ESTAMPA CAUDETANA
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Ayer, sábado, día en que acompañábamos a la Madre del
Redentor y Madre nuestra, sumida en un profundo dolor y en la más triste
SOLEDAD, en medio de un silencio monacal, escuché “el grito” angustioso de las
plantas del claustro bajo del convento de San José (El Carmen). Las que más
fuerte gritaban, eran los Acantos que jalonan la fuente situada en el mismo
centro del precioso claustro Barroco Toscano de 1630. Las pobres plantas, con
sus hermosas hojas que inspiraran a los arquitectos y canteros griegos
las volutas para los capiteles del orden Corintio, les caían suavemente en
busca del suelo, les faltaba fuerza, necesitaban agua y “gritaban” porque
necesitaban ponerse a tono, guapas para asistir a la GRAN FIESTA DEL SEÑOR
JESÚS CON SUS HERMANOS LOS HOMBRES EN EL MOMENTO CUMBRE Y SUBLIME DE LA
RESUIRRECCIÓN al alborear el primer día de la semana.
Concluidos los rezos de la mañana en nuestra capilla
privada, bajé al claustro y satisfice su sed. No solo a los Acantos, lo hice
también con todas aquellas que la necesitaban. Tras solucionarle el problema,
las dejé acicalándose.
Bajé, entonces, a la capilla de oración donde un grupo, no
muy numeroso, se reúne todos los martes para hacer oración, en su encuentro con
el Señor Sacramentado, iluminado con la escucha de la Palabra.
Esta capilla se encuentra bajo la sacristía de la iglesia
del convento. Antiguamente era el lugar donde alguno o algunos de los frailes
que habitaron este convento, investidos con el síndrome de Diógenes, le
llenaron, hasta arriba, de cosas. Podía decirse que la cueva de Alibabá, a su
lado, no era sino un aprendiz de almacén de cosas y trastos que se guardaban
para un por si acaso, posiblemente, bonitas; hipotéticamente, necesarias… Ya te
puedes hacer una idea de cómo estaba aquel sótano.
Pero le llegó su liberación. Resultó que, en una ocasión,
los novicios solicitaron un lugar tranquilo donde encontrarse, a solas, en
oración personal, con el Señor y aquella comunidad de entonces no encontró otro
lugar más idóneo que “el almacén de Diógenes” para acceder a la solicitud
cursada por los novicios. Fueron los jóvenes quienes se ocuparon de sacar toda
la barahúnda, que allí dormía el sueño del olvido, arropada por una gruesa
manta de polvo, al corralón donde una cerilla se encargó de mandarla al cielo
en volutas de humo, dejando, para abono de las plantas, unas cenizas muy
ricas en minerales.
Ya en la capilla, contemplé el frontis y en él, lo que ves
en la fotografía del inicio, la figura de María, la del Sagrario y la de Cristo
crucificado, iluminadas con la luz de tres focos. Enseguida pensé. “No
hace falta esperar a mañana ¡YA ES RESURRECCIÓN!” ¡Ya está CUMPLIDA SU PALABRA,
¡Ya ha resucitado. En la pared, ELLA, LA MADRE OFRECIÉNDONOS EL REGALO
DEL Padre: a Jesús, su Hijo. En las tres estampas más impresionantes de la vida
de la MUJER NAZARETANA que había seleccionado Dios Padre para que vistiera, a
su Hijo, con la naturaleza humana.
En la primera de las estampas: La contemplamos con el
niño en brazos. Nos le ofrece como el mejor de los regalos. Ha llegado
hasta nosotros el anunciado largamente por los profetas: “UNA VIRGEN
concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel (Dios con
nosotros)” (Is, 7,14)
La segunda de las estampas es el sagrario. El
Santa Santorum donde permanece su Hijo Sacramentado, hecho Eucaristía, en
aquella Cena memorable del JUEVES SANTO que tanto había deseado comer con sus
discípulos y en la que les garantizaba su permanente compañía hasta el fin del
tiempo (Mt. 28, 16-20). Y allí estaba ELLA indicando con su mirada el lugar
donde se encuentra su Hijo (qué razón tiene aquel dicho que afirma: “Si quieres
encontrarte con el Hijo debes hacerlo por el camino de la Madre) Y ELLA, mírala,
te está diciendo con la mirada que fijes la tuya en Él, porque le tienes en el
Sagrario.
