ESTAMPA CONVENTUAL.
CACTUS OPUNTIA MICRODASYS.
CACTUS OPUNTIA MICRODASYS.
Me le regaló Isabel.
Ya habíamos dado buena cuenta a un arroz con conejo en el que no faltaban caracoles repartidos por todo el redondel de la paellera.
Isabel es la esposa de Miguel y Miguel es hermano del P. Luis Torres. De cuando en cuando nos invitan a compartir con ellos, en familia, en su casa de campo, mesa y mantel, invitación que nos viene muy bien tras concluír los cultos dominicales.
Me quedé parado donde crecían cactus de todo tipo.
-Isabel ¿me puedo llevar un segmento de este CACTUS OPUNTIA MICRODASYS que me llama mucho la atención por cómo es? Parece como si estuviera adornado con pellizquitos de algodón blanco.
-Espera, me dijo. Y se fue a otro lugar del que volvió con un tiestecico en el que tenía ya prendido uno de sus segmentos ovalados desde el que se "ponían de pie" otros tratando de hacerse grandes como sus congéneres plantados en el parterre de la casa de campo.
Me vine a casa más contento que niño saliendo al recreo, cualquier día, en la escuela.
No sé si se debió a la atención desmedida, porque lo peor que le puede ocurrir a un cactus es eso, que le cuiden mucho, que le atiborren con abono y agua en demasía. Lo cierto es que un buen día me encontré todos sus segmentos desparramados por los alrededores del tiesto en el que se había instalado. Ya no estaba. La seguridad que le daba tener uno de sus segmentos metido casi en su totalidad y sujeto por sus raíces, se había venido abajo. Si se me hubieran clavado todas las espinas en mi piel no me hubiera sentado tan mal como contemplar al cactus desvencijado por los suelos.
Con sumo cuidado fui recogiendo cada segmento y les habilité un nuevo emplazamiento, una jardinera de plástico que me había regalado Josefina. Ahí le tienes.
Como ves, no le ha sentado tan mal. Teniendo a la vista la fuente del claustro barroco del CONVENTO DE SAN JOSÉ se ha puesto tan contento, tan contento, que ha florecido, el pobre, como si quisiera decirme "no te preocupes" ¡No ha pasado nada! Sí, le ha sentado muy bien el alfeizar de la ventana que mira al este dentro de un espacio tan celebrado como es el vetusto claustro conventual. No echa de menos el tiestecico en el que se encontraba muy angosto.
Cuando deja caer las flores pone en su lugar a nuevas hojitas que auguran una maravilla de la naturaleza. Ya te daré cuenta de ello.
Ya habíamos dado buena cuenta a un arroz con conejo en el que no faltaban caracoles repartidos por todo el redondel de la paellera.
Isabel es la esposa de Miguel y Miguel es hermano del P. Luis Torres. De cuando en cuando nos invitan a compartir con ellos, en familia, en su casa de campo, mesa y mantel, invitación que nos viene muy bien tras concluír los cultos dominicales.
Me quedé parado donde crecían cactus de todo tipo.
-Isabel ¿me puedo llevar un segmento de este CACTUS OPUNTIA MICRODASYS que me llama mucho la atención por cómo es? Parece como si estuviera adornado con pellizquitos de algodón blanco.
-Espera, me dijo. Y se fue a otro lugar del que volvió con un tiestecico en el que tenía ya prendido uno de sus segmentos ovalados desde el que se "ponían de pie" otros tratando de hacerse grandes como sus congéneres plantados en el parterre de la casa de campo.
Me vine a casa más contento que niño saliendo al recreo, cualquier día, en la escuela.
No sé si se debió a la atención desmedida, porque lo peor que le puede ocurrir a un cactus es eso, que le cuiden mucho, que le atiborren con abono y agua en demasía. Lo cierto es que un buen día me encontré todos sus segmentos desparramados por los alrededores del tiesto en el que se había instalado. Ya no estaba. La seguridad que le daba tener uno de sus segmentos metido casi en su totalidad y sujeto por sus raíces, se había venido abajo. Si se me hubieran clavado todas las espinas en mi piel no me hubiera sentado tan mal como contemplar al cactus desvencijado por los suelos.
Con sumo cuidado fui recogiendo cada segmento y les habilité un nuevo emplazamiento, una jardinera de plástico que me había regalado Josefina. Ahí le tienes.
Como ves, no le ha sentado tan mal. Teniendo a la vista la fuente del claustro barroco del CONVENTO DE SAN JOSÉ se ha puesto tan contento, tan contento, que ha florecido, el pobre, como si quisiera decirme "no te preocupes" ¡No ha pasado nada! Sí, le ha sentado muy bien el alfeizar de la ventana que mira al este dentro de un espacio tan celebrado como es el vetusto claustro conventual. No echa de menos el tiestecico en el que se encontraba muy angosto.
Cuando deja caer las flores pone en su lugar a nuevas hojitas que auguran una maravilla de la naturaleza. Ya te daré cuenta de ello.
Mientras la naturaleza sigue su curso a una velocidad que no produce vértigo, sí que sale zumbando a encontrarse contigo mi saludo, mis
¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
17.8.2018. Sábado. P. Alfonso Herrera, O. C.
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