ESTAMPA CAUDETANA.
LOS SACRAMENTOS.
Todo el mundo sabe, si no le ha pasado desapercibido, que estamos celebrando el
Año jubilar de San José promulgado por el Papa Francisco con motivo de
cumplirse el 150 aniversario de la proclamación de su patronazgo sobre la
Iglesia universal llevado a efecto por el Papa Pío IX el 8.12.1870.
Pues bien, hay una Web que sirve de vehículo para recordárnoslo todos los días
de este año santo Josefino. A mí me lo envía Joaquina, aquella caudetana que
ejerció de oficial de notaría hasta que el calendario, lentamente, la dejo en
el estado, que dicen, del júbilo.
La estampa que me mandó ayer de San José, ahí la ves al principio de estas
letricas, nos presenta al Santo Patriarca como el protector en los momentos más
difíciles por los que pasa el ser humano que son los previos a la muerte y la
misma muerte a nuestra vida neurovegetativa y que nos abre la entrada al diáfano
espacio donde Dios habita y nos espera. dice la leyenda de La estampa que el
Santo Patriarca nos de la gracia (habría que decir que nos alcance la gracia de
Aquel, el Hijo de Dios que se hizo hombre, y que le estuvo sujeto en esta vida
y, a cuyo amparo y bajo su enseñanza, aprendió a serlo), de recibir los Santos
Sacramentos antes de presentarnos ante el Señor y es que el mismo Señor
Jesucristo instauró los modos y maneras de encontrarnos en la presencia del
Señor y para recibir los auxilios pertinentes para afrontar, con éxito, el
camino por esta vida sobre el mundo para que, concluido nuestro periplo,
podamos llegar ante Dios limpios de toda mancha de pecado. Para lo cual puso a
nuestra disposición los sacramentos: Bautismo Confirmación, Penitencia,
Confirmación, Unción de Enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio.
Los Sacramentos son las ayudas que van jalonando nuestra existencia y hacen de
nosotros que, en el decurso del vivir aquí abajo, podamos, en primer lugar,
obtener las gracias necesarias para seguir un camino recto y, en su caso,
para volver a él si nos hubiéramos equivocado o detenido a causa del pecado.
A los Sacramentos los tenemos un tanto olvidados. Así lo percibí yo mismo
anoche cuando, dando un paseo a la vera de la mar, me crucé con cuatro comadres
muy entraditas en años que traían como conversación el tema.
En el breve espacio de tiempo que compartimos escuché a una de ellas decir;
«Antiguamente era necesario confesarse para comulgar o para casarse o para
recibir la Confirmación» y otra argumentaba:
«hoy la gente no se confiesa y, no obstante, se acerca a comulgar. ¡Es un
escándalo!»
Ellas y yo, al andar, poníamos distancia entre nosotros y, aunque me hubiera
gustado, dejé de seguir oyendo su crítica con la que ponían de actualidad, en
su paseo, un hecho constatable.
Reflexionaba yo sobre el asunto mientras andaba recibiendo la brisa cargada de
yodo de este mar inigualable, que es el Mediterráneo, y di en pensar que eso se
debía, principalmente, a aquello de lo que nos apercibía, ya el año 1955,
el Papá de feliz recuerdo Pío XII:
«Está sociedad, la de entonces, ha perdido la conciencia del pecado» Anda
que si hubiera vivido en nuestro tiempo...
No les faltaba razón a aquellas mujeres provectas, porque todo fiel cristiano
que se acerque a comulgar o a recibir los sacramentos que se llaman de vivos
Comunión, Confirmación y Matrimonio le es necesario ir limpio del lastre, de la
pátina, que vamos acumulando mientras vamos de camino.
¿Por qué?, pues por que el sacramento de la Penitencia es como una escoba
maravillosa que nos deja limpios y brillantes, con la gracia y el brillo que
Dios nos otorga mediante ese sacramento porque es, según decía aquel
predicador, la prueba del 9 de que Dios nos ama, que nos perdona.
Tenemos que tomar en serio, muy en serio, nuestro hecho de ser cristianos
y asumir con plena conciencia la exigencia que lleva el serlo, el identificarse
con Cristo, puesto que, a la postre, el que participó de todo lo nuestro menos
en el pecado, nos quiere ver como a sí mismo, TOTALMENTE LIMPIOS.
Recibe mi saludo, mis
¡¡¡¡¡¡BUENOS
DÍAS!!!!!!!
Lunes 25.10. 2021. (C. 1.404)
P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita
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