viernes, 18 de octubre de 2024

El Puesto de las Hamburguesas.

ESTAMPA CAUDETANA. 

EL PUESTO DE LAS HAMBURGUESAS. 

Estaba a punto de concluir mi paseo por todo el Mercado de la Artesanía de San Miguel, en la víspera del santo Arcángel,  cuando, en lontananza, apareció la esbelta torre del convento de San José (El Carmen) que estampó su firma en la bandera, puesta por los albañiles de aquel entonces, en su tejado, el año 1670.

Se la ve guapa, con un tipo inmejorable, el que le habían dejado otros albañiles en los albores del presente siglo en el que se le lavaron las paredes salvo aquellas que constituyen su cimiento y que no son otros que grandes bloques de piedra granítica que, otrora, según me decía Kiko, al que apodan "Miserias", en una tarde-noche del invierno pasado, mientras teníanos pegadas a ellas nuestras espaldas, que, 

-"Estás piedras venían a hacer lo contrario que esas baterías que se cargan de calor durante la noche (cuando es más barata la energía) y lo esparcen a lo largo del día para beneficio de los habitantes de las casas. A estas piedras las calientas el sol por el día y lo van soltando, poco a poco, por la noche. Por ello, me sigue diciendo Kiko,

Junto a este lugar  era común que se formaran pequeños grupos de gentes de la villa al caer el día y, apoyados en esas piedras, perfectamente talladas, y como acontece ahora, recibían de ellas un calorcito agradable de modo y manera que así aguantaban mejor el frío ambiental reinante en la Plaza de Nuestra Señora del Carmen y, allí, tenían sus coloquios, sus "charretas", que dicen en esta Real Villa de Caudete".

Y, justo, en ese lugar, vienen colocando su puesto, desde hace años, los artesanos encargados de satosfacer, con sus estupendos preparados, el gusanillo que despertaban los olores de buena carne tostadas por un lado y por otro y emparedada entre dos medias porciones de pan que hacían las delicias al tiempo que mandaban a paseo el hambre de aquellos que por allí pasaban. 

No es mal sitio ese, no, ¡que va! ¡ni mucho menos! Porque, a su izquierda, lo dejan aquellos que vienen por la calle de El Molino para adentrarse en la feria de los artesanos.  De frente se la encuentran los que acceden por la calle Moreras y por la de San Antonio Abad y, a la derecha, la encuentran los que transitan por las calles de El Mercado, en cuyo final se encuentra, y aquellos otros que lo hacen por la calle Mayor.

Me encontraba a la altura de la oficina de la Policía Municipal y ya había dejado atrás los distintos puestos en los que se hacía propaganda de las distintas ONG existentes en la Villa y también pusieron su tenderete las Hermanas del Amor de Dios desde el que hacían propaganda de su Institución de enseñanza, de su colegio "El Amor de Dios". Magdalena, una de las Hermanas, que se encontraba acompañada por personal docente y madres de alumnos, integrantes de la AMPA del colegio, me obsequio con una revista que publica esta Asociación del colegio. 

Y desde detrás del mostrador del puesto de otra ONG, no recuerdo el nombre, fui requerido, me llamó la atención, toda contenta, una buena amiga mía que estaba atendiendo dando explicación a los transeúntes acerca de su ONG (síndrome de Down). Después de saludarnos, y a punto de emprender mi camino, me gritó alegremente:

- "Oye, cómprame un número para el sorteo de una cosa muy buena"

Y yo le compré una tira de números. Sólo costaba 1 € y por ese poco dinero se ayudaba a la ONG y tenías, además, la posibilidad de que te tocara un jamón con el que colaboraba, con ellos, Milán, el carnicero.

No me traje la tira de números. Se la regalé a ella y le dije:

-"Toma, para ti y espero que te toque el jamón que os regala Milán".

Y allí, detrás el mostrador se quedaba mi amiga riéndose a mandíbula batiente ¡Es tan maja! 

Hasta mi llegaban traídos por una brisita, que empezaba a hacer acto de presencia, los olores que hacían de las suyas en todo el batallón de papilas olfativas y gustativas de cualquiera que dispusiera de esos sentidos, y yo dispongo, al presente, de ellos, de modo y manera que como estábamos tan cerca de la hora de la comida, nos acercábamos a las las 14 horas, se me hacía la boca agua. ¡No es mentira! ¡es verdad! bien podía decir aquello que grita la sabiduría popular: 

"¡Qué bien huele!, ¡mejor sabrá!"

 Y es que del puesto de los cocineros de la carne salían unos efluvios que se expandían, en oleadas espesas, calle Mercado adelante, después de llenar, con ellos, toda la plaza de Nuestra Señora del Carmen.

Al pasar por delante del puesto observé de donde salían los efluvios y cuál era la razón que los impulsaba a expandirse por todo el ambiente. No era otro que el chorrear de la grasa de las hamburguesas sobre las ascuas encendidas del carbón vegetal, éste, al rojo vivo, las recibía con agrado y se pintaba, todavía más, con un rojo mucho más vivo del que salían lengüitas de llama que casi, casi, encendían los redondos discos de carne picada.

No piqué, no me detuve, para darme un festín, aunque ganas no me faltaban de pararme a degustar tales exquisiteces.

Por encima del puesto de las hamburguesas, tendida desde la torre de la iglesia del convento de San José hasta la pared de enfrente, había una pancarta mostrándonos su leyenda:

"FERIA ARTESANAL"

Recibe mi saludo, mis


¡¡¡BUENOS DÍAS!!!

18.10.2024. Viernes. (C. 2.035)

P. Alfonso Herrera. Carmelita.

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