Y en la tercera de la estampas, que es la CRUZ con Él
clavado, ELLA nos la hace ver indicándonoslo, también, con su mirada. En ella,
la Cruz, no es otra que la repetición de lo que ya había llevado a efecto
la noche anterior durante el desarrollo de la Cena de la Pascua que lo fue de
despedida de los buenos amigos que le habían acompañado y que recibían, en ese
preciso momento el testigo para continuar su obra en medio de los hombres que
no es otra que decirles:!DIOS TE AMA. YO TE LO ESTOY DICIENDO DESDE LO ALTO DE
MI TRONO, DONDE TE HAGO DONACIÓN DE MÍ MISMO, QUE DIOS TE AMA”
Y ¿por qué te digo que ya estamos en RESURRECCIÓN? Por lo
que dice el Evangelio de Mateo. Vino a mi memoria y recordé aquel hecho
del que nos daba noticia: ”EL VELO DEL TEMPLO SE RAJÓ POR MEDIO, EN DOS, DE
ARRIBA ABAJO” (Mt.27, 51). Todo un símbolo. Aquel velo separaba el SANTA
SANTORUM en el templo de Jerusalén donde no podía entrar nadie que no fuera el
Sumo Sacerdote, y solo una vez al año, para ofrecer incienso a Dios. Y ese velo
se partió en dos, dejando expedito el paso a todo ser humano en el momento
mismo de la muerte de Cristo en la Cruz, indicando así, que Él, con su muerte
había, quitado todo impedimento para el encuentro entre el hombre y Dios.
El que permaneciera en el sepulcro la naturaleza humana de
Jesús solo era una manifestación rotunda de que en él se daba la doble
naturaleza, la Divina y la Humana y,
ésta, se somete en todo a lo previsto por Dios desde el momento en que pensó en
el hombre, le amó y le creó haciéndole contingente y su Hijo, Jesús, el Cristo,
asumió, al hacerse hombre, todo lo inherente al ser humano, hasta la muerte de
la que se levantó por su propio poder en la alborada del primer día de la
semana “El Hijo del Hombre será prendido por los Sumos Sacerdotes, será juzgado
y muerto, como está anunciado. Pero al tercer día resucitaré” (Lc. 9, 22) .
Pero Cristo, una vez que nos hubo entregado su Espíritu, se encontró ¡YA! Junto
al Padre. Eso es lo que percibí yo ayer por la mañana después de haber
regado las plantas del claustro bajo del convento, al bajar a hacer compañía
durante un tiempo a la VIRGEN MARÍA en su SOLEDAD.
Por la noche, a las 2100 horas nos reunimos la Comunidad en
la capilla y celebramos, no con el pueblo, porque nos lo tiene prohibido quien
manda en la sociedad para cortar la expansión del coronavirus, Covid 19, pero
sí por el pueblo qué estuvo presente en toda la celebración LITURGICO-festiva
de LA RESURRECCIÓN. Fue presidida por el P. Ángel, el sacerdote mayor. Tras la
bendición solemne, cantamos el ALELUYA.
Celebramos un sencillo ágape coronado con una mona que
nos había regalado Isabel, la cuñada del P. Luis Torres Pérez. Y, como estaba
solicitado por el Sr. Alcalde, a las 23,00 horas hicimos sonar, al alimón con
las de la torre de Santa Catalina, las campanas de la torre de la iglesia del
convento (de 1670), mientras por el cielo de la Real Villa surgían aquí, allí y
acullá fogonazos de luces con ruido de cohetería, para anunciar que CRISTO
HABÍA RESUCITADO, QUE CRISTO HABÍA PASADO DE LA MUERTE A LA VIDA, PUES ESO ES
LO QUE SIGNIFICA LA PALABRA HEBREA “PASCUA”
¡¡¡¡¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!!!!!
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
12.4.2020. DOMINGO DE RESURRECCIÓN, Día 30 de confinamiento.
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.
Muy buenas P.Alfonso, ¡ALELUYA, ALELUYA, JESÚS a RESUCITADO!!!Que tenga unas felices PASCUAS y la mona nos la comeremos en casa.
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