ESTAMPA CAUDETANA.
CUARTO DOMINGO DE SAN JOSÉ.
El cuarto domingo de los llamados de San José nos introducen de hoz y coz en el
alma del buenazo del Santo y, como si fuera un cristal impoluto, nos
descubre, en sus entresijos de persona, ese gran dolor, imperceptible al
exterior:
LA PROFECÍA, la Profecía de Simeón. Simeón, cuando Jesús toma nuestra
naturaleza, ya es una figura que se está perdiendo entre los pliegues de la
historia. Aguanta el hombre la carga de muchos años. Era un anciano y así nos
le presenta el Evangelio de San Lucas. Pero tiraba, tiraba de sus huesos y de
sus carnes flácidas porque era el mismo Dios el que le mantenía tiesecillo y,
además, le había hecho depositario de un mensaje muy particular que debería
desvelar en un momento determinado que le sería revelado, por el Espíritu del
Señor, a unas personas muy concretas con las que, llegado el momento, se iba a
encontrar en la entrada del Templo.
Habían pasado cuarenta días desde aquel en el que el HIJO DE DIOS NACIÓ COMO
HIJO DEL HOMBRE EN BELÉN y la Ley era muy estricta: la madre tenía que ser
declarada purificada y el niño, por ser el primogénito, debía ser entregado al
templo y ser rescatado entregando un par de tortolicas , y es que, en la
familia de José y de María, no había metal para comprar un corderico mamón, sin
defecto, porque eran pobrecicos de solemnidad.
Impelidos por la Ley, allí estaban, cruzando la explanada del templo para
entrar en él y, en el interior de aquel abuelete, en Simeón, algo tintinearía
e, impulsado por el Espíritu, les salió al encuentro. Tomó al niño en sus
brazos, lo levantó a todo lo alto que le daban sus brazos y se puso a darle
gracias a Dios porque estaba viendo algo grandioso, lo más grandioso acontecido
en la historia de la humanidad, al Hijo de Dios como uno de tantos niños.
"Ahora, Señor, le dice aquel hombre cargado de años, ya puedes dejarme ir
en paz porque con mis ojos he llegado a ver a tu Hijo, al Salvador"
Tras dejar al Niño en los brazos de su Madre, y él mismo buscando apoyo en el
antebrazo del buenazo de José, dejaría escapar muy suavemente el recado del que
era depositario, de la PROFECÍA: "este Chico, vuestro Chico, ha venido
para ser SIGNO DE CONTRADICCIÓN, unos lo escucharán y será causa de su
salvación y otros lo rechazarán". En ese instante, en el interior del
buenazo de San José, tenía lugar un desgarro dolorosísimo, era su CUARTO DOLOR.
Aquel Niño que no era su Niño natural pero sí lo era espiritual, iba a sufrir,
le estaba adelantando aquel hombre ancianico que seguía diciendo, esta vez
mirando solo a su esposa, a María; "y, a ti, una espada te traspasará el
alma". Si el DOLOR inicial fue grande, grande, muy grande, fue el que le
produjo saber que Ella, su Esposa, también iba a sufrir.
El anciano permaneció quieto en mitad de la explanada mientras, no muy lejos de
él, una mujeruca, también curtida por los muchos años, que respondía al nombre
de Ana, y que hablaba entusiásticamente, a los que llegaban, del Niño que
entraba ya en el Templo.
Con toda seguridad el silencio del matrimonio se podría cortar con un papel de
fumar y, en ese silencio iría aflorando en el buenazo de San José un GOZO
inenarrable que se impondría al DOLOR PRECEDENTE al emerger en su memoria lo
dicho por el anciano: "Será la luz de las naciones y la salvación de
muchos, de los que crean en ÉL" o aquellas otras del ángel:" y
tú le pondrás por nombre Jesús, porque salvará a sus hermanos de sus
pecados", el que se le ha dado a él como Hijo viene a traer la
Salvación de Dios para sus hermanos, los hombres. Y este GOZO, a medida que iba
invadiéndole hacía desaparecer el DOLOR que le tenía metido el corazón en
un puño desde el momento en que escuchó al anciano Simeón desvelar la
encomienda profética.
Todos, en este mundo, tenemos que afrontar el sufrimiento y haremos muy bien en
asumirlo de una manera constructiva, de modo y manera que unido al de Cristo
aporte nuestra gotica a su pasión regeneradora.
Bueno será que vivamos muy unidos al buenazo de San José
para que nos eche una mano y para que ese dolor mute en gozo y felicidad imperecederos.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
21.2.2021 Domingo. (C. 1.179)
P. Alfonso Herrera Serrano, Carmelita.
Muy buenos días, P. Alfonso, que tenga un buen domingo día del Señor y primero de Cuaresma y cuánto de los siete domingos de San José , con el azulejo que nos brinda del cuarto dolor y gozo.
ResponderEliminarGracias P.Alfonso por sus crónicas y en especial a estas dedicadas al Cristo de la Agonía Gracias también a nuestro gran amigo Luis Gimeno el hijo del "mireno " por ser tan buena persona y tan fiel amigo.
ResponderEliminarTecles y Paco.