ESTAMPA CONVENTUAL.
LOS PELARGONIOS.
LOS PELARGONIOS.
Crecían en el alfeizar de la ventana de la habitación reservada a mi hermano Ricardo, que gloria tiene, mientras tuve destino en mi anterior domicilio y hasta que el bueno de él me dijo adiós al comenzar el día 29/12/2014, para emprender el camino, por cierto, muy bien acompañado por nuestros padres, hermanos y dos sobrinos, que le conduciría al encuentro con Dios Padre.
Como comprenderás no se iba a quedar allí arriba solo a la espera de fenecer por falta de atención y cuidado. Así que cuando me trasladé a Caudete, se vino conmigo.
Le coloqué en el alféizar de una de las ventanas del claustro alto desde donde se ve salir el sol y ¡cuánto goza! Cuando ve aparecer al brillante jovenzuelo celeste por encima de las tejas.
- Y es que, oye, ocurre siempre con todo bicho viviente y no solo a los pelargonios que crecieron en la ventana de la habitación que fuera de mi hermano pequeño y que ahora lucen, y ¡de qué modo!, en el vetusto claustro del CONVENTO DE SAN JOSÉ. Pues, sí, todo bicho viviente se emperigota de contento cuando barrunta que el figura celeste está a punto de llegar y cuando llega ¡puffff! el descoque total. Pero ¿qué tendrá el pollete de oro que va por el cielo de un lado a otro que a toda la naturaleza la pone en pie?
Para mí, el pelargonio, es un sacramental. Me trae a mi hermano, a mi presencia. De alguna manera, me le tiene vivo junto a mí. De otra manera, ya lo sé, pero presente, junto a mí. ¡Qué cosas! ¡Cómo somos los seres humanos! Los sentimientos nos juegan cada pasada...
Había comprado unas plantitas en casa de los alemanes, de Lidl, en la tienda que tienen abierta en la plaza de la Prosperidad de Madrid.
El sol de la mañana, el abono de paloma y el agua del Canal de Isabel II las hicieron subir como un soufflé de modo y manera que se pusieron como clueca con una docena de pollitos.
Ya en Madrid florecieron, quiero creer, que para ofrecerse a honrar la memoria de mi hermano. ¡Gracias!
Aquí, en el precioso claustro del CONVENTO DE SAN JOSÉ, no podía apocarse y venirse a menos bajo la escusa del cambio de aires y de agua (aquí el agua tiene mucha cal) y ahí la tienes con todas sus joyas sin dejar una en el joyero. Y es que no quería, bajo ningún concepto, que la fuente del claustro, directora de la ópera floral del claustro, le llamara la atención por no estar a la altura del resto de los especímenes floridos que, al igual que ellos, vinieron desde mi bosquecillo de Madrid.
Hay lugares donde los llaman geranios chinos. Y, la verdad, no sé por qué. Los floristas holandeses e ingleses, sea en planta o en semilla, se los trajeron ya durante el siglo XVII del cono sur de África de donde son oriundos. Y, pásmate, los trajeron, no precisamente por sus flores, que también, sino por sus cualidades curativas. De sus raíces, secadas y molidas obtenían unos polvillos que solucionaban o acortaban los episodios gripales además de otros males e, incluso en un caso, que se ha documentado fehacientemente, curó a un súbdito de su graciosa majestad, de una tuberculosis galopante que, luego, una vez restablecido, vio las posibilidades que ofrecía y se convirtió en un avispado comerciante del producto constituyéndose así en un adelantado de las industrias farmacéuticas.
Así de presumido, con las flores del pelargonio, te va tan campante mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
14.7.2018. Sábado. Día 8° de la novena en Honor de la Virgen del Carmen
P. Alfonso Herrera, O. C. alfonsoherr@gmail.com
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