ESTAMPA CAUDETANA.
TODOS LOS DIFUNTOS.
TODOS LOS DIFUNTOS.
Llevamos dos días de noviembre y la víspera que coincidía con el último de los de octubre sin que hayan dejado de repicar las campanas. Ayer mismo, día de nuestros hermanos difuntos, desde lo alto de la torre de Santa Catalina nos han estado llamando la atención por encima del murmullo de todo un pueblo correteando de un lado a otro en aquella parte del mismo acotada para la instalación de los tenderetes desde los que se oferta al viandante, mucha gente, de todo. Cuando esto acontece, cada viernes no festivo, parece como si El Corte Inglés hubiera sacado a las calles de Caudete todo su potencial pero... a otros precios, a precios de calle, y es que, ayer, era, también, día de mercadillo.
Pues, sí, las campanas han estado dejando caer desde su altura esas notas con las que llamaban la atención de todo caudetano, de modo especial a los fieles cristianos acerca del día, el día de nuestros HERMANOS DIFUNTOS. Día en que se nos convoca para el encuentro con aquellos que nos han precedido en la vuelta a casa, a la CASA DEL BUEN PADRE DIOS. Día para rebobinar nuestro acontecer vital y encontrarnos con nuestros seres queridos cuando todavía estaban aquí. Les hemos visto trabajar, disfrutar, sufrir, les hemos visto con sus actitudes, sus modos de ser e, incluso, les hemos visto con sus enfados. A todo eso nos llamaban las campanas, con su tañido, desde lo alto de la torre de la parroquia de Santa Catalina.
Pero, sobre todo, nos convocaban para encontrarnos con el Buen Padre Dios y hablar con Él sobre ellos (Santa Teresa de Jesús, monja carmelita que vivió en el siglo XVI, decía que "orar, rezar, no es otra cosa que hablar con quien sabemos nos ama") sobre nuestros hermanos difuntos, muchos de ellos anudados a nosotros con lazos de amor (no olvides que Dios es AMOR y Dios andaba en "el ajo"), de compañerismo, de vecindad, de trabajo en la construcción de un mundo mejor y en tantas otras cosas que llenan la vida de todo ser humano. Y para solicitarle todo lo mejor en esa vida cave Él, que nos fue ofrecida por Él en la persona de su Hijo Jesús como "camino verdad y vida" (Jn. 14,5-6), para nuestros hermanos difuntos.
Por la tarde, la parroquia se estaba llenando "de bote en bote" (por la mañana también hubo muchos). Habían oído el repicar de las campanas de la torre. El campanero, Joaquinín no me explico de dónde saca este hombre joven el tiempo y la energía, para llevar adelante sus muchos quehaceres y compromisos y, encima, sacarle al bronce su tañido más nítido interpretando las melodías correspondientes a cada una de las encomiendas. Ayer tarde se subió al campanario y, mientras el día se iba alejando y dejando su sitio a la atardecida y a la noche cerrada, Joaquinín les sacaba a las campanas los toques de difuntos repicando con ellas, con las campanas y, así, echó a volar por encima de los tejados, por todo lo alto, por los cielos, y por las calles del pueblo "el entierrico"; "el entierro normal"; "el entierro doble"; "el entierro por dos"; "el entierro de Primera". Todo un concierto que, incluso, llegó a poner música al rezo del rosario, previo a la celebración de la Eucaristía celebrada y aplicada por todos los difuntos, pero haciendo especial mención por los del pueblo, se recordaron los nombres de todos los fallecidos en el último año, más de cien.
También hoy corre a encontrarse contigo mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
3.11.2018. Sábado. P. Alfonso Herrera, O. C.
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