domingo, 12 de abril de 2020

Domingo de Resurrección


ESTAMPA CAUDETANA
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
 Ayer, sábado, día en que acompañábamos  a la Madre del Redentor y Madre nuestra, sumida en un profundo dolor y en la más triste SOLEDAD, en medio de un silencio monacal, escuché “el grito” angustioso de las plantas del claustro bajo del convento de San José (El Carmen). Las que más fuerte gritaban, eran los Acantos que jalonan la fuente situada en el mismo centro del precioso claustro Barroco Toscano de 1630. Las pobres plantas, con sus hermosas hojas que inspiraran a los arquitectos y canteros  griegos las volutas para los capiteles del orden Corintio, les caían suavemente en busca del suelo, les faltaba fuerza, necesitaban agua y “gritaban” porque necesitaban ponerse a tono, guapas para asistir a la GRAN FIESTA DEL SEÑOR JESÚS CON SUS HERMANOS LOS HOMBRES EN EL MOMENTO CUMBRE Y SUBLIME DE LA RESUIRRECCIÓN  al alborear el primer día de la semana.

Concluidos los rezos de la mañana en nuestra capilla privada, bajé al claustro y satisfice su sed. No solo a los Acantos, lo hice también con todas aquellas que la necesitaban. Tras solucionarle el problema, las dejé acicalándose.

Bajé, entonces, a la capilla de oración donde un grupo, no muy numeroso, se reúne todos los martes para hacer oración, en su encuentro con el Señor Sacramentado, iluminado con la escucha de la Palabra.

Esta capilla se encuentra bajo la sacristía de la iglesia del convento. Antiguamente era el lugar donde alguno o algunos de los frailes que habitaron este convento, investidos con el síndrome de Diógenes, le llenaron, hasta arriba, de cosas. Podía decirse que la cueva de Alibabá, a su lado, no era sino un aprendiz de almacén de cosas y trastos que se guardaban para un por si acaso, posiblemente, bonitas; hipotéticamente, necesarias… Ya te puedes hacer una idea de cómo estaba aquel sótano.
Pero le llegó su liberación. Resultó que, en una ocasión, los novicios solicitaron un lugar tranquilo donde encontrarse, a solas, en oración personal, con el Señor y aquella comunidad de entonces no encontró otro lugar más idóneo que “el almacén de Diógenes” para acceder a la solicitud cursada por los novicios. Fueron los jóvenes quienes se ocuparon de sacar toda la barahúnda, que allí dormía el sueño del olvido, arropada por una gruesa manta de polvo, al corralón donde una cerilla se encargó de mandarla al cielo en volutas de humo, dejando, para abono de las plantas,  unas cenizas muy ricas en minerales.

Ya en la capilla, contemplé el frontis y en él, lo que ves en la fotografía del inicio, la figura de María, la del Sagrario y la de Cristo crucificado,  iluminadas con la luz de tres focos. Enseguida pensé. “No hace falta esperar a mañana ¡YA ES RESURRECCIÓN!” ¡Ya está CUMPLIDA SU PALABRA, ¡Ya ha resucitado. En la pared, ELLA, LA  MADRE OFRECIÉNDONOS EL REGALO DEL Padre: a Jesús, su Hijo. En las tres estampas más impresionantes de la vida de la MUJER NAZARETANA que había seleccionado Dios Padre para que vistiera, a su Hijo, con la naturaleza humana.

En la primera de las estampas: La contemplamos con el niño en brazos. Nos le ofrece  como el mejor de los regalos. Ha llegado hasta nosotros el anunciado largamente por los profetas: “UNA VIRGEN  concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel (Dios con nosotros)” (Is, 7,14)
La segunda de las estampas es el sagrario. El Santa Santorum donde permanece su Hijo Sacramentado, hecho Eucaristía, en aquella Cena memorable del JUEVES SANTO que tanto había deseado comer con sus discípulos y en la que les garantizaba su permanente compañía hasta el fin del tiempo (Mt. 28, 16-20). Y allí estaba ELLA indicando con su mirada el lugar donde se encuentra su Hijo (qué razón tiene aquel dicho que afirma: “Si quieres encontrarte con el Hijo debes hacerlo por el camino de la Madre) Y ELLA, mírala, te está diciendo con la mirada que fijes la tuya en Él, porque le tienes en el Sagrario.
Y en la tercera de la estampas, que es la CRUZ con Él clavado, ELLA nos la hace ver indicándonoslo, también, con su mirada. En ella, la Cruz,  no es otra que la repetición de lo que ya había llevado a efecto la noche anterior durante el desarrollo de la Cena de la Pascua que lo fue de despedida de los buenos amigos que le habían acompañado y que recibían, en ese preciso momento el testigo para continuar su obra en medio de los hombres que no es otra que decirles:!DIOS TE AMA. YO TE LO ESTOY DICIENDO DESDE LO ALTO DE MI TRONO, DONDE TE HAGO DONACIÓN DE MÍ MISMO, QUE DIOS TE AMA”

