lunes, 20 de mayo de 2024

La Mesa estaba puesta.

ESTAMPA CAUDETANA. 

LA MESA ESTABA PUESTA. 

Una vez concluido el manifiesto con la bendición del Santísimo, decidí bajar hasta la glorieta de la Cruz para pasar allí un rato. 

La tarde era buena, una señora que estaba sentada en un banco acompañada de dos perritos liliputienses decía, cuando pasé yo  por delante, a otra comadre:" así tenía que ser todo el verano, como esta tarde", aunque un aire un tanto molesto llevaba de un lado a otro las bolsas de chuches que los chicos habían dejado caer en la avenida de la Virgen de Gracia. Eso por el suelo pero, por todo lo alto, traía unas nubes negras que hacían pensar en el cumplimiento de un deseo largamente acariciado por las gentes de esta Real Villa de Caudete y que no es otro que, el que dejaran caer sobre la Villa y sobre su predio una buena cantidad de lluvia pero todo se quedó, en eso, en un mero deseo. 

Al llegar a la glorieta hice lo de siempre, busqué acomodo en el banco que se me presta, también, casí siempre, para mi reposo reflexivo. 

Contemplando la imagencica de la Virgen de Gracia esculpida en piedra, continué elevando mi oración a Aquella que representa, el rezo del Santo Rosario que había comenzado al salir de la iglesia del monasterio de las Madres Carmelitas. 

El corralico dentro del cual se levanta el monumento a la cruz y a la Virgen de Gracia se encontraba a aquellas horas totalmente solo. Tampoco había niños jugando en los artilugios colocados para ellos al otro lado de la avenida. Solo se oía el ruidico que hacía el aire al ir abriendose paso entre setos y ramas pero, ninguna voz, ningún grito, de niño que estuviera jugando en las cercanías. 

Rápidamente me percaté de que alguien había dispuesto,  justo delante de mí, UNA MESA BIEN PERGEÑADA Y PERTRECHADA para los volátiles, pues había desmenuzado una buena cantidad de pan y los trozos los repartió, a voleo, por el espacio situado a la izquierda del monumento.

En esas estaba cuando, de pronto, bajaron, de vete a saber dónde, una pareja de tórtolas y, siguiendo sus vuelos, cuatro o cinco tejaínos (gorríatos). Se posaron a cinco metros delante de mí. Antes de ponerse a comer, las tórtolas, me miraron fijamente, y yo creo que dieron en pensar:

"de este nos podemos fiar". 

Los tejaínos, no. Los tejaínos  fueron a lo suyo, a "robar"  y salir "por alas"  a cualquier lugar donde poder despiezar y zamparse lo "robado" para volver nuevamente a llevar a cabo el latrocinio. 

Las tórtolas se pusieron a comer aquí y allá dando buenos picotazos y sacudiendo los trozos de pan contra el suelo para ayudarse a desmenuzarlos y poder tragarlos sin dificultad. En dos ocasiones tuvieron que dejar "los cubiertos" sobre la mesa y salir pitando porque al corralico, a su fuente,  entraron sendos perros a beber un poco de agua. Pero, desde el observatorio donde se hubieran posado al ver que  desaparecieron los cánidos, volvieron a bajar para seguir dando buena cuenta de la pitanza tan fácilmente puesta a su disposición por una mano benefactora. 

Cuando hubieron llenado si biche, saciando su hambre son Heber finiquitado todo el pan que aquella mano pródiga esparció por el lugar, levantaron vuelo y se fueron para no volver. Seguramente iban a condicionar la habitación para disponerse a pasar la noche, a dormir.

Y yo seguí su ejemplo. Me levanté del banco y volví sobre mis pasos para dirigirme a casa. 

El aire que me había acompañado en mi camino hasta la glorieta y durante mi estancia en ella, me siguió acompañando en mi vuelta a casa. 

Recibe mi saludo, mis


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

20.5.2024. Lunes. (C.1.899)

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario