ESTAMPA CAUDETANA.
VUELTA A LA NORMALIDAD.
El día 14 de marzo pasado, las autoridades competentes del lugar, mandaron
echar el cerrojo a las verjas del cementerio, de modo y manera, que no pudiera
entrar nadie en el recinto, salvo para cumplir con la necesidad de dar tierra a
aquellos que el Covid 19 se había llevado por delante o cualquier otro
fallecido por otra causa. Eso sí, sometidos a una estricta legislación que
dejaba mucho que desear desde el punto de vista humano.
La pandemia que trajo consigo el tal Covid 19 así lo exigía, puesto que, al evitar
la aglomeración de personas en el momento del sepelio del ser querido, se
evitaba la posibilidad de que se expandiera el contagio.
No solo se redujo el cortejo fúnebre a los oficiales del cementerio, a los
agentes del tanatorio y a tres familiares del difunto, sino que se suprimió, de
un plumazo, por la misma razón, la celebración de la Eucaristía-sufragio por
los difuntos del pueblo que yacen a la espera de la Resurrección en el
cementerio y que viene celebrándose cada tercer miércoles de mes desde hace
medio siglo, en que la instituyera el primero de los párrocos Carmelitas, P.
Rafael López-Melús, nombrado por el señor obispo para la Real Villa de Caudete.
Cinco meses después. En el día de ayer, tercer miércoles del mes de agosto, los
oficiales del cementerio habían dispuesto, fuera de la capilla, en la Avenida
de la Paz, del susodicho cementerio, el altar y los bancos, de tal manera que,
entre los asistentes pudiera haber una distancia de metro y medio, tal y como
ordena la legislación vigente, en el momento actual.
No sé si se debió a que la pandemia sigue metiendo miedo o a que no fue
suficientemente anunciado, el caso es que, ayer por la mañana, en la iglesia
improvisada al aire libre, nos reunimos para la Eucaristía una decena de
personas. Bien es verdad que, todo el cementerio, todos los seres humanos que
reposan en él, estuvieron presentes, ¡cómo no!, en la celebración festiva del
misterio de la Pascua, que es paso de la muerte a la vida y que, al haber
tenido ya lugar en la Persona de Cristo, el Hijo de Dios que tomó nuestra
naturaleza humana para sacarnos, desde dentro, desde la misma naturaleza
humana, del embrollo en que nos habíamos metido "de hoz y coz" por un
egoísmo soberbio, ya desde los primeros tiempos de la existencia del ser humano
(Gen. 2,16), constituye, para ellos, el cimiento donde se levanta su esperanza
de auparse, también, hasta la plenitud de Dios Padre y alcanzar, así, en
Él, la satisfacción plena del cumplimiento de los deseos, de las
expectativas, del proyecto de felicidad con el que el mismo Dios les dio la
vida.
La mañana fue ideal. Eran las 10 horas cuándo Domingo, el sacristán de San
Francisco, daba el toque de campanilla convocando a la misa a los que, en ese
momento, se encontraban girando una visita a sus difuntos. Tras un segundo
toque dimos comienzo a la Eucaristía. El sol, que estaba levantándose a esa
hora, desde la orilla del mar Mediterráneo, encontraba en los cipreses de la
Avenida de la Paz un parapeto que le impedía proyectar sus rayos, ya calientes,
sobre la concurrencia. Además se movía un airecillo, ni frío ni caluroso, un
airecillo que ponía un ambiente agradable en el encuentro de aquellos que nos
dimos cita para orar por nuestros hermanos difuntos.
Media hora después, al finalizar la oración por excelencia de la Santa Madre
Iglesia, la Eucaristía, por sus hijos difuntos, el sol ya había escalado un
tanto la cuesta que le lleva hasta su cénit y, desde la altura alcanzada, se
entretenía molestándonos con sus certeros rayos.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
20.8.2020. Jueves. (C. 994)
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.
Muy buenos días , P. Alfonso, es bueno volver a retomar algo que se prohibió por el covid 19, y que es un motivo tan importante de poder hacer una Eucaristía por nuestros difuntos, esperemos poder ir retomando todas las cosas que nos han sido prohibidas, aunque la cosa no pinta muy bien.Que tenga un buen día.
ResponderEliminar