años de la década de los 50 del siglo pasado. El
profesor de Historia, cuando nos explicaba los conceptos de la
prehistoria y nos hablaba del modo de vivir de los primeros hombres, ya nos
hacía saber qué, aquellos primigenios seres humanos tenían como característica
principal de vida la emigración porque les era necesario ir buscando lo
necesario para proveer a su manutención, animales y algunas gramíneas, para
poder vivir y, claro, si en ese ir buscando cazaderos se topaban con otros
grupos que ya estaban instalados, una de dos, o daban un rodeo «poniendo los
pies en polvorosa» o se enfrascaban en una lucha sin cuartel, a muerte
porque lo que estaba en juego era la vida.
Todo eso lo recordé porque delante de mí, ni siquiera a 3 m de distancia, una
ardilla paso a mi lado corriendo. Presumo que había bajado de un pino y
empezaba a subir por otro. Con toda seguridad, aquel veloz animalico, había
dado cuenta de las piñas de un pino e iba, para satisfacer su voracidad,
buscando más piñas en otro pino. Pero, hete aquí, que al pino que comenzó a
subir no estaba libre, estaba ocupado por otro espécimen semejante a el que
nada más apercibirse de su presencia, bajó tronco abajo como un rayo desde lo
alto del pino y se lió a mordiscos y arañazos con el advenedizo que trataba
de usurpar la propiedad de su congénere. Pero no lo consiguió. Cada vez que
intentaba subir por el tronco hasta la horquilla donde el árbol se elevaba con
dos hermosas ramas hacia el cielo se encontraba con los dientes, las uñas y los
chillidos furibundos que le impedían progresar. Yo quieto, parado a no más de 3
mts. era observado fijamente por uno y otro pero ni al uno ni al otro les
causaba prevención alguna, todo lo contrario, yo diría que hasta les provocaba
más violencia, el uno por conseguir adueñarse del lugar y el otro por defender
la propiedad. Y es que la comida es una cosa importantísimo, no solo para el
ser humano, sino para todo ser viviente como es el caso de las ardillas de la
pinada que yo vi ayer, mediado el día.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
28.10.2021. Jueves. (C. 1.407)
P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita.
Muy buenos días , P. Alfonso, como nos ha detallado con todo detalle como cada cuál todo ser vivo , busca y defiende su manera de alimentarse . Que termine bien del jueves.
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