Y ¿por qué te digo que ya estamos en RESURRECCIÓN? Por lo que dice el Evangelio de Mateo.  Vino a mi memoria y recordé aquel hecho del que nos daba noticia: ”EL VELO DEL TEMPLO SE RAJÓ POR MEDIO, EN DOS, DE ARRIBA ABAJO” (Mt.27, 51). Todo un símbolo. Aquel velo separaba el SANTA SANTORUM en el templo de Jerusalén donde no podía entrar nadie que no fuera el Sumo Sacerdote, y solo una vez al año, para ofrecer incienso a Dios. Y ese velo se partió en dos, dejando expedito el paso a todo ser humano en el momento mismo de la muerte de Cristo en la Cruz, indicando así, que Él, con su muerte había, quitado todo impedimento para el encuentro entre el hombre y Dios. 

El que permaneciera en el sepulcro la naturaleza humana de Jesús solo era una manifestación rotunda de que en él se daba la doble naturaleza, la Divina y la Humana  y, ésta, se somete en todo a lo previsto por Dios desde el momento en que pensó en el hombre, le amó y le creó haciéndole contingente y su Hijo, Jesús, el Cristo, asumió, al hacerse hombre, todo lo inherente al ser humano, hasta la muerte de la que se levantó por su propio poder en la alborada del primer día de la semana “El Hijo del Hombre será prendido por los Sumos Sacerdotes, será juzgado y muerto, como está anunciado. Pero al tercer día resucitaré” (Lc. 9, 22) . Pero Cristo, una vez que nos hubo entregado su Espíritu, se encontró ¡YA! Junto al Padre. Eso es lo que  percibí yo ayer por la mañana después de haber regado las plantas del claustro bajo del convento, al bajar a hacer compañía durante un tiempo a la VIRGEN MARÍA en su SOLEDAD.

Por la noche, a las 2100 horas nos reunimos la Comunidad en la capilla y celebramos, no con el pueblo, porque nos lo tiene prohibido quien manda en la sociedad para cortar la expansión del coronavirus, Covid 19, pero sí por el pueblo qué estuvo presente en toda la celebración LITURGICO-festiva de LA RESURRECCIÓN. Fue presidida por el P. Ángel, el sacerdote mayor. Tras la bendición solemne, cantamos el ALELUYA.

Celebramos un sencillo ágape coronado con  una mona que nos había regalado Isabel, la cuñada del P. Luis Torres Pérez. Y, como estaba solicitado por el Sr. Alcalde, a las 23,00 horas hicimos sonar, al alimón con las de la torre de Santa Catalina, las campanas de la torre de la iglesia del convento (de 1670), mientras por el cielo de la Real Villa surgían aquí, allí y acullá fogonazos de luces con ruido de cohetería, para anunciar que CRISTO HABÍA RESUCITADO, QUE CRISTO HABÍA PASADO DE LA MUERTE A LA VIDA, PUES ESO ES LO QUE SIGNIFICA LA PALABRA HEBREA “PASCUA”

¡¡¡¡¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!!!!!

Recibe mi saludo, mis

      ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!

12.4.2020. DOMINGO DE RESURRECCIÓN, Día 30 de confinamiento.
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.

1 comentario:

  1. Muy buenas P.Alfonso, ¡ALELUYA, ALELUYA, JESÚS a RESUCITADO!!!Que tenga unas felices PASCUAS y la mona nos la comeremos en casa.

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