martes, 30 de octubre de 2018

El Viento




ESTAMPA FORÁNEA.
EL VIENTO.

En mi pueblo de Oropesa, Toledo, está demostrado palpablemente y por ello ha pasado al acervo de los dichos que encierran la sabiduría que va creando la repetició de hechos que acontecen cíclicamente en sus ámbitos. Y así decimos los oropesanos:
"la primera tormenta de Agosto, pone fin al verano, fulmina el verano" y luego se precipita sobre el pueblo y su zona de influencia, un otoño con sus veranillos, como el de San Miguel y, antes, las fiestas patronales, que van jalonándole y te van llevando, generalmente en volandas, en suaves volandas, hasta las puertas del invierno para el que, pasadas las fiestas, se han venido preparando las gentes. Nadie permanece en la calle pasadas las cinco de la tarde. El pueblo se duerme en sí mismo a la espera de un nuevo despertar en la próxima primavera.
La plaza de El Navarro, que es la plaza mayor del pueblo, ya no es lugar de encuentro. En los árboles, todavía tupidos, se oye el piar de los tordos (estorninos) que andan preparándose para emprender el viaje al África profunda huyendo del azote duro y seco del invierno en Oropesa y de los gorriatos que se quedarán "haciendo" pueblo y que si las cosas vienen muy mal dadas sembrarán el duro suelo de la plaza con sus cuerpecillos matados por el estampido horroroso de algún trueno que dejaran caer las nubes tormentosas que, viniendo por el camino de Ciscarros, vuelan hacia Madrid.
Algo de eso ha ocurrido aquí en El Campello. Antes de anoche, al terminar la misa vespertina de vísperas del domingo pasó por lo alto del pueblo una tormenta como las de agosto en mi pueblo y dejó el predio dispuesto para que tome posesión de él el otoño. En la tarde del domingo, la hora nueva había traído rauda la noche y en toda la Avenida de San Bartolomé, que atraviesa toda la parte baja del pueblo de sur a norte, no se veía a nadie, salvo a cuatro mozalbetes fumando a la puerta de un local de máquinas de juegos y una pareja de chinos que, no sé por qué, pero pensé que eran matrimonio, bajaban la persiana de una tienda en la que venden de todo.
Tras rezar las vísperas en la ermita de pescadores dedicada a su Estrella del Mar, la Virgen del Carmen, volví sobre mis pasos. Hacía frío. Con nadie me crucé por la calle. Posiblemente la gente de otros lugares mantenían alegres conversaciones en los locales de comida del Carrer de San Vicent, el Carrer de la Mar, donde puede que estuvieran, de paso, cenando. En el Carrer de San Bartolomé solo un barito abierto, aquel en el que me guarecí de la tormenta del domingo por la tarde. Tomé un cafetito y, sin más, enderecé mis pasos con dirección a casa en Torres Bañadas.
La noche había echado la lona pero no llovió.
Cuando el reloj había dejado atrás las nuevas cinco horas de la madrugada del día de ayer, sonaron unos fuertes meneos en la persiana de plástico del cuarto. La tormenta del otro día había quitado los obstáculos y un fuerte ventarrón había llegado volando y sacudía en su carril a la persiana que se quejaba chirriando insultos mientras el viento soltaba lastimeros quejidos cuando se introducía por espacios angostos o cuando era "herido" por algún  saliente de la fachada. Parecíanse a esos gritos de ultratumba que se oyen en las películas de miedo.
La impetuosa llegada del ventarrón, que no nos abandonaría en todo el día, me sacó violentamente del confortable sueño en el que estaba hundido y ya no me dejó retomar mi gratificante encuentro con morfeo.
Así estaba, con los ojos abiertos como platos y los oídos llenos de silbidos, cuando el telefonillo hacía sonar su melodía para sacarme de la cama.
Sí, como ocurre en Oropesa, la primera tormenta, también en El Campello te mete de "hoz y coz" en el otoño y te habla, de paso, que detrás de él viene el invierno. Claro que aquí, a la orilla de la mar, lo hace con mucho retraso y con más delicadeza.
¡Pero, lo hace!


El fresco ambiental no me impide enviarte mi saludo, mis

          ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
30/10.2018. Martes. P. Alfonso Herrera, O. C.

No hay comentarios:

Publicar un comentario