viernes, 11 de febrero de 2022

El Lavado de Cara.

ESTAMPA CAUDETANA.

EL LAVADO DE CARA.
El sacristán de San Francisco vale un montón porque vale para un montón, un montón de cosas. Es un manitas, un factótum. De profesión fue electricista hasta que un infortunado accidente en la vía pública le apartó de los cables y tendidos eléctricos depositándolo en el amplio campo del júbilo que trae consigo la jubilación pero nunca se movió, ahora tampoco se mueve, solo entre calambres, ¡qué va! Porque se rompe el tubo de plomo del lavabo, pues él lo sustituye por un tubo de pvc, los hielos, el aire y el sol han echado abajo el revoco de una pared, pues ahí está él enfoscando el deterioro del paño de la pared y con la llana alisando el cemento...
Estos días está asistiendo al chico de Paolo porque el párroco le ha llamado para que «lave» la cara a "la cueva" de la parroquia de San Francisco. Al decir cueva de San Francisco, me estoy refiriendo al espacio semicircular que se encuentra detrás del presbiterio y de la capilla de la comunión.  Las humedades y la falta de ventilación han ido dejando paredes, techo y zócalos hechos una pena; con decirte que ni la bombilla allí existente ponía claridad, te estoy diciendo bastante.
El trabajo del pintor no ha interferido en nada el desarrollo de la liturgia hasta que las espátulas se dedicaron a tapar rajas y desconchones en la sacristía y, tras ellas, las brochas encargadas de limpiar e igualar con color, color blanco, porque pone luz en las estancias. Y ahí tenemos al Sacristán, al bueno de Domingo, que, cintas adhesivas en mano se dedica a sellar las puertas de los armarios y a taparlos con sábanas haciendo otro tanto con los libros y con los elementos del culto.
Cuando llego por la tarde para la celebración de la Eucaristía me le encuentro desmontando el tinglado para liberar de su encierro a los elementos necesarios para el normal desarrollo de la liturgia eucarística y, una vez concluida la misa, allí se queda en la sacristía, volviendo a sellar armarios y ocultando los vasos sagrados, libros y los atuendos litúrgicos para prevenir cualquier descuido del pintor.
Ayer, tras haber concluido la Eucaristía, entré a echar un vistazo para ver cómo iba el trabajo de adecentamiento de «la cueva» y quedé gratísimamente complacido. El chico de Paolo se estaba portando. No me cabía duda alguna al respecto porque ya le he visto desplegar su arte en nuestro convento de San José, El Carmen, cuando llegué destinado a esta Real Villa de Caudete allá por septiembre de 2017. El techo y las paredes no se dejaban herir por la luz que despedía una bombilla situada en el mismo centro del lugar y, al decir que no se dejaban herir, estoy afirmando que el blanco impoluto con que habían sido pintadas despedían, con alegría, la luz que recibían sin guardarse ni un poquito, yo diría que ésta, la luz, rebotaba en paredes y techo y hacía del lugar un ámbito muy agradable. De ahora en adelante ya no se tendrá prevención alguna cuando sea menester entrar a ese lugar para realizar alguna diligencia o con algún cometido.
Y si aquel lugar está quedando de tal guisa, es de suponer que el espacio dedicado a sacristía lo hará de igual manera porque aunque no es muy espaciosa, ganará en luminosidad y ésta dará sensación de amplitud y comodidad.
No tengo idea de cuánto habrá sido el tiempo que no ha pisado un pintor por tal sitio pero ¡Cómo cambia un espacio en el que han puesto su buen hacer unas manos expertas y diestras en la materia!
Recibe mi saludo, mis

      ¡¡¡¡¡¡BUENOS DÍAS!!!!!!
11.2.2022. Viernes. (C. 1.450)

P. Alfonso Herrera Serrano. Carmelita.

2 comentarios:

  1. Muy buenas tardes, P. Alfonso, ya le ha llegado el momento para adecentar la sacristía de San Francisco , todo llega, y es muy de agradecer a Domingo y a otras personas más que desinteresadamente colaboración en los trabajos diarios para que la parroquia de San Francisco esté bonita y bien cuidada. Que termine bien el día de Nuestra Señora de Lourdes.

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  2. Excelente artículo gracias por los comentarios

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