jueves, 15 de febrero de 2018

LA RODA ME VIO PASAR



[10:58, 15/2/2018] Carmelitas P. Alfonso: La Roda me vio pasar.
[10:59, 15/2/2018] Carmelitas P. Alfonso: «CÓMO SE QUEDAN LOS CUERPOS»


Ayer, mediadas la tarde, rendía viaje en el garaje de nuestro  CONVENTO DE SAN JOSÉ. Me había desplazado a Madrid en un viaje relámpago por asuntos personales. La carretera no daba problema. Muy pocos coches circulaban por ella  hacia Alicante y pocos eran también los camiones que, cargando contenedores hacían su ruta hasta alguno de los puertos de Valencia o de Alicante para hacer entrega de su pesada carga con el fin de que siguiera camino por mar a cualquier puerto del mundo. Sí, la carretera venía muy bien. No agobiaba, podía decirse que estaba totalmente barrida por el viento que soplaba, campando libremente, por la ancha planicie manchega. No, la autopista no representaba problema alguno para la conducción, el problema era el conductor, puesto que ya no calzaba 20 ni 30 ni 40 ni 50 años. Ese es, ahí está el nudo Gordiano. Ese es el quid de la cuestión, la cosa está ahí, el problema es ese, el chofer.  Y los 365 km son, además, un peso añadido al ajetreo tenido en la capital, por el afán de atender debidamente a todo lo programado. Y ese ir de un lado a otro, bajando al metro o subiendo a los autobuses,  pesan un poquito cuando ya se va cargando uno de años.

 Ahora me explico aquel dicho  que repetía al final de jornadas lectivas estresantes mi antigua compañera Aurora, compañera de fatigas en los quehaceres colegiales durante tantos años, de la frase que encabeza, dando título a mis buenos días de hoy. Codo con codo, caminábamos en el colegio abriendo puertas, enderezando caminos, volviendo sobre nuestros pasos a por el chavalico rezagado.
A cuántos sacamos DEL ATOYADERO, para sacudirles el ensimismamiento en que caían con la contemplación de cualquier cosilla que distraía, en la vera del camino, a aquellos chavales que nos fueron encomendados. Cuando el timbre ponía fin a una larga jornada escolar y procedíamos a poner orden en el despacho, sin olvidar el trabajo para casa, le surgía desde la profundidad de su interioridad aquel suspiro que se hacía concepto en aquella lapidaria frase: «¡CÓMO SE QUEDAN LOS CUERPOS!». Pues sí, ayer, al rendir viaje, dado el cansancio acumulado, se hizo vivo, tomó cuerpo, aquel dicho de mi antigua, recordada y querida compañera Aurora:«¡cómo se quedan los cuerpos!»

Sí, ayer estuve de viaje y volví a casa cansado, rendido. No obstante, me quedan unas poquitas fuerzas y, con ellas, te envío y me saludó, mis

          
    ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
15.2.2018 Jueves. P. Alfonso Herrera. O. C.

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