ESTAMPA CAUDETANA.
FLORECIÓ LA CHUMBERA.
Crece en el corralón del convento de San José una OPUNTIA. Uno de los muchos
especímenes que se encuadran en el grupo de las Cactáceas.
A éste nuestro lo llaman también higuera de palas, tuna, palera.
No es oriunda de los pagos de la Real Villa de Caudete aunque he visto algunos
parientes. Es una CHUMBERA venida desde mi pueblo de Oropesa.
Fue ya hace unos cuantos años. Creo recordar que fue con ocasión de ir a ser
testigo cualificado de la boda una chica de mi familia. Cuando me acerco hasta
Oropesa, suelo encontrar un ratico para hacer una visita, en su ermita
extramuros de la Villa, a la Madre de todos los oropesanos, a la Virgen de
Peñitas. Al salir de la iglesica donde todo es encuentro con ELLA en un
ambiente familiar pleno de paz, dirigí la mirada hacia el sur, al otro lado del
"cordel", (cordel es un camino, especie de cañada, pero más estrecho,
por donde bajan de los montes leoneses a las planicies extremeñas, los rebaños
de ovinos), aquel que marca el inicio de la zona conocida como Las Rozas.
Y allí, a la vera del cordel, junto a una pared que cerraba una de las fincas
de la zona, crecía, y supongo que seguirá en ello, una gran OPUNTIA.
En Lagartera todo estaba preparado para la boda de la joven pariente así que
atravesé el cordel y me hice con una hermosa palera (hoja de la chumbera) que
introduje en el maletero del coche.
De vuelta en Madrid la tuve algún tiempo al aire para que cicatrizara la herida
y luego la sembré en un gran tiesto, tiesto que se vino conmigo cuando tuve
destino en Caudete.
A su tiempo aquella palera pasó a ocupar un lugar soleado del corralón del
convento de San José que, por cierto, le han recortado unas tabaqueras que
surgieron en sus inmediaciones y que, yo, tonto de mí, las permití establecerse
en aquel lugar.
Pues, bien, la CHUMBERA
que se ha levantado sobre aquella palera que me traje desde el ámbito donde se
encuentra la casica de nuestra Madre de Peñitas, ha adquirido un desarrollo
suficiente como para decir, ¡aquí estoy yo! y les ha enseñado a todos los
árboles, que confraternizan en el corralón, cómo son los frutos que ella
produce, los HIGOS CHUMBOS.
Yo recuerdo que, en mi infancia, llegamos a casa con un montón de HIGOS
CHUMBOS y, mi madre, para prevenir disgustos y para que pudiéramos
comerlos sin peligro alguno, la estoy viendo nítidamente en mi recuerdo, cogió
los higos, los metió en un cubo de cinz, los cubrió con agua, que sacó del
pozo, y con una escoba les liberó de la coraza de espinas con que la OPUNTIA
defendía sus frutos. Y, tras aclararlos varias veces, abrió un higo, solo un
higo, para mi hermano Ricardo y otro para mí y guardó los demás para otra
ocasión. Recuerdo que mientras me zampaba el higo, se me iban los ojos a los
que permanecían en el cubo, porque, la verdad, me gustó aquella fruta. Estaba
rica.
Mi madre ya había metido el cuchillo en el cajón de la mesa y por más que la
suplicábamos con la mirada... no hubo éxito. No hubo otro higo.
No nos dio razón alguna por la que sólo hubo un higo, sólo uno. Dejó que el
tiempo trajera la explicación. Hubo, otras veces, higos chumbos en nuestro menú
de merienda. PERO, SIEMPRE, SOLO UNO. Mi madre tenía unos galones
relucientísimos y, amigos, nunca consintió abuso en ese tema.
La razón que tenía mi madre llegué a conocerla muchos años después,
treinta años después. Ya andaba yo con destino en los Picos de Europa y allí
establecí conocimiento con un hombre, hombre, un buenazo, donde los hubiere. Se
llamaba Lorenzo González. Cuando supo que procedía de la provincia de Toledo,
me contó una experiencia fatal que había tenido por mi tierra:
-"durante el cumplimiento del servicio militar, me tocó acompañar un
convoy militar en un viaje en tren. Entonces el rancho no acompañaba y,
mire, me decía, ¡dos días sin probar bocado! Paró el tren en una estación para
dejar paso libre a un tren expreso de viajeros. Él y su compañero, fusil en
mano, sentados en la puerta de uno de los vagones, vieron una CHUMBERA
cuajadita de HIGOS maduros. Dimos en pensar que aquello no sería malo y,
empujados por el hambre, dejamos los fusiles en el vagón y bajamos a liberar de
peso a la PALERA y, al hacerlo, ya nos fue mal porque cientos de finas
espinitas se nos clavaron en las manos, pero aquello no lo fue todo, ¡qué
va!¡ni mucho menos! Lo peor vendría después. Comimos, hasta hartarnos, saciando
el hambre de dos días.
¿Y? Le inquirí.
Espere, espere. Lorenzo lió un grueso cigarrillo de verdejo, de picadura, lo
encendió, bebió un sorbito de café, de aquel café que preparaba, como
nadie, Josefina, su esposa, y que depositaba en una olla de barro con
muchísima solera, y prosiguió. No había pasado mucho tiempo desde que
satisfacimos el hambre de dos días cuando la barriga empezó a dar gritos y ¡qué
gritos! mire Ud. Aquello fue ¿cómo le diría yo?
- No te esfuerces, Lorenzo. Padecisteis un empacho o un cólico.
- Pues ¿qué quiere que le diga? Los cólicos terminan en "torrentera".
Aquello fue otra cosa. Habíamos estado dos días sin comer pero lo peor, con
mucho, fue que fueron siete o más, los días que no pudimos "tirar los
pantalones". Aquellos higos CHUMBOS, que entraron tan bien y que tan ricos
nos supieron, se "acomodaron" en las tripas y, mire Ud. ¡que no
querían salir!
Fue entonces cuando alcancé a comprender la razón que asistía a mi madre cuando
solo nos permitía comer un higo CHUMBO, solamente UNO y no de contínuo,
sino espaciadamente.
La CHUMBERA del corralón del convento de San José, creo que es de la escuela de
mi madre porque solo una de sus paleras, ha producido DOS HIGOS CHUMBOS, las
demás se han dedicado a sacar copias de sí mismas dándole así más volumen y
prestancia a la OPUNTIA que nació al otro lado de la Autonomía, en Oropesa de
Toledo.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
15.6.2021. Martes. (C. 1. 281)
P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita
Muy buenos días , P. Alfonso, buen relato que hoy nos ha contado de la chumbera , con todo el recorrido de ella hasta llegar al corralón del Carmen y también lo indigesta que es está fruta , los higos chumbos , se supone que por eso tienen tantas espinillas para no seguir intentando limpiar más de uno. Que tenga un buen día.
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