ESTAMPA CAUDETANA.
EL VIACRUCIS.
Dentro del amplio espectro de la cultura cristiana existe un
acto litúrgico de gran aprecio, es el VIACRUCIS. Esta práctica religiosa
litúrgico-penitencial cristiana viene de muy antiguo y trata de favorecer al
cristiano su devoción a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Comienza con la sentencia a muerte del Redentor que habría
de llevarse a cabo por crucifixión, pena reservada, en aquellos tiempos,
para las gentes facinerosas de la peor calaña y para los desertores del
ejército con el fin de que sirviera de escarmiento.
Al parecer, en aquellos tiempos, declararse Hijo de Dios era
razón más que suficiente para suspender en todo lo alto al osado, que tal
hiciera, declarándolo, así, según el decir de la Palabra revelada
"maldito" porque maldito era todo aquel que era ajusticiado en la
cruz.
Seguidamente la práctica litúrgica nos hace vivir, como
espectadores emulando aquellos que jalonaban la Vía Dolorosa o camino del
Calvario hasta estramuros de la ciudad, contemplando a los reos que iban
a ser ajusticiados en lo alto de la peña, que allí llamaban Gólgota o lugar de
la calavera.
En el santo ejercicio litúrgico contemplamos a Jesús
golpeando con su propia cara, por tres veces, los cantos rodados del camino.
Viéndole cruzar su mirada con la de su Madre entre los chorreones de la sangre
que manaba de sus heridas producidos por las espinas de una corona trenzada con
espino blanco del lugar, que le había sido encasquetada por la soldadesca para
hacerle objeto de irrisión y burla. Lo vemos asistido por la generosidad
caritativa de una mujer ignota que la tradición ha llamado Verónica. En
su ir cuesta arriba hacia e cumplimiento de su compromiso, exhausto es ayudado
por un labrador que cargó con el travesaño horizontal de la Cruz, conocido como
Cireneo, ya que al Jesús reo le habían quitado las fuerzas en el suplicio
previo de la flagelación atado a una columna en mitad del patio del pretorio.
Y, también acompañamos a la Madre, más muerta que viva, sosteniéndola en su
dolor en el durísimo momento en que el sonido producido por los clavos al
hundirse en las muñecas de su Hijo que, tras lo cual, era levantado y
sujetado en el palo vertical de la Cruz donde, tras unas horas de dolor
inhumano, habiendo perdonado a aquellos que le habían llevado a semejante
situación y nos daba a su Madre como Madre nuestra, con en su último esfuerzo
para mirar al cielo, bajó su mirada a la tierra, a sus hermanos los hombres y,
dando un grito fuerte, nos entregó su Espíritu, el Espíritu con el cual había
venido estableciendo íntima relación divina, por las vías del amor, con sus
hermanos los hombres.
Y, sólo, después de que el encargado de dar el golpe de
gracia al ajusticiado, en el caso de Jesús, una lanzada en su pecho para
destrozarle el corazón por ser víspera del Gran Día Festivo para los judíos de
la Pascua en la que rememoraban la salida de Egipto de la esclavitud en la que
habían estado sometidos cuatrocientos años, les era permitido, por la autoridad
romana, a descender del lugar del suplicio, de la cruz, los cuerpos machacados
del justiciado, para ser depositado, con prisas en un sepulcro donado por un
tal José de Arimatea donde no había sido enterrado nadie todavía, cercano al
lugar de la ejecución. Pero, antes, contemplarla en el regazo de la Madre donde
tantas veces, siendo niño, encontró sosiego y paz.
Aquí, en la Real Villa de Caudete he constatado que, además,
se le ha añadido al santo ejercicio del VUACRUCIS, una estación más en la que
se proclama el triunfo del crucificado resucitando de entre los muertos.
Ilustra mis buenos días de hoy, último del mes de marzo,
Viernes de Dolores, previo a la Semana Santa, la fotografía en que aparecen
domingo Gil Conejero, sacristán de la parroquia de San Francisco, dirigiendo el
santo ejercicio penitencial del acto, del VIACRUCIS y Juan Belmar, portando la
cruz, yendo por las naves laterales de la parroquia, de estación en estación,
siguiendo la lectura pausada del lector. Mientras, un grupo, no muy numeroso de
fieles, sin moverse de su lugar, por no ser muy amplia la iglesia,
acompañábamos, piadosamente, al Señor en su vía del dolor rememorada en el VIACRUCIS.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
32.3.2023. Viernes de Dolores ((C. 1.656)
P. Alfonso Herrera. Carmelita.
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