ESTAMPA CAUDETANA.
LA ANTORCHA
La noche iba recogiendo la tienda porque, por levante, iba a comenzar, en nada
de tiempo, a surgir el día. Pero, con lo que no contaba el día era con la
trifulca que armaron, sobre la vertical de la Real Villa de Caudete, unas nubes
que iban de paso para la costa.
Yo creo que, como las sierras de La Oliva y de La Alácera encajonan al
vallecico en el que se levanta la Villa haciéndole estrechico y siendo las
nubes grandes, muy grandes, tan grandes que, una sola, se las vería y se las
deseara para poder entrar por él para bajarse hasta la playa de San Juan donde
tenía una cita para hacer equilibrio en lo alto de una manga marina mientras
recorría, dándose un paseíco, por la playa de Muchavista. Y, si esa imponente
nube no cabía, con facilidad, en el valle, le vinieron a complicar el viaje y
la existencia unas cuantas del mismo porte y las nubes aquellas que no son otra
cosa que muchísimas goticas de agua, se enfurruñaron y se enfrascaron en
una lucha infernal, armando tanto jaleo y tanto ruído, poniendo tanto calor
y tanta furia, que echaron chispas por todos los sitios que, en zigzag,
hicieron regueros de brillantísima Luz algunos de los cuales se dejaron caer
hasta la Villa caudetana, sobre la que se estaba llevando a cabo el encarnizado
combate. Su luminosidad se introducía, por los resquicios de ventanas mal
cerradas, metiendo hielo en las venas, seguida por atronadores ruidos cargados
con muchísimo miedo que iban sembrándolo, a su paso, en las gentes del lugar.
Cuando dieron en los tejados y en algún pararrayos se apagaron dejando un humo
blanquecino y un fuerte olor a azufre. Todos, menos uno.
Uno, al bajar a una velocidad endiablada, cambió de dirección y fue a hundirse
en el palmito más alto y esbelto de todos los que pugnan por subir más y más
arriba, por encima de todos los tejados de Caudete, buscando perderse en lo
alto del cielo. Su singularidad, su esbeltez, su hermosura, le perdió porque,
el rayo de marras, fugitivo de la batalla de nubes, se encaprichó de él y bajó
derecho a su encuentro para llenarle de su luz y, al hacerlo, le prendió, le
hizo ANTORCHA.
Lo que más me sorprendió de su abrazo de fuego fue que no partiera en dos al
palmito, ni que le resquebrajara de arriba abajo. Si hubiera sido
cualquier otro árbol lo habría destrozado y carbonizado, pero al palmito guapo
de la Avda. de las Jornetas, no. Y es que, el palmito, es mucho palmito. Puede
que se le ponga un penacho de fuego pero, acabar con él, es otra historia.
Ayer por la mañana, en Caudete. El sol no fue el primero en poner luz sobre la
Villa porque se le adelantó un rayo que, huyendo de una pelea que, a cara de
perro, sostenían un montón de nubes, en todo lo alto, se llegó hasta el lindo
palmito y, como si fuera una cerilla, le pegó fuego, convirtiéndolo en
ANTORCHA.
Mientras tanto, los nubarrones, entrelazados, siguieron camino hasta la playa de San Juan donde se entretuvieron en hacer juegos malabares sacándose, como si fueran magas, desde la superficie del mar, no un conejo, sino una manga marina que fue, una verdadera atracción, para los ribereños de la mar.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
28.11.2020. Sábado. (C. 1095)
(Vídeos tomados desde TORRES BAÑADAS)
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.
Muy buenos días , P. Alfonso, muy bien narrado todo lo que ayer nos aconteció vivir , menos mal que todo quedó en un susto, pero como siempre se dice después de la tempestad vuelve la calma , y así ha sido.Que tenga un buen fin de semana.
ResponderEliminarBuenos días P. Alfonso. Muy buen relato nos hace hoy sobre la tormenta de ayer que a todos nos despertó asustados. Desde muy temprano nos fueron llegando fotos e información a los móviles. Gracias a Dios que no pasó nada grave y hoy va siendo el sol tímidamente. Que todos pasemos un buen sabado .
ResponderEliminar